N e i l
Saber que dos de las personas importantes de mi vida estuvieron sufriendo por el mismo idiota no era fácil de comprender. Mi hermana tan sensible con alguien que claramente no pensaba con su cerebro, y Paris, tan inteligente, pero que al final se dejó envolver por alguien que solo estaba dispuesto a jugar, ¿De tantos hombres por qué con él? Era una pregunta que no dejaba de hacerme y sobre todo, pensaba en lo importante que él debió ser para ella hasta el punto de no importarle lastimar a otros.
La mayoría de las noches era imposible dormir porque las madrugadas parecían el momento perfecto para pensar y extrañarla. Esa costumbre odiosa de revisar el teléfono por la mañana porque siempre había un mensaje de buenos días. Aquello cambio, todo se había vuelto más silencio. La extrañaba, aquel ruido cuando arrastraba sus pies, lo desastrosa que era en la cocina e incluso, extrañaba ver su cabello en el baño luego de peinarse.
Aquello de seguir adelante no estaba funcionando.
—¿Te sucede algo, Neil? —Parpadee, una vez más estaba soñando despierto.
Todos los chicos, incluida Nathalie, decidieron que era buena idea venir a invadir mi espacio para, según ellos, ayudar a mi pésimo estado de ánimo. Me gustaba pasar tiempo en familia, salir con amigos, pero en aquel momento lo que necesitaba era tranquilidad y silencio para estudiar y seguir pensando en ella.
—Sigues distante, así que todo lo que están haciendo los chicos no está funcionando.
Me resigné, era claro que tiempo con mis amigos no era lo que me hacía falta. Yo lo que realmente necesitaba tenía nombre, apellido y un par de ojos marrones que me enloquecen.
—¡No hay cervezas en esta mierda! —Gritan mis amigos.
Después de mi última desagradable y penosa embriaguez, le juré a mis padres que mantendría mi distancia del alcohol. No era un alcohólico, pero aquel dolor de cabeza, náuseas y vómitos, era algo que no volvería a experimentar.
Mis primeras semanas sin Paris habían sido demasiado duras y había sido una completa locura haber recurrido al alcohol para sobrellevar aquel dolor.
La soledad, el recuerdo de Paris y un buen vino, no eran una buena combinación.
—Vamos por unas cervezas —Decidió Liam, los chicos terminaron apoyándolo—. Esta mierda de reunión será aburrida sin unas Budweiser.
En lo absoluto me apetecía ir con los chicos por cerveza, eran un desastre andante y no quería ir en plan de ser el niñero. Preferí quedarme en compañía de Nat, decisión que había asentado más la cara de idiota de Junior.
Ni siquiera me tomé la molestia en hacerle saber que aquí no pasaría nada, porque igualmente no me creería.
Sentados en el sofá más grande de la sala, ella empezó a hablar de algunos pacientes y de lo complicado que habían sido sus turnos nocturnos en el área de emergencias.
—¿Estoy aburriéndote? —Negué con rapidez—. No me mientas, Neil.
—De verdad. No miento.
—Pruébalo.
—Estabas hablando acerca del hospital y tus pacientes de…
—No de esa forma —me interrumpió.
La observé con notorio interés, queriendo saber a qué forma se refería.
—¿De qué forma, entonces?
Sin decir nada, sus manos llegaron a mi pecho y su boca a la mía. Esperaba cualquier cosa, menos está.
Ella estaba sobre mí tratando de profundizar el beso, pero yo estaba en un gran estado de confusión porque no podía creer que algo así estuviera pasando. Al notar que no había ninguna clase de reacción de mi parte, tuvo la intención de apartarse, pero mi mano fue a su cuello impidiendo irse.
Si el alcohol no era una opción, entonces esto podría serlo.
Deseaba con todas mis fuerzas que esto fuera suficiente para sacar a Paris de mi sistema, pero a medida que el beso se intensificaba, mi situación empeoró. En lo único que lograba pensar era que los besos de Paris eran mucho mejor, que su sabor era el único que deseaba probar, que sus delgados dedos entre mi cabello eran los únicos que me hacían suspirar, la sensualidad en que movía sobre mí y sus seductores gemidos eran difíciles de superar.
Era un idiota por estar comparándolas y por estar haciéndole esto a Nathalie, esto tenía que terminar, ni siquiera tuvo que haber empezado.
Solo había una boca que quería besar y no era la suya.
Totalmente avergonzado por mi terrible decisión, alejé mi rostro del suyo cubierto por un tono rosa. Era tan tierna que me rompía el corazón tener que decirle que esto no tuvo que haber pasado, pero antes de poder decir algo, el timbre sonó.
Como empujado por un resorte me levanté para abrirle a los chicos, mi terrible sorpresa fue no ver a los chicos, sino a Paris.
—¿Qué haces aquí?
Parecía haber recibido una bofetada al escuchar mis palabras en mi tono apresurado, pero no podía actuar de otra manera cuando tenía a Nathalie dentro de mi apartamento.
—Creo que aún sigue sin ser buena idea venir aquí.