En Otro Reino.

CAPÍTULO 12

ELOISE.

Desayune en mi alcoba. Ya me he arreglado.

 el día es grisáceo, dejo de nevar, al menos por ahora. Por lo que me dispongo a salir, no quiero ir a beber té con mi madre y Lilian. ¿de qué voy a conversar?, ya sé, fíjate que anoche mientras nadie se daba cuenta, tu hijo; que además es el Rey más poderoso. Me beso con tanta urgencia y ferocidad, que creí que me deboraría, no obstante yo, como la dama que soy, lo abofeteé, sin medir las malditas consecuencias.

en efecto, suena horrible y desvergonzado.

Voy a las caballerizas y pido un caballo, él capataz me ayuda a montar de lado.

—¿quiere que la acompañe alguien, majestad?

—No, no pretendo salir del palacio.

—estamos a sus órdenes, —se inclina.

El animal comienza a caminar con lentitud, doy un par de vueltas, veo detrás de las verjas el camino y decido que saldré.

No sé a dónde es que me dirijo, solo siento como el viento llega hacía mí. Pasan varios minutos en que el animal se dirige a su propio camino.

Hasta que comienzo a ver huellas de otro caballo a mi izquierda, por lo que hago que el mío siga esas huellas.

Algo me dice que esta mal y que mejor regrese, antes de que me pierda.

Otra parte de mí, me dice que continúe con la aventura.

Sigo las nuevas huellas, y sin darme cuenta estoy en medio de un camino de pinos, detengo a mi animal, pues ya no hay más huellas de pronto.

El miedo comienza a atormentarme, la voz de mi cabeza me dice que me rinda y vuelva antes de que sea demasiado tarde, siento que algo cae en mi cara y distingo que es nieve, las advertencias de que vuelva, resurgen de nueva cuenta.

—Bien, volvamos, amiguito. —le digo al caballo.

Tomo con decisión las riendas y hago que gire.

Al hacerlo, percibo el animal que resalta del blanco paisaje, pero no es el caballo negro lo que hace que mi respiración se agite, ni tampoco el clima. Es la persona que está montado en el animal.

—¿siguiendo me?

—No, yo solo… iba sin rumbo.

—yo creo que no. —hace caminar al animal y pasa de mi lado. —escuché las pisadas, tomé una rama y borré las huellas.

Ahora entiendo, porque ya no había más.

—Que buen oído.

—Antes de ser Rey, fui un soldado, el mejor, de hecho.

Mi caballo sigue al suyo.

—¿Podrías ayudarme a volver?

—Creí que querías saber a dónde es que iba. —me sonríe.

—No, en verdad, esa no era mi intención.

—No voy a regresarme, comenzará a nevar.

—precisamente por ello.

Me ignora y continúa sin parar.

 Comienzo a preocuparme, pues llega un punto donde ya no hay nada y el frío es más intenso.

—Mikael, por favor…

—Arruinaste mis planes, ahora tenemos que resguardarnos de este Crudo frío.

Minutos después la nieve comienza a caer, no se ve nada, no quiero morir congelada.

A lo lejos distingo una cabaña, no es pequeña.

—¿sabes amarrar caballos? —me pregunta.

—Sí.

—Bien, hazlo, en el establo, encenderé la chimenea, cuidado con dejar la cuerda floja.

Se baja de su animal dirigiéndose a la cabaña.

Hago lo mismo y me apresuro al sitio donde dejaré a los animales.

Con éxito logró sujetarlos, me aseguró un par de veces y vuelvo a la cabaña.

Tocó antes de entrar.

—está abierto.

Entro y agradezco el calor que hay dentro.

Es una cabaña, en todas las palabras, de madera de roble. hay unas cuántas cabezas de animales en las paredes, un enorme escritorio del mismo material, que alberga solo un tintero y hojas en blanco.

Hay otra mesa que sobre ella hay pinturas, brochas, un lienzo.

En una pared hay armas. En otra parte hay instrumentos.

Y en una habitación, solo hay montones de libros estratégicamente ordenados.

Es mucho orden.

Hay una habitación, que dispone de una gran cama, una enorme ventana que muestra un hermoso paisaje y una chimenea. Solo eso.

—Es precioso este lugar.

—Gracias.

—¿Es tuyo?

—Todo Regan es mío, pero sí, esta cabaña es solo mía.

Es como ver todas las personalidades de este hombre en este solo lugar.

—Es muy cálida.

—Lo sé.

—si no venías para acá ¿a dónde es que ibas?




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