En Otro Reino.

CAPÍTULO 32

MIKAEL

Llevo demasiado tiempo queriendo que me hagan sentir lo que solo ella logra.

Abro la puerta de la habitación y la dejo entrar primero, me quito el saco y ella comienza a desprenderse de su vestido, la desesperación que sentimos es mutua.

Se me deja venir a los labios y yo correspondo, alzándola entre mis brazos mientras ella me sujeta con sus piernas.

—Cuidado, te vas a lastimar.

Me dice en medio de besos, pero eso no me importa ahora.

La arrojó sobre la cama donde me posó sobre ella y con ninguna sutileza me adentro en su sexo, el jadeo hace que se me ericen los vellos, arremeto hasta que se acompasan nuestros movimientos, sintiendo como el tacón de sus zapatos se encaja en mis muslos al igual que sus uñas me marcan la espalda.

Me muevo de adentro hacia afuera sin parar, tomo, lamo y muerdo sus senos, la escena de Chapman tratando de tocarlos me hierve la sangre, no quiero que nadie la toque, que nadie sienta lo que yo siento cuando estoy dentro de ella… se los marco, no me importa si se ven o no, deben saber que desde hace mucho me pertenece, por eso no hicieron nada antes de mi llegada, me temen y respetan lo mío.

Siento como ella hace lo mismo con mi cuello, mientras me muerde el lóbulo de la oreja y me acerca a sus labios tomándome del pelo.

Con el pulgar acarició su punto de quiebre, los jadeos siguen sonando, mientras la cama azota en la pared de madera.

De un momento a otro ella cambia la pose, quedando sobre mí y Dios, la imagen que me da es para no querer parar nunca. Sus senos rebotan mientras la sujetó de las caderas, la muevo con rudeza, me está haciendo sentir lo que nunca, además del poderío que denota estando sobre mí.

Siento como me moja y antes de que yo me derrame dentro de ella, la aparto.

Cae sobre mi pecho agitada, la abrazo y beso su cabeza. Lo que ha dicho esta noche viene a mi mente y trato de calmarme.

—Siempre tan irreverente, Eloise.

—siempre es un placer serlo con usted, majestad.

Me besa y no me da tregua cuando comienza a estimular de nueva cuenta mi miembro quién no duda en volver al juego.

—me encanta esto, lástima de persona que lo carga.

Mi carcajada la contagia.

—A mí también me gustan estas y esto. —le toco sus partes íntimas.

Las miradas se enlazan y entre ellas se comunican, entre ellas hacen su momento privado, hasta que esa boca irreverente desea hablar y sé que lo que dirá no me gustará.

—Tenemos que parar, ella volvió, yo me caso en un par de semanas.

Le hago callar.

—No queremos hacerlo. Podemos ser amantes y vernos aquí siempre que se nos plazca.

—Soy mucho como para ser tu amante.

—Entonces no lo seas, podemos seguir siendo enemigos como hasta hora.

Se sienta en la orilla de la cama.

—Ya no te veo como mi enemigo, alguien una vez dijo que odiaba tanto a una persona que comenzaba a creer que era amor. Y yo temo demasiado a que ocurra eso.

—¿por qué?

—Porque esa persona tal vez estaba confundida en ese momento.

—Tal vez...

—exactamente, tal vez.

Me pongo el brazo sobre los ojos y los cierro, tratando de dormir, tal vez.

—Quiero que estes ahí…—se calla por un momento—quiero que me acompañes en ese momento de mi vida.

—No voy a ese tipo de eventos. A demás que pintaría yo en ese sitio.

—Tu presencia me intimida, pero eres la única persona con la que siento gran paz y que puedo mirar y me da seguridad.

—¿Para que quieres seguridad si se supone que tomas esa decisión por qué realmente lo quieres?

—Tú solo ve, Por favor.

—No te prometo nada.

Asiente.

—ahora ven a la cama y duerme.

—¿al menos lo que dijiste, lo recuerdas? No quiero creer que solo fue en mi imaginación desesperada…

—Loise, ven a la cama.

—responde.

—te he respondido toda la bendita noche, descifra el mensaje.

Se queda inmóvil en su sitio.

—Loise...

—¡No quiero dormir!… sabes, por eso me enamore de aquel hombre anónimo…, dice lo que siente cuando lo siente, dice lo que quiere cuando lo piensa.

—lo dice porque está detrás de una hoja y tinta, de frente te aseguro que las piernas le tiemblan al igual que la voz, ser hombre y demostrar lo que sentimos de frente es para nosotros una falta de respeto, pues quiere decir que somos débiles. ¡Ahora ven a la cama!

Suspira. La tomo por las caderas y la pongo a mi lado. Su espalda choca con mi pecho.

—para una de mujer también es difícil. Tratando de entender sus estúpidas señales.

—Eloise, ya te he respondido, analiza la última conversación, mi postura, todo... Ahora descansa.

Le beso el cuello y pongo mi cara en ese mismo sitio.

Cuando despierto ya no esta a mi lado, era de esperarse, lo que me causa conflicto es saber si ha llegado bien al palacio, ya me siento mucho mejor por lo que decido que he de empezar en cuanto antes con mis actividades, salgo de la cabaña y me dirijo al castillo.

 

Los guardias al verme se sorprenden, no tiene caso que me siga escondiendo. Pregunto si Eloise se ha marchado y me dicen que salió muy temprano.

Me adentro y lo primero que veo es a mi madre de pie en las escaleras.

—Buenos días, majestad.

—Buen día.

—veo que ya estás mejor, —mira sobre mi cuello y niega, —mucho mejor.

—la vida continúa…

—y tu futura esposa esta de vuelta, que descarado eres.

—debo ir a hacer unas cosas.

—de donde salió.

—¿Qué?—trago grueso.

—el anillo, hasta donde sabía estaba desaparecido.

—pues, al parecer lo tenía guardado en algún sitio.

—no me quiero imaginar ese sitio, que tengas buen día.

Debe ser difícil ser mi madre, esta desesperada porque alguien venga y tome su lugar para ella deslindarse de cualquiera de mis asuntos y a decir verdad pronto he de complacerla.




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