Febrero 15, 2018. 11:00 a.m.
─Dime George ─digo al teléfono.
─Te han traído un paquete más Natalie ─contesta George.
─¿Dice de donde viene George? ─pregunto.
─En el remitente dice que viene de un tal Clifford, Natalie ─responde y yo suelto un pequeño grito ─¿Todo bien?
─Sí, George. Solo que me alegra que ya haya llegado ─contesto ─, bajo ahora mismo George.
─Yo podría llevártelo...
─Tonterías George, yo bajo en un momento ─lo interrumpo ─. Adiós George...
Cuando digo eso cuelgo el teléfono y voy corriendo a mi habitación para ponerme un short más largo y unas sandalias para bajar, en el momento en que estoy lista tomo mis llaves y celular y camino directo hacia el ascensor y lo llamo.
No tarda mucho en llegar por lo que en cuanto las puertas se abren entro y presiono el botón de planta baja para llegar a la recepción de mi edificio. Cuando este comienza a bajar me viene a la mente el lugar en el que vivió, pienso en cuan caro a de ser vivir en un lugar como este y en cómo debe este significar un gran gasto para muchos el lujo de vivir en este edificio.
No me quejo dela buena suerte que he tenido y de cómo tan joven he logrado esto, pero creo que sin Nafar no hubiese podido tener la oportunidad de vivir en este lugar. Después de todo, él solo se ha encargado de cumplir cada uno de mis caprichos cuando se los pido.
Las puertas se abren y puedo ver el escritorio en donde se encuentra el puesto de George y cómo arriba de este gran escritorio hay una caja color blanca con un listón de mi color favorito en la vida. Color café con leche.
Sé que no es una gran descripción del color o mucho menos el nombre de este, pero es de esa manera como suelo llamar y distinguir ese bello color.
─Hola Natalie ─me dice el hombre.
─Hola George ─saludo ─. He venido por mi paquete.
─Lo sé niña, mira que me lo has dicho hace unos minutos cuando te llamé ─contesta.
─Bueno es que me emociona el hecho de que ya haya llegado ─digo con una sonrisa.
─¿Algo que compraste? ─pregunta.
─No, algo que me han regalado ─contesto.
─Ya veo...
Sé que va a decir algo más pero el sonido del ascensor se escucha anunciando que alguien ha bajado. Y entonces llega el momento gracioso porque ambos volteamos a ver quién ha bajado, pero solo es la Sra. Masllow.
─Siempre perdiendo el tiempo George ─escucho hablar a la mujer ─, deberías ponerte hacer algo.
─Cuide lo que dice señora ─hablo en defensa de George ─, la persona que debería ponerse a hacer algo es usted.
Me recargo en el escritorio alto de George y paso una de mis piernas por enfrente de la que está próxima al escritorio mientras comienzo a limpiar mis uñas con mi pulgar.
─¿Quién diablos eres? ─pregunta la señora, supongo que su palabras están llenas de enfado porque ni siquiera la miro.
─Bueno soy alguien ─es lo que respondo sin mirarla aún.
─Ya veo, eres la buena para nada ─dice y es entonces cuando decido mirarla.
─Tal vez, pero por lo menos yo sí soy educada señora ─le respondo mientras sonrío hacia ella.
─Sí claro.
─Hablo en serio señora ─le digo ─, por lo tanto de manera educada le pido que no vuelva a insultar a George.
─Niña, no digas nada...
─No, George ─lo cayo y aprieto su mano mirándolo ─. Ella debe entender que a las personas hay que respetarse sin importar la clase social a la pertenezca, si ella puede pagar por un departamento aquí no la hace más importante que tú...
─¿Ya terminaste? ─pregunta interrumpiéndome.
─No, no he terminado y espero no me vuelva a callar ─ respondo. Me enderezo porque es momento de tener unas palabras con esta señora ─. Le diré una cosa señora, no vuelva a tratar mal a George porque gracias a él este lugar es tranquilo y está en orden, además como le dije la que debería ponerse a hacer algo es usted, es decir, mire el horrible cabello que lleva. No entiendo como la gente no le dice nada y le pide que peine esa maraña.
Bien, lo he dicho y me siento bien por eso. Escucho como George pronuncia un muy bajo pero audible para mí un "niña que has dicho", no me retracto de lo que digo jamás y menos en este momento, por lo que no quito la mirada de la señora.
Ella me observa boquiabierta pero eso solo hace que yo sonría y me hace pensar en cuan maleducada soy en muchas ocasiones, sé que siempre soy una persona dulce y muy difícil de tratar pero eso se debe a que siempre lucho porque todos seamos tratados con respeto, ella nunca trata de esa manera y es hora de que alguien se lo diga.
─¡Te quiero fuera de este edificio! ─grita la señora y yo rio de esa orden absurda.
─Le diré algo, yo tengo un contrato que para su mala suerte es de dos años ─aquí viene de nuevo mi lengua suelta ─, además el contrato acaba de ser renovado por lo tanto quiere decir que no me marcho hasta que el contrato termine. Es decir, en dos años, lo cierto es que no sé si usted siga viva para ese entonces, espero que sí porque mire, yo no le deseo la muerte a nadie pero la vida es una loca perra que siempre juega las cartas que se le da la gana.
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Editado: 30.11.2024