Ya estaban todos en la mesa, era una escena muy acogedora, mientras cada quien ocupaba su lugar, no faltaron las bromas y risas. Era un tesoro ver a mi padre sonreír porque casi siempre lo veía serio, repitiendo este patrón con mi madre quien a pesar de ser estricta sabia cuando relajarse y en el caso de mis tíos era imposible no sonreír al verlos. Finalmente, tome mi lugar en la cabecera de la mesa mientras cada uno de los más exquisitos olores se introducía en mis fosas nasales deleitándome gracias a los platillos que mis tías y mi madre se esforzaron en preparar.
A pesar de que me costara trabajo sonreír, no podía evitar sentirme más feliz al ver a cada miembro de mi familia desde sus sillas sin no parar de hablar y de abalanzarse como unos lobos sobre la exquisita comida, mientras yo observaba de frente y al otro lado de la mesa, a mi padre cambiar su cara de seriedad a una de satisfacción. Todo era tan vivo, tan cálido y acogedor, como un bello atardecer y uno de los más dulces sueños.
Cuando de repente algo dentro de mí comenzó a cambiar, algo dentro de mí comenzaba a generarme una gran angustia. Mis manos comenzaban a vibrar y comenzaba a sentir el sudor frio correr por mi frente. Algo andaba mal, pero nadie parecía percatarse de ello todos seguían sumidos en su mundo. No podía mantener la calma, era casi como desmayarse, pero algo había cambiado, algo era diferente, era como si algo quisiera ser arrancado de mi cuerpo violentamente. Estaba temblando, no podía moverme, solo mis ojos no paraban de moverse frenéticamente cual ave agonizante. Unas sombras comenzaban a deslizarse extinguiendo cada luz en la habitación y comenzaban a trepar por las piernas de cada uno de los presentes. Parecían tener ojos cual los colores vivos del atardecer, pero en ellos solo se reflejaba el dolor.
Ya no escuchaba las voces de mis familiares que parecían inmutados a lo que estaba ocurriendo. Peligrosamente las sombras comenzaban a cubrirlos. Comenzaba a gritarles que huyeran, pero mi voz parecía muda mientras pude ver de reojo como a mi madre, una de las sombras se introducía por cada una de sus cavidades faciales devorándola, metiéndose por su boca y ojos; cuando voltee al otro lado logre ver como las demás sombras repetían este procedimiento grotesco con cada uno de los presentes, excepto conmigo, mientras ellos continuaban como si nada pasara. No podía continuar viendo, pero era como si una de las frías y grotescas sombras mantuviera mis ojos abiertos violentamente como las películas que solían atemorizarme, sentía las lágrimas correr por mi rostro y mi cuerpo seguía sin responder, parecía atado. No podía más con esto ¿Cómo era todo esto posible? Comenzaba a sentir como me faltaba el aire cuando un fuerte pitido silencio las voces de júbilo de toda mi familia inmutada, que las sombras continuaban devorando. El pitido se hizo más fuerte y me sumió en una oscuridad y con un parpadeo, me desmaye.