Enamorada de mi Vecino

Mi cumpleaños

Capítulo 1

 

Todo parecia transcurrir con toda la normalidad en mi vida hasta que sonó lo más odiado de mi vida y no, no tiene nada que ver con una alarma, que por ley tendria que sonar a las 10 minutos antes de las 7 ir a la escuela.

–NY,NY,NY,NY, ia es didia –La vocecilla eufórica de mi hermanito de 4 años que mientras gritaba a toda voz, tambien se encargaba de jalonearme mi ya nido de pájaros hecho cabello.

Juro que si se tratará de alguien más ya lo hubiera lanzado desde la ventana.

– añio feliii umple añio feli –quito todas las almohadas y sabanas en mi cara, para admirar las ojotes de mi hermanito, mientras intentaba con alegría cantarme la canción de cumpleaños, mi corazón no pudo evitar encogerse de ternura. 

Mi hermano siempre se levantaba todos los dias a esta hora para despertarme para ir a la escuela pero en esta ocasión, me preparo una linda sorpresa que realmente no me esperaba, abro la hoja de papel que me entrega como regalo y lo primero que me encuentro es un garabato en muchos colores que simula ser yo, él y mama y pues supongo que gato, nuestro perro –no se pregunten porque un perro se llama gato– despues de una linda mañana cantando a todo pulmón mi cumpleaños nos encontrábamos echando una competencia en la isleta de la cocina –que usábamos como comedor ya que nuestra casa era bastante pequeña– mientras comíamos.

 

–Bueno ya es hora de marcharte a la escuela, Annette – avisa mamá mientras exhala el humo de su cigarrillo justo en nuestras caras.

–No ves que tu hijo está aquí sabes que odio que estés fumando delante del niño –le digo cabreada bajando al pequeño Elliot de la isleta y alejarlo del maldito humo de esa basura.

–Y yo odio ver sus repugnantes caras todos los días de mi vida en mi casa, ¿y adivina? me los tengo que aguantar, asi que lárgate a la escuela que no pienso ir a rectoría por tu brillante culpa –escupe sin más.

Aprieto mis manos a tal punto de lastímame las palmas con mis uñas, la desafío con la mirada y sin más me trago las palabras que tenía para responderle, recordando que Elliot estaba ahí. No tenía intención de hacerlo llorar ni asustarlo, estaba muy feliz. Ignorando a mi progenitora que ya me habia dado la espalda para lavar los trastes sucios, me pongo a la altura de mi hermano para darle un beso en la frente de despedida.

 

–Ah por cierto – rebusca algo en los bolsillos de su delantal y me lo entrega –Ya casi llega el alquiler de la casa y con las miserias que me están dejando de propina en el antro, no me alcanza para pagar este mes, asi qué te conseguí un trabajo que vi en el periódico, está a dos horas de aqui, llame ayer para que asistieras a una entrevista, por tu bien y el de Elliot, procura conseguir ese trabajo para que encontremos que comer –me tira el papel al avisarme.

 

Siempre hacia lo mismo, se aspiraba el dinero por la nariz y luego quedábamos varados sin comida y sin techo, la última vez que paso esto, tuve que ir a vender flores junto con unos inmigrantes en los semáforos hasta recaudar el dinero del alquiler.

 

Muerdo mi mandíbula y sin decir ni una palabra a mi querida madre, tiro la puerta, le escucho gritar una maldición y me apresuro en tomar el autobús que me dejaba en el instituto.

 

–Feliz cumpleaños Any, –cierra los ojos –lo primero que me encuentro al llegar a la puerta del instituto es la melena teñida de varios colores de mi mejor amiga Charlotte.

 

–Gracias pero no tengo ánimos de nada –susurro

 

–Vamos por favor, sé que te va a encantar –chilla haciendo un puchero mientras repetía por favor por favor, múltiples veces.

 

Ruedo los ojos hasta llegar a mi casillero con ella pisándome los talones.

 

–Está bien –Cierro los ojos de mala gana dándole el gusto.

 

–Ábrelos –Al abrir los ojos lo primero que me encuentro es una cajita envuelta en una funda de regalo –Anda quiero ver tu cara cuando sepas lo que hay dentro.

Me apresuro a abrir mi sorpresa y quedo en una sola pieza al ver otra caja con el símbolo de manzana mordida.

 

–Por Dios, no puedo aceptarlo –se me formo un nudo en la garganta sin previo aviso

 

– Claro que lo vas aceptar boba, pase todo el verano ahorrando para ello, además lo compre con mucho amor, y la escuela no me da tiempo de contarte todos los chismes ahora que estoy castigada, asi que aprovechando tu cumpleaños vi oportuno comprártelo.

 

–Muchas gracias enserio pero es demasiado Let –se lo entrego apenada 

 

Ella mira mi mano como si me hubiera vuelto loca y se niega a recibir mi regalo.

 

–No creo que despues que mamá haya puesto algo de dinero para tu obsequio le gustaría que se lo devolvieras –me mira con ojos cristalinos mientras se cruza de manos y mira a un punto indefinido del pasillo.

 

–Yo.... 

 

–Tu nada amiga, yo te paso saldo del que me pone mi papá y asi pones internet por paquetes, asi que, no hay excusa.

 

El sonido se hace escuchar.

 

–Ya tenemos que ir a clases, sabes que el señor Raimundo, odia que lleguemos tarde – me jala de un brazos y me arresta hasta el salón sin darme tiempo a refutar.

 

Suspiro con pesadez sin aun creerme que me ha tocado tan buena amiga.

 

Largas horas de aburridas clases de historia, nos encontrábamos corriendo a fuerte carcajadas por el pasillo del instituto con destino a la cafetería, busco mi tarjeta de compras que me regalo la mamá de Charlotte y me dispongo a comprar algo para comer

 

Esta mañana apenas habia comido nada.

Conoci a Charlotte por sus padres, cuando vendía flores, en las horas en la que debía estar en la escuela, cuando me encontraba  huyendo de la policía y inmigración (no soy inmigrante pero los africanos que vendían cosas en el semáforo en las calles de Madrid si lo eran, yo vendía junto con ellos para poder encontrar el dinero para las necesidades de la casa) en momentos de locura todo surgió tan rapido y cuando parpadee ya estaba en el hospital con un yeso en los pies y dos rubios con ojos color verdes mirarme con temor. Eran los padres de Charlotte, los señor y señora Campidre, se hicieron cargo de mi durante mi estadía en el hospital y mi madre como no tenía el dinero para hacerse cargo de mis gastos en aquella clínica que me habían traigo los Campidre, nunca fue a visitarme ademas que el pequeño Elliot apenas habia nacido. 




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