Marco ya se había marchado hace un buen rato. Yo ya me había cansado de observar a tantos chicos y chicas estirados entrando a Argos, y aún me temblaban las rodillas.
No quería entrar, porque sabía que cuando lo hiciese significaría que yo aceptaba los mandatos de mi madre. Significaría que estaría anclada a esta maldita ciudad, a este apellido que me perseguía todo el tiempo. Pero no tenía más opciones, no podía retroceder solo seguir hacia delante, a esperar todo lo que mi madre tuviera preparado para mí; desde el día en que firmé ese contrato con ella, tenía claro que mi vida ya no me iba a pertenecer.
Porque firmar un trato con mi madre, era como hacerlo con el diablo.
Yo ya lo había hecho.
Un fuerte golpe en mi hombro me sacó abruptamente de mis pensamientos, y luego observé a una chica recogiendo un par de papeles del suelo.
— Deberías fijarte mejor por donde caminas. —mi tonó sonó molesto.
No estaba molesta con ella, ni siquiera la conocía. Estaba molesta por el hecho de estar en este lugar.
— Lo siento. —murmuró. Se levantó y pude notar que era una chica bastante atractiva, con poca estatura, y un cabello liso corto y oscuro. Era como ver a una nueva versión de blanca nieves. — Tengo prisa y no veo a quién me llevo por delante.
Disipé mi mal humor mañanero.
— Si, está bien. En cambio yo estoy un poco perdida, esta Universidad es enorme.
Ella rió.
— ¿Argos? Esta es solo la fachada. Deberías ver el interior y los edificios de la parte posterior. Vas a quedar con la boca abierta.
Más temprano, cuando aún ni siquiera amanecía, me había tomado la molestia de investigar un poco sobre Argos. Aquí habían cinco especialidades primarias: Administración de Empresas y Finanzas. Economía. Negocios Internacionales. Derecho. Arte. Cada una de las especialidades tenía un edificio que solo se dedicaba a eso. Argos no solo era conocido por ser una de las más costosas, también porque forjaba a los hijos de las personas más exitosas.
Yo no tuve tiempo para venir a inspeccionar el tamaño de este campus, pero ella parecía mejor informada que yo. Así que me di cuenta que no sería mala idea preguntar.
— ¿Tu nombre…?
Extendió su mano. — Soy Lorie Donovan.
— Lorie, ¿sabes cuál es el edificio de Negocios Internacionales?
— Voy al mismo edificio. Puedes venir conmigo si quieres…
Sus palabras quedaron en el aire y entornó sus ojos hacía mi, hasta que pude descubrir el por qué de la expresión de su rostro.
— Agatha.
— ¿Apellido?
Fruncí los labios.
— Solo Agatha.
No muy segura, asintió y empezó a caminar, ahora con mi compañía.
Por ahora, estaba bien con que nadie supiera mi apellido, sería lo más sano para mí. Me mantendría alejada de problemas y de los ojos de todo el mundo, aunque en este momento no esté teniendo éxito para pasar desapercibida. Encontré a varias personas escudriñándome sin disimulo, y me pregunté si era porque ya descubrieron que soy la hija del Huracán Morgan o si es porque tengo algo pegado en la cara.
Y entre las dos opciones prefería la segunda.
Tener a todo el mundo encima era asfixiante, lo pude experimentar cuando la muerte de mi padre fue noticia en todo el país. Los reporteros nos seguían a mi madre y a mí por todos lados y cuando ya no pude más con tanto desastre, le rogué a mi mamá que me enviara a estudiar lejos, sin embargo, ella no tuve el corazón como para hacer lo que pedí.
Su opción más confiable fue tener institutriz en casa, no solo para las materias básicas. Una infinidad de clases me esperaban cada día después de abrir los ojos.
Y eso fue peor que tener a miles de periodistas a mí alrededor.
El encierro estaba acabando conmigo.
No quería volver a experimentar aquello, jamás. Por eso siempre trataba de mantener un perfil bajo.
— Pareces nerviosa.
Lorie no parecía el tipo de persona acosadora, aún así no planeaba decirle a la ligera quien era yo.
— Bueno, es que me tomé dos años libres, así que…, estoy un poco inquieta por cómo serán las clases.
Me miró con sorpresa.
— ¿Vas a primer semestre, como yo?
Asentí.
— ¿Qué edad tienes?
— Tengo veintidós.
Ella hizo cálculos en su mente y pareció entender.
Arrugo su nariz y se atrevió a preguntar: — ¿Por qué decidiste tomarte dos años?
— Estaba agobiada, además, sabía que desde el momento en que comenzara mis clases, también llegarían más responsabilidades.
Lorie sonrió y abrazó los libros que llevaba.
— También debes ocuparte de un negocio familiar. Aquí a la mayoría le pasa lo mismo, por ejemplo, mi abuelo fue el fundador de la red más grande de centros comerciales del país. —se mostró bastante emocionada al hablar sobre el negocio de su familia. — ¿Has escuchado la marca Roma, la de perfumes? Bueno, esa chica heredará todo eso.