En qué estrella estará

CAPÍTULO 22

Tenía tanto que darte,
tantas cosas que contarte,
tenía tanto amor
guardado para ti.

Nena Daconte

 

La primera semana de la vuelta al trabajo pasó volando. Entre el trabajo acumulado y el trabajo adicional que me pedí para mantenerme ocupada, estaba completamente desquiciada. Entraba a la oficina a las 8:30 y salía a las 20. Era inhumano, pero era lo que necesitaba.

Tampoco me estaba alimentando bien, apenas comía un bocadillo o una fruta a mediodía y después pellizcaba algo al llegar a casa. Siempre había sido bastante consciente en lo que refería a la alimentación, pero esta vez estaba ignorando todas las advertencias saludables que me hacía el cuerpo.

Ese viernes salí más tarde aún. El dolor de cabeza que tenía era profundo, y solo anhelaba mi cama y dormir todo el fin de semana. Se había desatado una tormenta en la tarde que seguía hasta ese momento. La lluvia hacía casi imposible la visibilidad, y el viento hacía que las cosas volaran de un lado a otro.

Cuando aparqué el coche, ví entre la lluvia una figura en el portal del edificio. Sentí compasión, ya que pensé que sería una persona sin hogar que buscaba refugio contra el frío y la tormenta. No era mucha ayuda pero busqué en mi bolsillo y saqué unos billetes para que al menos pudiera comprarse algo caliente.

Bajé rápidamente y, aunque corrí el corto tramo que separaba el auto del edificio, me empapé con la lluvia. Goteando agua, me dirigí al señor que estaba encorvado bajo la lluvia.

-Oiga, aquí tiene. No es mucho pero...¡Francesco! ¿Qué estás haciendo aquí?-

Estaba completamente mojado, y temblaba de frío. Levantó la mirada y pude ver la tristeza en sus ojos. Debería haberme importado poco, pero mis entrañas se retorcieron de verlo así.

-Vamos, ven conmigo, te daré algo de ropa seca y un café, te vas a enfermar-.

Se levantó y me siguió, pero no dijo una palabra. Yo tampoco hablé. Subimos al ascensor y tampoco dijimos nada, temía que todo se quebrara si decíamos algo.

Entramos al departamento y le alcancé una toalla. Luego fui a la habitación y tomé un pantalón y un suéter que había dejado cuando se fue.

Se metió en el baño y se cambió. No quiso ducharse aunque se lo ofrecí. Mientras se estaba cambiando yo fui a quitarme la ropa mojada y ponerme algo más abrigado. Mientras estaba en ropa interior, entró en la habitación, sin darse cuenta que me estaba cambiando.

-¿Podrías prestarme un cargador?, porque mi celular murió y...¡Joder! Lo siento, no sabía que estarías así-

Se quedó mirándome fijamente, con la boca entreabierta. Yo continué vistiéndome. No quise hacer demasiado escándalo, vamos, no era la primera vez que me veía así.

-Joder, Trini. Eres hermosa. Me pierdo en tu cuerpo, de verdad. Estás radiante, no sé cómo describirlo, si tú te pudieras ver como yo te veo...-

-¿Qué vería si me pudiera ver como tú me ves?- pregunté con los ojos llenos de lágrimas.

-Verías a una mujer hermosa. Pero eso no es lo mejor que tienes. Eres fuerte, eres la persona más jodidamente valiente que he conocido en mi vida, eres sexy, no sabes cómo me pones solo con mirarme... estás rota pero sigues adelante. Siempre te va a faltar una parte de tu corazón, y sin embargo has aprendido a ser feliz. Y si me miras a mí verás a un hombre enamorado de esta mujer hermosa, que está muy arrepentido por haberla cagado, y que lo único que quiere en su vida es que esta hermosa mujer le dé otra oportunidad.-




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