Enamorada De Mi Profesor

Una chispa de esperanza

Habían pasado ya varios días desde que me trajeron a este lugar, por más que intentaba no lograba tranquilizar mi mente, mi cuerpo comenzaba a adelgazar por la falta de alimento y cada día me sentía más débil. 
La esperanza de ser rescatada o liberada murió junto con mi voz, desde aquel día en el que escuché los disparos no he pronunciado palabra alguna y gracias a eso, el tipo que me mantiene vigilada me ha golpeado varias veces intentando así que yo diga algo pero simplemente no puedo. No puedo con este cúmulo de sentimientos, de hecho no sé ni cómo me siento, ¿triste, aterrada, enojada, desesperada? Lo único de lo que estoy segura es que tarde o temprano moriré.

-Basta Pamela, estoy harto, o empiezas a comer voluntariamente o haré que te instalen una sonda para alimentarte-

-¿Qué esperas?- Fueron palabras casi inaudibles, me costó demasiada energía pronuciarlas.

-¿Qué espero para qué?- Escuché asombro en su voz, se acercó aún más a mí, supongo que para escucharme con claridad si volvía a hablar, sentí su respiración en mi rostro.

-Para matarme-

-¿No lo entiendes verdad? No te queremos muerta, si nuestra intención fuera matarte ya no estarías aquí- Dijo con un tono que no pude distinguir, era ¿lástima? ¿Rencor? O quizá sólo buscaba que "confiara" en él, pero había dejado de confiar hasta en mí.

 

-Levánte cariño, necesitas ir un poco más rápido para no caerte de nuevo- Me encontraba tirada en el suelo con la rodilla raspada y un poco de dolor en los codos -Yo sé que puedes, eres bastante fuerte-

-No puedo hacerlo papi, estoy lastimada y me caeré de nuevo- Llevaba varias horas intentando andar en bicicleta, ya me había caído en bastantes ocasiones.

-¿Te duele lo suficiente como para no intentarlo de nuevo y no cumplir tu sueño?- Afirmé con la cabeza y él se inclinó para estar a mi altura -Cariño, en la vida siempre vas a encontrar obstáculos pero tienes que ser fuerte, vencerlos y continuar por el camino que te lleve a alcanzar tus sueños, ese camino muchas veces estará lleno de espinas, rocas y quebradas oscuras, pero créeme que no hay nada en este mundo que no puedas superar, porque tú eres una chica valiente ¿verdad cariño?- Asiento levantándome y colocándome de nuevo encima de mi bicicleta.

...

-¿Puedes perdonarme, mamá?- Me acerco a ella para abrazarla -Sé que las decisiones que he tomado los últimos años de mi vida no han sido las más acertadas pero quiero cambiar eso. Quiero esforzarme por ser la mejor versión de mí misma-

-Por supuesto que te perdono hija, la grandeza de una persona está en su capacidad de aceptar sus propios errores y en su habilidad para superar los obstáculos que se le presentan. Y tú, Pamela, me has demostrado que nunca te rindes, estoy segura que lograrás todo lo que te propones-

Le di un beso en la mejilla.

 

Al recordar aquellos momentos, una chispa de esperanza encendió mi corazón, ¿en qué estaba pensando al actuar así? Definitivamente no era yo, no me rendiría tan fácil, tenía que aguantar y ser fuerte, hacer todo por mantenerme con vida y salir de ésta.

Lo haría por mis padres que siempre han confiado en mí, por mi hermano que me ha brindado su mano cuando he tropezado, por Manuel con quien quiero compartir mis sueños, por Diego mi mejor amigo que ha estado conmigo en los peores momentos, por Natalia mi amiga incondicional que siempre tiene para mí una palabra de aliento; pero sobre todo, lo haría por mí.

-¿Entonces? ¿Por qué no me dices qué quieres?- Esta vez hablé con voz más firme.

-Todo a su tiempo preciosa, no trates de adelantar las cosas- Desató la cuerda dejando en libertad mis muñechas -Pronto sabrás cuál es el motivo de tu visita por aquí en Cabo Verde-

Sé que se arrepintió inmediatamente de haberme dado nuestra ubicación pues lo escuché maldecir en voz baja.

-Vamos, come- acercó un burrito a mis labios y sin dudarlo di una mordida –Me da mucho gusto que hayas cambiado de opinión preciosa, ya me estaba preocupando por ti, pensaba que en cualquier momento morirías o mejor dicho, acabarías con tu vida-

Tenía razón, al paso que iba era lo único que lograría, pero eso había cambiado.

-¿Crees que pueda darme una ducha luego de comer?- Pregunté tímidamente para después darle otra mordida al burrito.

-La única condición es que no hagas nada de lo que te puedas arrepentir- Terminé de comer -Te traeré ropa limpia-

Escuché como salía de la habitación, yo me adelanté a desatarme los tobillos, sentí un gran alivio al hacerlo. Ni siquiera intenté escapar, si quería salir de aquel sitio tenía que hacer lo que el secuestrador me pidiera, por un tiempo, al menos mientras encontraba la forma de escapar.

-¿No pudiste esperar a que llegara y te desatara?-

Estaba molesto.

-Necesitaba hacerlo, perdón- Dije en un tono suave para no provocarle.

Me tomó de la mano y me guio hasta el cuarto de baño. Me entregó un bulto de ropa, entré y cerró la puerta inmediatamente puse el seguro.
Descubrí mis ojos y la luz del sol me cegó momentáneamente, cuando me acostumbré a ella me miré al espejo, me encontraba en pésimo estado, como suponía, mis tobillos y muñecas estaban muy lastimados. Me deshice de mi ropa excepto de mi ropa íntima, no me arriesgaría a que entrara ese tipo y me viera totalmente desnuda.

Abrí la llave de la tina, el agua estaba a la temperatura perfecta así que esperé a que se llenara un poco, me introduje lentamente, acostumbrando mi cuerpo al líquido. ¡Dios mío! No comprendo porque había esperado tanto tiempo para este momento, era realmente relajante. Así pasaron unos minutos, lavé mi cabello con champú, enjaboné y limpié perfectamente mi cuerpo. Cuando mi piel estaba como una pasita decidí que era tiempo de salir.

Me sequé rápidamente y tomé la ropa que me dio el secuestrador, consistía de un pantalón de chándal color negro y una camiseta básica blanca, bastante cómodo, la ropa interior era deportiva así que rápidamente me vestí con ella.



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En el texto hay: romance, secretos, misterio

Editado: 13.09.2021

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