En Tus Brazos

CAPÍTULO 25

E l í a s

 

 

Son innumerables las veces que había despertado a su lado, veces en las que si despertaba antes que ella, me quedaba enganchado a observarla hasta verla despertar. Aunque, aquella mañana todo era diferente, no había comparación para todo lo que significaba haber despertado esa mañana junto a ella.

No estaba arrepentido, tenía miedo.

Solo era cuestión de tiempo para que mi amor por Elizabeth saliera a flote, era tanto lo que sentía por ella que simplemente no podía guardarlo para mí. Tenía que decirlo, demostrarlo y hacerla sentir que de verdad mi corazón era completamente para ella.

El deseo fue tan grande que no hubo parte de su cuerpo que mis manos ya no conocieran.

Traté de no pensar mucho en lo ocurrido porque entonces caería en la tentación de volver a hacerla mía nuevamente, pero eso no me impidió echar un vistazo bajo las sábanas, aunque termine maldiciéndome por haberlo hecho.

El hermoso cuerpo desnudo de Elizabeth relucía frente a mí, por encima de sus pechos, su cuello, su abdomen, incluso por sus muslos, había marcas hechas por mí y mi incontrolable deseo de anoche. Solo logré tranquilizarme cuando ella cayó agotada sobre mi pecho.

Si cerraba mis ojos podía recordar perfectamente cómo su cuerpo se arqueaba de placer y los perfectos sonidos que hacía cada vez que mis dedos pasaban por su delicada piel.

Sin duda alguna, después de esta madrugada muchas cosas cambiaron entre nosotros, eso era evidente. Me amaba, no tenía dudas sobre eso y no me creía ser merecedor de su amor incondicional.

Lo más sensato sería contarle la verdad, pero estaba seguro de que eso me llevaría a perderla y eso era un riesgo que no estaba dispuesto a correr y ahora menos, que había probado cada parte de ella y que estaba loco por volver a repetir.

Fue incontrolable que mi dedo fuera hasta la piel de su clavícula, haciendo un recorrido hasta llegar al medio de sus pechos. Cegado por el recuerdo de nuestra candente noche más el amor que sentía por ella, acerqué mi cara hasta su cuello con la clara intención de despertarla, pero al final luché contra mi cuerpo y volví a sitio.

Suspiré frustrado, más me vi sorprendido cuando mis ojos chocaron con los de ella.

—¿Estás arrepentido?

Su pregunta dolió en lo más profundo y no tenía el coraje suficiente para mostrarme herido, porque era mi culpa el que ella se sintiera insegura. Me sentí culpable por las veces que escape de ella porque al final solo la hice sufrir en vano, ya que de igual forma llegaría el momento en que derramaría todo lo sentía por ella.

Quise responder a su pregunta de la manera más convincente, así que me fui sobre ella para adueñarme de su boca y besarla con todo el amor que ella se merecía. Esta vez sin apuros, sin el deseo cegándome y tomándome el tiempo para sentir sus labios de forma lenta.

—Espero que esto haya respondido a tu pregunta.

Sus ojos se volvieron dos luceros cuando me regaló la sonrisa más deslumbrante que alguna vez le haya visto y que Dios me castigara, si no me esforzaba lo suficiente para mantener esa sonrisa siempre en sus labios.

Eran tantas las emociones que experimentaba que poco a poco me sentía como un adolescente.

—¿Esto es real?

Aun estando sobre ella empecé a repartir besos por toda su cara.

—¿Cuántas preguntas haces por las mañanas después de acostarte con tu flamante marido?

Luego de volverme un idiota con el sonido de su risa, me imitó y respondió a mis besos con más besos, embriagantes y dulces besos.

—No negaré que esto me hace feliz —sus manos sostuvieron mi cara para detener mi estampida de besos—, pero tienes que dejar de hacer eso para poder pensar con claridad.

—¿Qué tanto hay que pensar? —me tumbé a su lado pasando mi brazo por su cintura—. Estamos bien.

Por la forma en que quito mi mano de su cintura fue fácil deducir que algo no iba bien, por tanto, decidí sentarme y acomodarme a esperar a que ella fuera la primera en hablar, ya que era evidente que tenía mucho que decir.

Bufé cuando cubrió sus pechos al sentarse.

—Estamos bien ahora, pero, ¿Qué hay de antes?

Golpeó con fuerza mi abdomen para lograr llamar mi atención y así apartar mi vista de los lunares de sus brazos.

—¿Eso es importante?

Esos ojos que en la madrugada me miraban con deseo, ahora me miraban con molestia e irritación acumulada.

—¡Por supuesto que lo es! ¿Es que piensas que creeré que me quieres de la noche a la mañana? No soy lo suficiente idiota para creer eso.

Estaba seguro de que esa cabecita empezó a llenarse de historias que quizás no estaban tan lejos de la realidad, pero que no tienen sentido pensar ahora, porque de ahora en adelante ya no saldría huyendo de lo que siento. Así que, jale de su brazo y la traje a mi pecho para abrazarla y susurrarle algunas palabras tranquilizadoras que se me iban ocurriendo.

—Sabes que te quiero desde hace mucho.



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En el texto hay: romance, amor, embarazo

Editado: 11.04.2024

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