«Dicen las "malas lenguas" que había una mujer en el pueblo como existen pocas en el mundo. Se le veía sonreír a todo momento, no se quejaba, no se enojaba. Siempre lleva en su semblante un ademán de alegría y calma; llegaba a ser hasta contagioso, dicen algunos. Otros argumentaban que ella era la base del municipio, la estabilidad de aquellas tierras.
Un día aquella mujer decidió irse del pueblo sin avisar. En el pueblo se aterraron, se había ido la mujer que le daba vida a aquellos lares. Tuvo el pueblo entonces una reunión sin precedentes; los pocos habitantes de ese espacio diminuto discutieron durante varias horas el qué iba a ser de ellos sin la mujer del gesto alegre.
Finalmente llegaron a una conclusión: iban a seguir adelante. ¿Cómo?, no tenían ni idea. Pero lo cierto es que el pueblo salió adelante y se embelleció cada vez más, primavera tras primavera. Con la corazonada de que la mujer había dejado su espíritu en la pequeña villa.»
Así explicó un padre a su hijo la ausencia de su madre en algún mundo de ficción