Esteban
—Vuelve a tocarme una vez más y te rompo la cara—le advierto quitándome su mano de mi hombro por tercera vez.
Ya me tiene cabreado, no tengo ni idea de quien se cree que es para venir con tanta confianza a hablarme, llamarme “hermano” y poner su mano sobre mi hombro, no somos amigos, ni siquiera lo conozco y el que conozca a Beatriz y a Marcelo no le da el derecho de estar en confianza conmigo. Detesto a los tipos como él, no son más que oportunistas, que creen que pueden ir por la vida entrando en confianza con quien se les cruza por delante, por cómo se ve es evidente que no es más que un muerto de hambre, rogando por la atención de gente como nosotros para que lo alimenten, imbécil.
—Esteban relajate—me pide Marcelo dándome un palmetazo amistoso en el brazo—Es nuestro amigo.
—Será amigo tuyo y de Beatriz, pero mío no lo es, ni siquiera lo conozco—hablo como si él no estuviera ahí con nosotros hablando en una de las mesas de la cafetería.
—Es el cocapitán de básquet—responde Beatriz, él chico sonríe— y es hijo de uno de los abogados de mi padre.
—¿Y a mí qué? —me encojo de hombros— yo no tengo nada que ver con él, mío no es nada.
—Solo relajate, hermano—me palmea la espalda.
Lo que hace que, en menos de un segundo, antes de que hasta yo pueda pensar bien, lo tenga agarrado por el cuello de la camisa listo para golpearlo, sin dudarlo ni un segundo, dejándole en claro que no tiene ningún derecho a tocarme cuando yo no le he dado la confianza. Marcelo trata de calmarme, pero es Aylén a quien escucho cuando llega a mi lado y solo lo suelto por lo aterrada que me mira, lo cual no me gusta, odio ver a mi hermana asustada por mi comportamiento.
—No estoy interesado en hacer amigos—agrego tan calmado como he hablado con ella durante toda la clase—así como tampoco pongo en duda el sí le parto la cara a alguien solo por el hecho de que me fastidie su comportamiento conmigo o el que husmee demasiado en lo que hago.
—¿Quieres decir que eres temperamental? —en definitiva, hace demasiadas preguntas.
Sé que si fuera otra persona, apenas la hubiera oído decir que soy “raro” o más bien “tonto” como me aclaro hace rato, esa persona ya se habría encontrado en la enfermería hace mucho, pero ella no me hace enfadar, además he sido yo quien le ha empezado a hablar desde que la conocí, el día anterior no había hablado mucho con ella, pero hoy me he desbordado buscándole conversación, lo que es raro hasta para mí, pero Ashley me hace sentir de una forma distinta, me siento cómodo con ella, no tengo problemas para hablarle, mi ceño fruncido, mi mandíbula tensa son harina de otro costal en su presencia, por más molesto y desagradable que me quiero mostrar con ella no puedo, ni siquiera puedo estar sin hablarle, de alguna manera el silencio me mata a su lado y aunque me moleste por unos instantes, no pasa demasiado para que le vuelva hablar, porque pareciera que nuestros papeles se invirtieran, ella es quien más frunce el ceño, dado que parecen molestarle mis comentarios burlones.
Suelo ser frio y desagradable con casi la mayoría aquí, solo me llevo con Cristian, Marcelo y Beatriz, fuera de mi hermana y ahora esta chica, que de algún modo saca mi ladoo amable, a pesar de que parezco no agradarle del todo. Usaría como pretexto que me quiero llevar bien con ella porque parece gustarle a mi amigo y no quiero que nos llevemos mal cuando tengamos que compartir el espacio en algún momento, me excusaría con eso sin problemas, pero eso seria engañarme a mi mismo, dado que es más que evidente que no es por ello, pues de ser así me importaría lo más mínimo el llevarme bien con ella para estar cómodos en algún momento solo por mi amigo, porque no tengo interés el llevarme bien con las personas con las que se relacionan lo deje muy claro el día anterior cuando casi golpee a aquel chico. Esto es algo más personal, me agrada ella, me encanta compartir y sonreír en su compañía, me divierte fastidiarla, me encanta verla fruncir el ceño tanto como cuando se ríe, porque sin importar nada se ve linda y tierna.
—Más bien poco sociable—la corrijo a pesar de que esta en lo cierto, soy temperamental, pero no es algo que admitiré.
—Okey— “Temperamental” modula sin decirlo en voz alta, pero puedo leerlo en sus labios.
Sonrío idiotizado, por lo visto me dejara como el temperamental sin importar los argumentos que use, para hacerla creer lo contrario, pues es lo que soy últimamente, desde que golpee a Joe en el internado, no he peleado desde esa vez, pero el día de ayer me di cuenta de que estallo con facilidad, que pienso en golpear por lo más mínimo, creo que los únicos que se salvaran de todo ello serán mis amigos, porque jamás los golpearía, pero el resto lo dudo.
—Errázuriz los lentes—me llama la atención la señora que tengo por maestra, la cual hace rato el único apellido que parecía saberse era el de mi compañera castaña. La ignoro porque yo no uso lentes—¿Qué no me escucho? —me pregunta acercándose a mi mesa.
—Lo hice—le respondo—pero solo oí mi apellido, fuera de eso no escuche más—digo burlándome con arrogancia.
—Pues se lo repito, colóquese los lentes—me ordena.
—Se refiera a las antiparras—señalo estas colgando de mi cuello—porque si es así, yo las conozco por antiparras de laboratorio no lentes.
—Solo colóqueselos—me ordena, le hago caso y ella regresa al frente dando como advertencia que dichas antiparras son obligatorias durante la clase de química y cada vez que se trabajen con alguna sustancia que debamos crear o lo que sea.
La profesora Cassandra, es rubia delgada, tiene la piel arrugada, efecto del uso en exceso de maquillaje y del cigarrillo, imagino, porque cuando vino a hablar apestaba a nicotina, típico de un profesor frustrado, que da la impresión de que carga con tanto estrés estudiantil que usa como relajante los cigarrillos en su tiempo libre, una excusa patética de todo profesor, estudiante, autoridad o quien sea usa solo para llenarse de humo los pulmones. Esta señora eso si, no solo carga con estrés que le causa el ser maestra, parece descontenta con su trabajo, lo que deja en claro que no tiene vocación, es demasiado amargada y parece desquitarse con cada molestia que le causa algún estudiante, además estoy seguro de que no ha dormido con alguien en años, pues su amargura también viene de la abstinencia sexual. Apostaría a que el día en que le den una buena cogida vendrá radiante a clases, pues se parece a la profesora de portugués que tenia en el internado, era tan amargada como ella y cuando se revolcó con el profesor de convivencia en la biblioteca se puso radiante, libero toda su tensión, de seguro esta señora necesita lo mismo.
Un chico me mira con arrogancia, riéndose de mi llamado de atención, creyéndose un sabelotodo, como si hubiera sido patética la falta que he cometido, lo miro con desprecio, cerrando mis manos en puños, conteniéndome de no lanzarme sobre él y partirle la cara, no es más que un pobretón que necesita planchar su delantal que esta más arrugado que la cara de la maestra, para mirarme de esa manera.
—¿Estás bien? —me pregunta Ashley colocando su mano en mi antebrazo de manera inconsciente.
La calidez de su mano al sujetarme con delicadeza me tranquiliza, el calor de su mano trasciende mi delantal y mi camisa, es como si la tela no existiera, asiento ante su pregunta y ella de inmediato retira su mano dedicándome una sonrisa comprensiva, por unos segundos extraño su tacto, pero me distraigo de ello de inmediato olvidándome de su acto, aun así, me le quedo mirando un rato más mirándola de perfil hacia mí, estudiando sus rasgos, tiene la piel lisa, tanto que parece suave, no usa maquillaje, pero si se retoca un poco las pestañas, imagino que solo usa un encrespador, porque no hay rastros de rímel en ellas, me llama la atención que a pesar de ser delicada y femenina, no lleve ni aros, ni nada por el estilo, solo usa una pulsera que parece ser de cuero o cuerina que lleva un pequeño libro abierto colgando, me hace imaginarme que Cris se la regalo, aunque lo dudo.
—¿Qué? —me pregunta al pillarme observándola, sin darme tiempo de reaccionar, se voltea tan rápido que ni siquiera puedo fingir que estoy mirando otra cosa.
—Nada—niego repetidamente—solo miraba tu pulsera—señalo.
—Pues la llevo en la mano, no en la cara—me responde sin rodeos.
—¿Te la regalo Cris? —pregunto ignorando su comentario.
—No—niega—me la regalo Antonella, mi amiga, junto con Lukas—no tengo ni la menor idea de quién es ese—¿Qué te hizo creer que fue Cristian?
—El que son amigos y ambos comparten la pasión por la lectura, según me conto él— y porque ayer tarde te vi leyendo en la biblioteca.
—Ah, si compartimos la lectura, pero no tenemos tanta confianza como para estarnos regalando cosas—sonríe—solo intercambiamos libro en ocasiones, pero no nos hacemos regalos aún.
“No nos hacemos regalos aún” ¿eso que quiere decir? ¿Qué puede que se lleguen a hacer regalos en algún momento? ¿Qué pretenden hacerse regalos más adelante? ¿Qué quizás están empezando a salir y que aun no se empiezan a hacer regalos? Quisiera que me explicara ello o que me lo diera a entender de una forma más clara, porque, aunque soy bastante inteligente no lo pillo y me deja mucho que pensar, pero antes de que le pregunte que es lo que quiere decir, el timbre suena, ella mete sus cosas a la mochila a toda prisa y se va con su amiga, dejándome ciento de preguntas al respecto, pues hay muchas conclusiones que se pueden sacar con respecto a lo último que dijo.