Observo con apatía aquella imagen desoladora frente a mis ojos, el humo negro asciende llevándose los recuerdos de mi existencia, despidiéndose con crueldad de mis secos ojos y mi rostro manchado de sangre. Aprieto los dientes hasta sentir dolor retrocediendo para huir de lo que pensaban ellos que sería mi sepultura. Es mi muerte en vida, porque todo aquello que amaba había sido consumido por el fuego de odio de quienes creí conocer pero no resultaron más que criaturas ávidas de poder. Incluso hasta él me había traicionado, y su propio puñal había atravesado mi pecho destrozando no solo mi carne sino que también mi alma.
El ardiente Sol del desierto parece ensañarse sádicamente conmigo, no solo secando mis heridas sino que haciendo que despiadados seres dancen frente a mis afiebrados ojos, invitándome a una muerte que huye cada vez que intento alcanzarla.
Debo morir, sí, es lo mejor, pero mi pecho arde imaginando mi venganza, el cómo les devolveré todo el calvario que nos han causado y ello me obliga a aferrarme a la vida. Pero al escupir y ver la sangre que ha manchado la mano con que me había cubierto la boca me doy cuenta que mi existencia comienza a consumirse debido a la herida causada por el hombre que creí que me amaba.
Sigo caminando empujada a un destino desconocido, sin preocuparme si mi cuerpo terminará tragado por la ardiente arena que hiere mis desnudos pies, solo un paso más hacia aquellas lomas vacías, hacia aquel Sol, hacia el final de todo. Mi garganta sedienta se conforma con calmarse con aquel sabor metálico de mi sangre.
¿Por qué se demora tanto? ¿Por qué de una vez por todas no llega mi muerte? tal vez ni siquiera ha pasado demasiado tiempo desde que escape herida. Tampoco comprendo porque mis piernas no se detienen como si buscaran llegar a un lugar específico donde esperar el fin de nuestro suplicio.
Poco a poco la vesania se apodera aún más de mi, y aquellos seres danzante se detienen mirándome con avidez, como si desearan mi carne, alimentarse de mí, retrocedo espantada. Corro tropezando y sintiendo sus calientes alientos juntos con sus aullidos extraños, como voces humanas que gritan en su más absoluta tribulación. Y en estos momentos de desesperación recuerdos de mi propia vida me torturan, anhelando aferrarme a ellos y morir en sus brazos, pensando en mi padre, en su rostro, en su mirada, en su risa, en mi vida en el palacio, en mi vida como princesa y enamorándome estúpidamente de aquel hombre... de mi verdugo. Aprieto los dientes gritando maldiciones mientras tropiezo y ruedo por la arena, me odio, odio mi absurda realidad de ese entonces, de mi fantasía, de mi cuento de hadas, de creer que todo tenía un final feliz. Y lloró, aun cuando pienso que mis pupilas están secas, observando aquel Sol que no deja de herirme con su calor.
Cierro los ojos deseando que aquellos seres me devoren y que el dolor de esta muerte calmé el odio que carcome lo que me queda de vida. Pero como una ironía ellos se esfuman frente a mi dejando solo a mi vista la soledad del desierto.
No sé cuantas horas permanecí en esa posición, acostada de espaldas sobre la arena, cuando unos chillidos agudos me obligaron a mirar. En el cielo observándome con impaciencia, un par de cuervos esperan el desenlace fatal. Sonrió con burla, pobres aves, la muerte me desprecia por lo que de seguro aun me quedan muchas horas de vida.
Unas risas burlescas llegan a mis oídos, buscando calar aun más mis heridas, pero no aquellas que sangran al exterior, sino las heridas de mi estúpido corazón. Sus voces extrañas como ecos de mis propias cuerdas vocales repiten preguntas que no respondo y a causa de mi silencio parecen enfurecerse y volver a preguntar una y otra vez, repitiéndolas para torturar mis sienes.
—"¿Siquiera pudiste darte cuenta de sus planes? Tu tía... tu propia tía planeó todo esto para quedarse con el poder de tu padre, aquella misma mujer que puso sus labios sobre aquel hombre" —la ironía se apodera de aquella voz como sintiendo dicha de mi tormento—. "Pensar que ahora estas aquí sola muriendo, ahogada de dolor y venganza, mientras ellos deben estar retozando sobre una cómoda cama, y aquel traidor bebiendo del néctar de esa mujer ¿Crees siquiera que piensa en ti? ¿Creíste que su sonrisa, sus palabras dulces, y aquella mirada no escondían sus ansias de matarte? Nació odiando a tu padre, desde que tú naciste te odió. Porque a causa de tu padre él quedo huérfano...Ahora su sonrisa, su mirada, todo le pertenecen a ella, imagínalos burlándose de la estúpida mujer que cayó en su juego y que sin proponérselo los ayudó a derrocar a su padre... tonta niña llorona, tonta muñeca ingenua... tonta"
—¡Cállate! —le grito y luego otro alarido de una ira que me martiriza huye de mi interior perdiéndose en el cielo azul y soleado—. Cállate
Repetí mordiendo mis labios y apretando mis ojos que ya no pueden llorar más.
Me levanté tambaleando dispuesta a seguir caminando aunque no hay rumbo que seguir, mi debilidad solo me permite arrastrar mi cuerpo, unos cuantos pasos y caigo de rodillas, unos más y caigo bruscamente vislumbrando un Oasis que oculto por las tinieblas de mi locura no había podido ver antes. Me arrastré, mi corazón late acelerado, las esperanzas de vida, de una nueva vida. Solo quiero sentir aquel líquido, aquellas ganas de seguir viviendo, pero solo a unos centímetros de las aguas cristalinas me detuve observando con asombro a aquella sombra que se ubicó frente a mis ojos. Dirigió su eterna sonrisa y sus cuencas vacías hacia mí. Del horror pasé a un estado de calma y luego sonreí, acabando en carcajadas febriles y perturbadas liberadas de mi pecho, una risa extraña que parece ironizar con mi final y tal vez por eso mismo lloró a la vez.
—¿Que quieres humana? —murmura el encapuchado apoyado en su hoz.
—Venganza... —digo esto sin dejar de reír.
Lo escucho reírse también, una risa ronca pero sincera, posa su huesuda mano sobre mis ojos.
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Editado: 24.06.2024