En Otro Reino.

CAPÍTULO 31

MIKAEL

Agatha a estado acompañándome por los últimos tres días, en los cuales he estado en reposo por las indicaciones del Doctor, solo sale de la habitación para ir a comer y para asearse, aun no entiendo que hace aquí si le faltaban un par de semanas para que volviera, las conversaciones con ella han sido tan cortas y el cómo se sonroja cada que le miro o le hablo me desconcierta totalmente, he notado que hay momentos en los que recuerda algo y sonríe, los ojos le brillan y suspira.

La guardia sigue y la restricción del reino ha aumentado, nadie sale, nadie entra y eso, admito me tiene muy frustrado. Quiero salir y ya hacer mis cosas, odio perder el tiempo de esta manera, quiero tantas cosas…

Me saca de mis pensamientos cuando me habla:

—Iré a casa, mis padres no saben que he vuelto y me gustaría verlos, Majestad.

—sería muy desconsiderado de mi parte que no fueras, agradezco tus cuidados, en verdad.

—Majestad, ¿puedo en algún momento cuando se recupere hablar algo con usted?

Me le quedo viendo y le sonrío.

—Me encantaría que lo hicieras, pero antes dedica un tiempo a tu familia.

Se acerca y con delicadeza me da un abrazo … la puerta se escucha y siento como mis mejillas se calientan cuando veo a la persona en la entrada de mi habitación.

—Lamento interrumpir. — es lo único que dice antes de salir de nuevo.

Me quedo viendo la puerta y Agatha se limita a recomponerse.

—le diré que puede pasar.

—por favor.

Pasan los minutos y la puerta no se vuelve abrir, me pongo las sandalias y me acomodo para salir, pero en eso la inconfundible Eloise Basset irrumpe nuevamente en mi habitación.

Nos miramos, no decimos nada, se ve bien, no hay golpes ya, se ve como ella, irreverente.

—Me alegra mucho verte bien, cuando me enteré de lo sucedido quise venir corriendo…

—¿pero? ¿Qué te limitó? —no la dejo de mirar, esta nerviosa.

—las cosas allá fuera no son muy tranquilas que digamos y no iba a exponerme.

—la alta guardia estaba en disposición de obedecerte y dejarte entrar.

—hubiera arruinado tu compañía.

Me limito a cambiar la mirada y ver por el ventanal.

—en fin, el único motivo de mi visita era entregarte el pequeño bolso que me entregaste aquel día, que pese a la intriga que me daba abrir no lo hice.

Saca el saco rojo y me lo entrega.

—¿te revisaron cuándo entraste?

—Sí, no a profundidad, pero sí… —me mira, —por cierto, no sé cuál importancia tiene ese saco de arroz, los guardias me miraron raro y tuve que decir que era una tradición.

—quería ver tu fidelidad como aliada.

—me salvaste la vida, lo menos que puedo hacer es respetar lo que me indicaste y te ganaste mi lealtad. —asiente.

Tomo la vasija de porcelana que ésta a mi lado y vació los granos de arroz.

Y entre ellos la joya reluce, los rubies y los zafiros junto con el oro brillan.

Eloise se tapa la boca y ahoga la expresión.

—Mikael Regan, eres un… eres un… —camina por todos lados sin detenerse.

Me coloco mi anillo y me pongo de pie, la detengo y la miro a los ojos.

—¿un qué?

—mi vida me pudo costar si alguien de tu reino se enteraba de que tenía eso en mi poder, a decir verdad me podía costar absolutamente todo.

—de cualquier reino, a decir verdad.

—¿te fijas en el lugar que me pusiste? —Esta furiosa.

—sí, te confíe mi reino, mi confianza y no me defraudaste, cuando sabías que en ese bolsillo había algo importante.

Guarda silencio.

—…Por qué tal vez no imaginabas que estaba el anillo, pero debiste intuir que había algo de máximo valor ahí.

—tienes razón, pero eso no quita el hecho de que me expusiste.

—yo jamás haría algo para dañarte, creo que ya lo sabes.

Me mira, sé que quiere decir algo más. Pero solo se limita a acompañarme de nuevo a la cama.

—¿cómo estabas tan seguro de que te lo devolvería?

—punto uno: sino lo traías hubiera mandando un ejército a tu Palacio. Punto dos: el punto uno no cuenta, porque has dormido conmigo y el anillo siempre ha estado.

Logro arrancarle una sonrisa.

La mañana se nos va platicando, de todo lo que paso desde que salió del palacio esa mañana hasta como es que fue capturada.

Lo que hizo después y como es que pese a eso la vida debe seguir, que en unos días será su fiesta de cumpleaños y que viene a invitarme.

—deberías quedarte, ya es tarde.

—No quiero irrumpir, tienes visitas y lo mejor es que yo vaya a casa.

—no irrumpes nada, es peligroso afuera y no estoy en condiciones de rescatarte otra vez. —le regaño.

—yo te veo muy repuesto.

—tienes razón, sin embargo, quédate.

—si insistes, lo haré.

—perfecto.

Mi madre ha estado desaparecida por un tiempo indefinido, hoy me avisaron que salió y no ha de volver hasta mañana. Por lo que paso con confianza las horas al lado de Eloise, que como es normal en ella sale con cada cosa que de verdad me hace reír a carcajadas.

—deberíamos hacer algo único, algo que recordemos siempre. —suelto después de parar de reír.

—creo que ya hemos hecho más de la cuenta, Mikael.

—¿Estás convencida de que vives como realmente deseas?

El suspiro la toma y piensa en la pregunta, sin embargo, no hay respuesta, al menos no en voz alta.

—Mañana he de volver a Basset, estamos organizando el festejo del año, como ya te había mencionado. El pueblo deberá festejar y así salir un poco de lo común.

—cierto, —me pongo de pie y voy en busca de mis botas y mi capa —eres la Reina, deberán festejarte como se debe.

—¿Qué haces? Aun deberías de estar en cama.

—¿crees que he estado en cama todos estos días? No sería yo si obedezco las reglas establecidas.

—reglas que por fortuna solo estableces tú.




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