En qué estrella estará

CAPÍTULO 7

Dónde está
Mi corazón donde se ha ido a derrumbar
Mi corazón que alguien lo busque para mí
Donde está, que esta noche no duerme contigo

Nena Daconte

 

Esa noche dejé que Francesco durmiera en la habitación de Irina, mientras que yo dormí en la mía, rodeada de pósters de los Backstreet Boys y Enrique Iglesias.

Cuando éramos novios, solíamos hacer lo mismo. Irina se venía a dormir conmigo y él dormía en el cuarto de ella, aunque a mitad de la noche solía escabullirme con él y dormíamos juntos hasta la mañana, cuando volvía a mi habitación. Mis padres eran muy buenos, pero les gustaban las cosas a la antigua.

Años más tarde, después de casarnos, dormíamos juntos en mi habitación y él se burlaba de mis pósters, que mamá se negaba a tirar porque le gustaba recordar los tiempos pasados... Vamos, síndrome del nido vacío, que le dicen.

Esta noche no habría nadie escabulléndose en ningún lado. Cada uno en su cama, y yo sin poder dormir.

Di vueltas en la cama sin parar, sin poder creer lo que estaba pasando. De pronto, mi estadía de relajación y estabilidad durante las vacaciones, se había convertido en una cuarentena preventiva con mi esposo/futuro exmarido, llena de estrés y desestabilidad. No, si yo digo que solo a mí me pasan estas cosas...

Finalmente caí en un sueño intranquilo, lleno de estrellas que nadie contaba, papeles de divorcio, tapabocas e hisopados nasofaríngeos.

Me desperté cerca de las diez de la mañana, extremadamente tarde para mi costumbre, y caminé como un zombie hacia la cocina, para hacerme el desayuno.

Lo olí antes de verlo. Francesco estaba haciendo café. La razón número 478 por la que lo amaba: su café. Para mí era casi tan adictivo como él. No pude evitar sonreír. Me acerqué silenciosa y lo contemplé trastear en la cocina, mientras ponía pan en la tostadora y sacaba la mantequilla y el dulce de la heladera.

Como mi cuerpo definitivamente hacía lo que quería, mi estómago decidió rugir tremendamente fuerte. Me tapé la boca con vergüenza, y él se dio vuelta y me sonrió.

-Buen día. Veo que tienes hambre. Ven, preparé café.-

-Gracias, lo tomo...-

-Solo, con un chorro de leche. Lo recuerdo-.

Lo recordaba, se acordaba de cómo me gustaba el café. ¿Por qué tenía que recordarlo? ¿Por qué tenía que ser tan irresistible? Y yo estaba desmadejada encima de la banqueta alta de la isla de la cocina. Tenía que olvidarme de él. Tenía que aclarar mis ideas ahora que sabía que tendríamos que convivir forzosamente al menos por una semana.

Desayunamos mientras me comentó lo que le habían dicho por teléfono: debía guardar cuarentena por siete días, luego debía hisoparse y, dependiendo del resultado, le dirían cómo seguir.

Rápidamente acordamos aspectos "técnicos" sobre la casa, como quién cocinaría, quién limpiaría, etc. La convivencia forzosa debía estar bien organizada. De todos modos parecía como si intentáramos evitar ciertos temas a propósito. No se tocó el tema de nuestro divorcio en ningún momento. De hecho en los primeros tres días apenas cruzamos palabras. Los días adquirieron rápidamente una rutina asombrosa: café, desayuno, uno hacía el almuerzo, el otro la cena, y a dormir cada uno a su habitación.

En esos días no había sido capaz de hablar con Irina. Estaba furiosa con ella. Si no hubiera sido por su bocota, Francesco no estaría aquí, y no me habría pedido el divorcio. Sí, sé que estaba intentando tapar el sol con un dedo. Esto habría pasado con la intervención de Irina o sin ella, pero necesitaba a quién culpar. Aunque sabía que el enojo no me duraría mucho. No podía estar enojada con ella. Nuestro lazo era tan fuerte que no podíamos estar peleadas mucho tiempo.

Un jueves de noche estaba mirando televisión en el living, mientras Francesco lavaba los platos de la cena. Aburrida, comencé a hacer zapping buscando algo interesante, aunque, ¿quién hace zapping en la era de Netflix? Creo que mis padres eran los últimos de la ciudad que tenían contratada televisión por cable, pero tengo que reconocer que tenía su magia. Me gustaba no saber qué me podía encontrar a continuación.

Finalmente, encontré que estaban pasando Diario de una pasión. Maldije para mis adentros, porque era una de nuestras películas favoritas. No recordaba la cantidad de veces que la habíamos visto juntos. Intenté cambiar rápidamente antes de que se diera cuenta, pero sin saber en qué momento había venido de la cocina, me sobresaltó la voz de Francesco.

-¡Qué película! Hace tanto que no la veo...-

-Como dos años, ¿no?-

Hizo caso omiso de mi ironía y continuó hablando. -¿Te molesta que la veamos?-

Le entregué el control remoto dándole el poder, mientras me ponía de pie.

-Tengo que ir a dormir, estoy muy cansada-

-Vamos, Trini, quédate conmigo a verla-

¿Por qué tenía que mirarme con esos ojos del gatito de Shrek, si sabía que no podía negarme?

-Vale, pero necesito alcohol.-

-Que sea para dos.- Me sonrió con esa sonrisa ladeada que hacía que mi mundo se detuviera, y salí disparada a la cocina. No podía saber el efecto que todavía provocaba en mí. 




Reportar




Uso de Cookies
Con el fin de proporcionar una mejor experiencia de usuario, recopilamos y utilizamos cookies. Si continúa navegando por nuestro sitio web, acepta la recopilación y el uso de cookies.