~•~
7:44 pm
Las cenas de una familia nunca son buenas cuando resultan que no fuiste invitada en un tiempo suficiente para quitar el sudor que alberga después de estar en una inauguración saludando, sonriendo y fingir que el olor del dinero en ocasiones apesta.
Gillian no aborrecía el dinero, ¡porque vamos era dinero! Estuviera loca si no pero, una cosa que no toleraba era la falta de empatía y la superioridad, dos palabras que engloban lo suficiente para ver qué el dinero podía con ellas, aunque Benjamin a pesar de pertenecer a ese círculo, nunca le molestó y no fue porque fuera diferente, si bien porque si existía su compromiso por buscar alternativas volubles para la condición humana de personas con carencias en servicios básicos, de alguna forma no pensaba en él todo el tiempo, sino en lo que podía personificar cuando se tenía los medios.
Ben era una combinación extraña que le encantaba, además de su brillante sentido del humor, claro está ya que, parte de su noviazgo se basaba en la naturalidad de su amistad, en lo divertido y espontáneo que resultaba su relación, excitante como la vida misma.
Ambos se encontraban en el auto específicamente en la entrada de la casa de él, solo esperaban que terminara la llamada de hace dos minutos, ella trato de escuchar lo que su padre decía al teléfono, pero Ben empujaba su cara con su mano, cuando se acercaba lo suficiente.
—…me parece perfecto, no se preocupe —silencio y luego volvió a sonreírle —estaremos mañana ahí. Buenas noches.
El volvió a mirarla sonriente, dándole una pista de su permiso, en cambio, ella lo miro divertida.
—No es un permiso ¿Lo sabes no? Fue un aviso, papá ya conoce tus mañas.
—Pues espero que no conozca las otras mañas que hago con su hija porque ahí no estuviera tan condescendiente.
—Eres un pesado.
—Vale.
—Y un puerco.
—Que novedad.
—Asalta cunas.
Esa respuesta sí que no la esperaba y la miro intrigado. La diversión pareció esfumarse.
—Pues tu eres una atrevida. Tu iniciaste el juego tonto de…
—¡Que fue Nell!
—Nadie lo cree ¿Lo sabes no? —entrecerró los ojos, divertido—. Ya sabía que estabas loquita por mí, era cuestión de tiempo para que cayera redondito por ti.
—Ja, tú fuiste el que no dejaba de acosarme, estabas dispuesto a comprarle a mi papá parte de una cosecha para estar ahí, espiando me.
—¡De verdad necesitaba la cosecha! Cómo sea, te veías bien, ahora te ves mejor.
Gill abrió la boca sin saber que decir al instante, tomo un poco de aire por la boca y soltó lo primero que se le ocurrió:
—Que romántico, esperaba un Gill eres arte, me enamoré no más te vi y ahora estoy súper enamorado de ti. Pero no, mi novio es todo un auténtico.
—Es que eras un desastre…—vacilo un poco, pero luego se decidió por la verdad—: en realidad no, pero si quería ser tu amigo y luego tú empezaste a coquetear me y perdí la conciencia por un segundo. Sin embargo, eso no quita que ahora me encantas y que de verdad este enamorado de ti así que no tienes ni porque dudarlo.
Ambos se miraron fijamente, el tiempo suficiente para sentir su corazón ensancharse de dicha.
Muy pocas veces tenían ese momento de lucidez para decir lo que sentían y que ese sentimiento se hacía fuerte con el tiempo.
El celular volvió a sonar, pero esta vez no era el padre sino la hermana de él. Los estaban esperando para la cena.
—Tenemos que irnos —murmuro, silenciando el móvil— ¿Crees que pueda besarte? Me estoy muriendo si no lo hago.
Ella sonrió, amaba su sinceridad, pero aún más sus preguntas como si no llevarán el tiempo suficiente para tener confianza.
Gill hizo un movimiento con su cabeza y en segundos sus labios se movían suave, sin prisa.
—Crees que pueda cambiarme antes de la cena, me parece que tengo un cambio en tu habitación.
Él la recorrió con la mirada, no le parecía que necesitara cambiarse y aunque por un momento le gustó la idea —ya que recordaba los días en las que se quedaba a dormir en su casa, era más cómodo y simple que una que otra prenda se quedará en su habitación, para emergencias, cómo aquella—. Pese a ello se negó.
—Es tarde.
A pesar de que los minutos se consumían, ellos se consumían en sí mismos, disfrutaban de su armonía y su silencio. Hasta que Gillian decidió tocar el motivo de la cena, la interrogante era algo que no podía quitar de su mente.
Él aclaro que Bailey vendría con su novio de al menos dos años aproximadamente.
—¿Conoces a su novio?
—Algo así, bueno antes era su amigo, venía a casa muy seguido cuando estudiaban en la universidad local.
—Ah entonces compartieron carrera, es raro ¿No? Quizá Nell lo conozca y yo también, son muy amigas o al menos lo eran, el punto es, que seguro llegó a ir al menos una vez a mi casa.