En proceso

✓ citas.

Siempre fui un chico ordinario, sencillo y carismático, me gustaba hacer bromas, cantar—aunque sonaba como perro moribundo—bailar, conocer lugares, hacer amistades y comer, amaba comer a cualquier hora, aunque tenía contextura delgada, soy excelente cocinero y mi pasatiempo era la carpintería.  Me gustaba fabricar pequeñas cosas, todavía no era experto en muebles como mi padre pero cada vez mejoraba mis técnicas y hacia un buen acabado en cualquier tipo de madera, practicaba todos los días, ya no me cortaba con las estillas—antes si, mucho—  me di cuenta que mi fuerte era la madera de ébano, ahí descubrí que era muy bueno tallando imágenes en ella, esa iba a ser mi especialidad, iba a estudiar ebanistería y mejorar mis técnicas de marquetería y la taracea, así lo decidí antes de graduarme y para mi suerte en la universidad del pueblo daban esa carrera.
Estaba en mi habitación tirado en la cama pensando en que pronto se acaban las vacaciones de verano y tenía que empezar la universidad, estaba ansioso por estudiar.
la linda Marinita y yo intercambiamos mensajes toda la tarde, quería verla, desde la noche del cine no dejaba de pensar en ella. Yo no era un experto en citas, normalmente iba a fiestas con amigos y conocía chicas pero no me interesaba tener una relación con ninguna, solo eran "amiguitas", pero con marina es diferente, me hace querer acercarme y conocer todo de ella.
Hoy era nuestra primera cita, que ironía, cómo cambia la moneda hace unos días me estaba burlando de marcos por su relación al ver a Lucía y ahora yo estoy igual o peor que el, mis manos están sudando, mis largas piernas tiemblan— soy muy alto por cierto— y no dejo de morderme el labio inferior, ¿Me veré tan ridículo como marcos? Puede ser.
— ¿a donde vamos Emmett?
La voz de marina era dulce, como una niña inocente y pura.
— tranquila pequeña, es una sorpresa— le dije sonriendo con confianza.
— oye, pero qué me llamo marina venga, ma-ri-na— deletreo su nombre como si yo no lo supiera pronunciar.
¿Tan torpe me creía?
— lo sé pequeña.
Soltó un gruñido y adelanto el paso dejándome atrás.
— venga ya, no te enojes.
Fui tras ella y la detuve por el brazo, ella era pequeña pero caminaba rápido, dos pasos míos eran cuatro de ella y se veía tan chistosa que quería reírme.
Pensé que soltaría mi agarre pero se quedó con los ojos muy abiertos viendo la cercanía de nuestros cuerpos que me erizo la piel, di un paso atrás soltando su brazo y me rasque la nuca, iba a ponerme a sudar a mares, de verdad me ponía nervioso.
— vamos por un batido ¿Que dices?— le propuse.
Fuimos a un local al aire libre en una plaza donde vendían batidos y nos sentamos en la última mesa donde la vista era amplia, habían pocas personas, una pareja, un chico leyendo y dos señoras de mediana edad, vi la hora de mi reloj y pasaba más de las seis de la tarde, ya estaba oscureciendo y tenía planeado llevarla a un mirador donde se veía toda la cuidad vecina. Una chica rubia de nos acercó y pregunto qué sabores de batidos íbamos a ordenar, marina pidió de chocolate y yo de nueces, lo anoto en una pequeña libreta y se alejó asegurando que en unos minutos traeria la orden.
Mientras esperaba que el sol se ocultara por completo hicimos tiempo hablando y resultó que marina y yo no teníamos nada en común, éramos muy diferentes, pero sus gustos me parecían interesantes y los míos a ella, lo supe por la atención que me prestaba con cada detalle que le daba de mi, era gratificante conversar con ella, todo salía fluido y natural, sobretodo los chistes, descubrí también que marina tenía una sonrisa hermosa, me gustó tanto que era capaz de convertirme en payaso solo por verla dibujar esa sonrisa a cada instante.
Cuando ya estaba todo oscuro, nos fuimos hablando por todo el camino hasta el mirador.
— venga, ¿de verdad nunca habías venido aquí?— pregunté incrédulo.
— ¡Te eh dicho que no! ¡Lo juro!
— oh, entonces hagámoslo inolvidable, ¡Vamos!
La sostuve por un brazo y corrí, —no tan rápido para no enredar sus cortitas piernitas— mientras ella se quejaba.
— cierra los ojos pequeña—le pedi al detenernos.
— ¡noo! Dime que tienes intentas hacer primero.
— anda solo hazlo, te va a gustar.
Dudo unos segundos y cerró sus ojos, yo me puse detrás de ella y la guíe por los hombros.
Pasamos por un camino al final de una calle frente a nosotros donde se veía toda la cuidad al fondo, nosotros estábamos en lo alto y la cuidad en frente alumbraba por todos lados, los carros los edificios las calles, era hermoso.
— ahora... ábrelos— le susurré mientras me colocaba a su lado, quería ver su expresión y fue más de lo que esperaba.
A pesar de la poca luz que nos rodeaba podía notar sus mejillas enrojecer, me volvía loco cuando se ponía así, sus ojos brillaban reflejando las lejanas luces de aquel lugar, sus labios eran carnosos y muy rosados, casi me daba un infarto cuando la vi morderselos, queria ser yo quien los mordiera.
— Emmett, es hermoso— dijo en un tono de voz muy bajo
— si, si lo eres— musite todavía con mis ojos en ella.
—¿Eh?—Busco mi mirada y frunció el ceño—.¿Por qué me miras así rarito?
Solté una carcajada.
—¿Rarito?
Di un paso acercándome más a ella.
—s-si
Dio un paso atrás, alejándose.
— ¿Por qué crees que soy un raro?
Di otro paso.
— ¿por-porque me miras así?
Retrocedió.
—¿ no te das cuenta?
Me acerqué y la sostuve de la mano para que no siguiera evitandome.
— no. Dimelo tu.
No iba a decirle que me estaba volviendo loco por besarla, eso jamás.
— porque tienes algo aquí— apreté la punta de su nariz riéndome.
— ¡eeemmeeett!— chillo dándome un pequeño empujón.
— ¿Te gustó la vista?
— si, se puede ver todo y no se escucha nada, es relajante ¿sabes? Se ve tan tranquilo y pacífico— abrazo su torso— hace frío, deberíamos volver.
— ¡hey! Yo puedo darte calor— dije pícaro.
Abrí los brazos invitándola y para mi mayor sorpresa hundió su cara en mi pecho, no creí que aceptaría.
— te podría prestar mi chamarra pero prefiero tenerte así.
Le di un beso en la coronilla de su cabeza y empezamos a caminar así, abrazados, no quería soltarla y por lo visto ella tampoco a mi y se sentía magnífico tener esa pulguita pegada. Nada podía borrarme la sonrisa de bobo que tenía en la cara.
—emmett...— hablo— Tú... ¿Te gustaría ir a la inauguración de la feria el sábado...conmigo?
Bueno, conseguí otra cita ¡Y no se lo pedí yooo! Respira Emmett, respira.
— estaría encantado, pequeña— sonrei satisfecho.
***
Bueno...marcos quería verse con Lucía e invitarla a comer pero se sentía apenado así que me pidió que fuera con el, aunque al principio no acepte, tampoco quería ir a escuchar sus guarradas, así que invite a marina que acepto con gusto, paso en dos ocasiones, marcos se ponía muy nervioso estando solo con Lucía y yo muy feliz porque sabía que eso significaba ver a marina.
pasamos lo que restaba de semana pegados al teléfono hablando por mensajes y llamadas, me dormía muy tarde y a primera hora me despertaba ansioso por ver sus buenos días, si ella no lo hacía yo era quien lo enviaba.
— ¡Emmi está enamorado!— chillo mi hermano.
— ¡que te calles carajo!— di un golpe en su hombro— solo me gusta.
— venga emmi, ¿vais a mentirle a tu hermano mayor?— dijo entrecerrando sus ojos mientras yo le robaba una rebanada de pan que estaba comiendose.
— no estoy enamorado tío, no seáis necio.
— vamos a ver si el sábado después de verla vas a seguir negándolo— me señaló y dijo—¿Apuesta?
— no haré una apuesta por eso royi— negue con la cabeza.
Solíamos hacer apuesta por todo literalmente TODO.
— ¡Porque sabes que perderás!— soltó una carcajada.
No lo negue pero tampoco lo confirme.
—¿Nos llevarás o no?— pregunté irritado.
Le había preguntado si podía llevarnos en el carro de papá a la feria que quedaba a diez minutos de aquí.
—¿a donde irán?— pregunto mi padre saliendo de la cocina y sentándose en la mesa con nosotros.
— Emmett quiere ir con su novia a la feria y quiere que los lleve.
—¡Que no es mi novia royi!
—oh, suena bien, podriamos ir nosotros también rodrick, claro, ellos por su lado y nosotros por el nuestro, tampoco queremos molestarlos.— propuso mi padre.
— por mí está bien, no tengo nada que hacer mañana— acepto rodrick
— entonces está dicho, gracias hermano— le quite la última rebanada y corrí a mi habitación riéndome con la boca llena mientras royi se quejaba.




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