Todo lo planeado para el cumpleaños de Dani estaba quedando de maravilla. Mamá estaba encargada de la comida, papá decía estar ayudando, pero en realidad no lograba ver su aporte, lo único que se limitaba hacer era dudar de mi gran idea. Cam, por su parte, solo quería un poco de pastel.
Mis padres no estaban muy seguros de esto, no después de toda la pelea de Dani con nuestra madre. Sin embargo, yo quería que funcionara porque ahora mismo una sonrisa de Dani significaba demasiado para mí y qué mejor forma de lograrlo que hacerle saber que no estaba sola, que muchos la amábamos por aquello que ella veía como un defecto.
Todos se quedaron de piedra cuando escucharon el timbre sonar, pero solo estaban presos de los nervios porque, primero; Dani llegaba después de las 5 de la tarde y segundo; mi hermana tenía llaves de la jodida puerta.
—¡Llegó el alma de la fiesta, perras!
Elías entró a casa cargado de varias bolsas, cosa que llamó la completa atención de Cam, así que ni lo pensó para saltar sobre mi amigo y buscar la forma de revisar las bolsas.
—¿Trajiste algo para mí? —La emoción de Cam se veía reflejada en una gran sonrisa, la cual mi amigo se encargaría de hacer desaparecer en cuestión de minutos
—¿Es tu cumpleaños?
—No ―respondió, siendo obvio.
—Entonces no hay nada para ti.
No estaba de ánimos para estar al pendiente de las peleas infantiles entre mi hermano y mi amigo, así que me senté en el sofá y me dispuse a revisar mi celular.
Cam corrió hacia mi regazo para solo empezar a ponerme quejas de Elías.
—Deja tu mierda, Elías.
—¡Sí, deja tu mierda, Elías! —exclamó Cam, imitándome.
—¡Mierda! ¡Cállate, no repitas!
Ahora es Elías quien luce divertido de la situación.
—Pensé que Neil ya estaría aquí.
Se sentó a mi lado luego de dejar las bolsas sobre la mesa de centro.
—Ya viene en camino.
—¡Neil es más divertido que tú! —intervino Cam, aún enojado—. Él me compra comida, juguetes, me deja usar su celular y juega videojuegos conmigo.
—Qué manera tan sutil de decir que eres hermano de Paris Kellman sin decir que eres hermano de Paris Kellman.
Mi hermano había logrado su propósito porque Elías se veía herido y es que, cuando a mi hermano no se le complace, se puede volver el mayor traidor de todos, tal cual como lo había demostrado.
—Todo esto termina bien, ¿Cierto?
Ver a Elías ladear su cabeza de un lado a otro no me hizo sentir muy segura.
—Bueno, hay dos opciones. Una, es que se moleste tanto que a todos nos mande a la misma mierda —Me hundí más en mi asiento, esas no eran las palabras de aliento que quería escuchar—. Y la segunda es que quizás se moleste, pero que al final vea que todo esto lo hiciste con buenas intenciones y termine soportando todo.
Por el bien de mi tranquilidad esperaba que fuese la segunda opción lo que pasara aquella tarde, pero con lo impredecible que estaba siendo Dani era difícil saber qué ocurriría.
Estaba en aquella etapa odiosa en la que odiaba la mayoría de las cosas y solo amaba la soledad de su habitación. La adolescencia era una etapa asquerosa en la que nos sentimos incomprendidos y cualquier cosa que nos llegara a pasar, era simplemente el fin del mundo. Gracias a Dios solo pasamos por ella una vez en la vida, sin embargo, nos deja cicatrices con las que tendríamos que lidiar más adelante.
La talla es un problema, nuestras preferencias pueden ser un problema, las demás chicas nos parecen más lindas, con cuerpos irreales y rostros envidiables que llevan nuestros complejos a un tope agobiante. La mayoría de las niñas pasan por toda esa mierda sola y no quería esa mierda para mi hermana, quería ser su apoyo y que ella lo sintiera de esa forma.
El timbre sonó y Elías me miró interrogante.
—Es Neil. Iré yo
—Por supuesto que irías tú.
Abrí la puerta con la mayor felicidad del mundo, ya que ver la sonrisa de Neil tenía ese poder que hacer que desapareciera cualquier preocupación, pero quede en estado catatónico cuando no solo observe a Neil, sino que también al chino desagradable y a Beth.
¿Qué mierda estaba pasando?
Entre mi estado de confusión escuché a mamá acercarse preguntando quién había llegado, Cam estaba a su lado y este último, por su expresión, pareció haber reconocido a la hermana de Neil.
Cerré mis ojos y le pedí a dios con todas mis fuerzas, que hiciera que mi hermano mantuviera la boca cerrada, pero mi súplica había llegado demasiado tarde.
—Mamá… —su pequeño índice señaló a Beth—. Es la puta Beth.
¡Ay no!
Todos ahogaron un grito al escucharlo.
Mi mejor amigo soltó una risa algo incómoda mientras que su mano volaba a la boca de Cam, previniendo que saliera alguna otra cosa que me provocara cavar mi propia tumba.