Y ahí tirada sobre la cama, las lágrimas comenzaron a salir a chorros, la nostalgia comenzó a formar un nudo en mi pecho, no podía creer que me encontraba a miles de kilómetros de las personas que más quería, sin embargo no lloraba sólo por mí, también lo hacía por el dolor y la incertidumbre que seguramente estaban viviendo ellos.
Me imaginaba a mis padres, destrozados y desesperados, llevaba ya un mes y medio sin verlos, los extrañaba demasiado, necesitaba un abrazo, sentir su amor, sentirme segura a su lado como cuando era pequeña, cuando sentía que nada podría pasarme si estaba junto a ellos.
Pero ahora estaba sola, no podía hacer nada más que confiar en mí misma y explotar mis capacidades al máximo para conseguir salir de esto o al menos averiguar por qué rayos me había pasado esto.
Pensar en mis padres me hacía sentir sumamente triste y desconsolada; pensar en Manuel era algo totalmente distinto, en este momento deseaba tanto sentir sus brazos rodeando mi cintura, sus labios sobre los míos, inhalar su aroma, respirar el mismo aire que él, sentir esa sensación de felicidad y plenitud que sólo él puede brindarme. Necesitaba a mi querido profesor.
...
-Lévantate preciosa- Dijo abriendo la puerta de mi habitación.
-¿Qué no conoces el concepto de privacidad?- Lo miré molesta al tiempo que me sentaba -¿Podrías al menos tocar la puerta antes de entrar?-
-Lo siento, pero tendrás que acostumbrarte, nunca me ha importado la privacidad de las personas- Me daba cuenta de eso -Así que te sugiero que no duermas desnuda o no me haré responsable por lo que pueda pasar-
Rodé los ojos, no soportaba su lado perverso, no es como si me gustara mucho su lado "comprensivo" pero era mucho más tolerable que cuando me hacía insinuaciones de ese tipo.
-¿Qué quieres? Son las 7 de la mañana- Lo fulminé con la mirada, pues estaba cansada y adolorida, había dormido muy poco y no tenía ánimos de lidiar con él. En pocas palabras estaba de mal humor.
-Qué genio te cargas hoy, en el clóset encontrarás ropa cómoda, baja a desayunar- No podía creer que me despertara tan temprano sólo para desayunar.
-No tengo hambre- Respondí al tiempo que me acostaba de nuevo -Vete de aquí-
-No tienes autoridad sobre mí, preciosa, y no te estoy dando la opción de bajar a desayunar, considéralo como una orden ¿quieres?- Suspiré molesta.
-Quiero darme un baño primero-
-Tienes 15 minutos para bajar o subiré por ti- No lo dudaba.
-¿Recuerdas que tengo un tobillo lastimado? Necesito más tiempo- Mantuve la mirada fija en él.
Sin responderme se acercó hasta mí y me tomó en sus brazos, me depositó frente al clóset.
-Escoge la ropa- Abrí una de las puertas, elegí un short de mezclilla y una sudadera gris fresca y holgada.
-¿Donde está la ropa interior?- Pregunté con pena.
-En el primer cajón- Dijo burlón.
-¿Puedes girarte un momento?- Negó con la cabeza, en un movimiento rápido elegí mi ropa interior y la puse entre la sudadera -Ya-
Me tomó en sus brazos y me llevó hasta el baño.
-Si quieres puedes llamarme cuando termines para ayudarte a bajar- Salió y cerró la puerta.
Me quité la ropa sucia y me metí al agua, lavé mi cuerpo y mi cabello, al terminar sequé mi herida y me coloqué una gasa como el día anterior. Me cambié rápidamente y lo llamé.
-Te he dicho que me digas Sebastian- Dijo entrando a mi habitación.
-¿Por qué debo decirte así si ese no es tu nombre?- Cuestioné mirándolo a los ojos.
-Porque yo te lo ordeno- Insoportable.
Me tomó en sus brazos y me llevó hasta la cocina, me sentó en uno de los bancos de la barra.
-¿Te gusta el café?- Preguntó buscando entre la alacena.
-Me encanta- Dije con una sonrisa, entre tantas cosas malas podría disfrutar un delicioso café. Mi ánimo comenzaba a mejorar.
Me dedicó una sonrisa, esta vez me pareció sincera.
-¿Y cómo sigues de tu tobillo?- Preguntó mientras preparaba dos tazas de café -¿Te sigue doliendo?-
-Aún me duele, pero la inflamación ya está bajando- Dije con tono desinteresado, obsevaba a mi secuestrador, nunca me había detenido a verlo, era alto, quizá 1.90, tenía una espalda ancha y sus brazos se notaban muy trabajados. No pude seguir analizándolo ya que me miró de reojo, se había dado cuenta de que lo estaba mirando detenidamente.
-¿Y qué te parece?- Dijo burlón.
-¿Qué cosa?- Fingí indiferencia.
-No te hagas, Pamela, me di cuenta de que me estabas viendo el trasero- ¿QUÉ?.
-No te estaba viendo el trasero- Tosí nerviosa, no tenía idea porque estaba actuando así.
-Como digas- Se giró para verme a la cara -Yo sé lo que vi-
No respondí, sentí cómo mis mejillas comenzaban a ponerse rojas, me limité a mirar en dirección a la ventana, el sol comenzaba a salir y brindaba una escena hermosa.
-Preparé hotcakes de avena- Definitivamente mi día mejoraba gracias a la comida, quién lo diría.
-Gracias- Colocó dos hotcakes en un plato y lo acercó hasta mí al igual que una de las tazas de café -¿Puedo ver la televisión al terminar?-
-Puedes utilizar todo lo que hay en esta casa- Eso no me lo esperaba -Puedes nadar en la piscina incluso-
-No tengo ánimos de nadar, pero gracias por la consideración- Sonreí por lo bajo, definitivamente mi estancia en esta casa sería mucho más llevadera o eso quería creer. Continuamos desayunando en silencio, disfruté tanto mi café que por un momento me olvidé de las tristezas y el dolor.
Al terminar se levantó y me ayudó a incorporarme en el suelo.
-Intentaré andar sola- Dije avanzando hacia las escaleras, haciendo mi mayor esfuerzo.
-Me agrada tu idea, tienes que recuperar poco a poco la movilidad de tu pie-
-Lo sé- Seguí subiendo las escaleras, apoyando primero mi pie no lastimado. Y logré llegar a la segunda planta, me dirigí al salón, tomé el control de la tv y me senté en el sillón más amplio. Nunca encendí la televisión simplemente me quedé observando el mar, aquella zona de la playa no era para nada transitada, supuse que era una zona privada.