Enamorada De Mi Profesor

¿Dónde estamos?

Utilicé un bote para ropa sucia que estaba en una esquina del baño para subirme en él y poder ver a través de la ventana, necesitaba una pista. Algo que me indicara dónde estaba.
Al subir sentí que todo daba vueltas, traté de tranquilizarme, no podía desmayarme de nuevo, no ahora. Un enorme y bonito jardín era lo único que podía ver desde mi posición, mas no vi ninguna salida.
Bajé con cuidado del bote y lo coloqué donde estaba. Y de pronto, me vi en el espejo, mi estado era deprimente, tenía los párpados hinchados y manchados del maquillaje que el día anterior me había puesto, mi mejilla estaba roja, tenía los labios secos y agrietados, y lo que más llamó mi atención: la herida que un fuerte golpe en mi frente debió haber dejado, pero no lo recordaba; mi piel estaba pegajosa y mi camiseta húmeda.

-¿Por qué tardas tanto? Date prisa o entraré por ti- Escuché cómo se pegaba a la puerta, supongo que para escuchar lo que hacía.

-En un minuto salgo- Grité para que se alejara.

Comencé a buscar silenciosamente entre los cajones de los pocos muebles que había ahí, algo que me ayudara a escapar, pero no había nada mas que jabones, toallas, papel higiénico y algunos otros artículos de limpieza personal.

Giré la manilla de la puerta dispuesta a salir con los ojos descubiertos para poder ver al tipo que me tenía encerrada.

-Ni se te ocurra salir así- Detuvo la puerta, al parecer no era tan tonto como pensaba -Cúbrete los ojos, ahora-

-Prefiero quedarme todo el día aquí- Dije esperanzada a que me permitiera hacerlo, era mil veces mejor estar encerrada aquí que amarrada afuera.

-Te dejaré hacerlo después de que comas lo que te traje- Yo seguía sin sentir hambre, mi cuerpo estaba en un estado de alerta que no me permitía darme el lujo de sentirla -Sal, preciosa-

Me coloqué el pañuelo en la cabeza a la altura de los ojos pero sin apretarlo tanto como antes.

-Qué obediente eres Pamela, cada vez me gustas más- Se acercó a mí y me dijo esto en la oreja pero yo lo aparté empujándolo con todas las fuerzas que me quedaban. Ni siquiera dio un paso atrás -Recuerda lo que hablamos ayer, no vuelvas a empujarme o tendré que sedarte de nuevo-

-Por favor no lo hagas- Era lo que menos quería.

-Está bien no lo haré siempre y cuando comas todo lo que te traje- "Acarició" mi cabello, sus cambios de actitud me dejaban mucho qué pensar, jamás podría adivinar qué era lo que quería de mí.

-No me ates por favor- Supliqué, al menos quería un poco de "libertad".

-Lo qué ordenes- Me llevó hasta una silla donde me senté voluntariamente. Se alejó unos metros y volvió con un plato que colocó en mis manos -Abre la boca-

Hice lo que me ordenaba, comí su sopa instantánea hasta que ya no me quedaba espacio en el estómago.

-Quiero agua- Hacía mucho tiempo que no bebía agua y mi cuerpo era quien pagaba por eso.

Acercó un vaso lleno de agua a mis labios, bebí todo el líquido con desesperación. Al menos mi secuestrador era considerado. Nunca antes había disfrutado tanto el tomar agua, si llegaba a salir de esto, mi vida definitivamente no sería la misma.

-¿Cuánto tiempo me tendrás aquí?- Mi voz salió entrecortada. La desesperación se apoderó de nuevo de mi mente. Necesitaba respuestas, respuestas a preguntas que no podía y no sabía cómo formular.
Mi mente comenzó a divagar, pensaba en Manuel, ¿estará junto a mis padres buscándome?, no podía asimilar el cambio tan radical que había dado mi vida, pero así es la vida ¿no? Se supone que tienes que experimentar estas situaciones para poder valorar lo que tienes pero ¡Dios mío! Esto es lo más difícil que he experimentado en toda mi vida. Sentí una presión en el pecho y un sabor ácido en la boca, mi estómago amenazaba con vaciar todo su contenido.

-¡Hey!- Gritó el tipo sacándome de mi ensimismamiento, di un pequeño salto en la silla -Creí que te habías desmayado-

No obtuvo respuesta de mi parte.

-Te hice una pregunta- Me tomó con fuerza de la mandíbula -¿Conoces a Emir?-

-Nunca había escuchado de él o ella, lo que sea- Dije sincera, jamás había escuchado ese nombre.

-No mientas, dime qué sabes de él- Presionó con fuerza mi mandíbula.

-¿Cómo voy a hablarte de alguien a quien no conozco?-

-Más te vale que no me estés mintiendo- Liberó mi rostro de su agarre -Levántate-

Hice lo que me ordenaba y me llevó de nuevo al baño -Te quedarás aquí hasta que yo diga-

Dicho esto cerró la puerta con llave y rápidamente me quité la venda de los ojos.

Me tiré recargando mi espalda en la puerta y comencé a llorar, tratando de ese modo descargar todas las emociones que amenazaban con salir por mi boca. Lloré hasta que mi nariz estaba tan congestionada que respirar era casi imposible, entonces me levanté, mojé mi cara y limpié mi nariz.

Nuevamente observé mi rostro en el espejo, no podía creer que en tan poco tiempo estuviera en ese estado, a este paso moriría antes de que ese tipo me matara o hiciera lo que sea que tenía planeado hacer conmigo. No lo permitiría, esa chica en la que algunos meses atrás me había convertido no dejaría que eso pasara.

Tomé el jabón y lavé con fuerza mi piel, me enjuagué, tomé una toalla y me sequé. Tenía que idear un plan de escapatoria, el secuestrador no parecía ser muy listo, tomaría eso como punto de apoyo.

Y así estuve, por un tiempo que no pude medir, recordando películas de secuestros, algo que me ayudara pero nada, nada se me ocurría, mi mente aún estaba en shock, quizá por el golpe.

Entonces miré hacia una de las estanterías algo que llamó mi atención, la etiqueta de los jabones estaba en otro idioma, era portugués, obviamente no sabía hablarlo pero si que podía reconocerlo, tal vez sólo era una coincidencia pero no, todos los productos estaban en portugués, esa era una gran pista, estábamos en otro país eso era claro pero ¿dónde?. Me arrepentí de no haberle dado la suficiente importancia a mis clases de geografía de los cursos anteriores, debían ser varios los países que tienen como idioma oficial el portugués.



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En el texto hay: romance, secretos, misterio

Editado: 13.09.2021

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