Es viernes y camino a casa de mi amiga, corrijo de mi unica amiga Camila, son las seis y cuarto de la mañana y llevo el tiempo justo para poder llegar con ella e irnos al colegio, el recorrido a este es de media hora pero a como camina mi amiga es de mucho mas. Estamos a medio año ya y es también nuestro ultimo año para graduarnos.
Vivimos en Antofagasta/Chile.Que Tiene una playa con una vista muy hermosa, junto a los otros centros turisticos de mi querida ciudad. He pasado toda mi vida viviendo aqui pero no termino de conocerla bien. Tampoco tengo prisa de conocerla toda, no pienso irme de aquí.
Llego a la casa de Cami y toco la puerta principal. La madre de mi amiga es quien abré.
-¡Buenos dias Lia! -saluda doña Carlota. Así es como se llama.
-¡Buenos dias! -le devuelvo el saludo -¿y Cami? -pregunto mientras me da paso para entrar a la casa, la sigo a la cocina. Como siempre que la tengo que esperar, tarda horas en arreglarse, bueno no horas pero si tarda bastante.
La madre de mi amiga me ofrece desayuno, pero se lo rechazo ya que yo ya desayune en casa. Me habla de como va su tienda de ropa en la que esta dando todo su tiempo y esfuerzo y por ese motivo mi amiga se aprovecha de su ausencia y hablando de la reina de Roma aparece en la puerta de la cocina. Siempre perfecta.
Entra a saludar a su madre con un beso y me da uno a mi tambien en la mejilla.
—¿Vas a desayunar? –pregunta doña Carlota a su hija.
—Vamos tarde ya –dice ella
—Come algo porfavor –le pide
A cómo puede mi amiga se atora un par de panqueques que su madre le coloco en la mesa. Mientras yo espero impasiente.
Nos despedimos su mamá, para emprender el recorrido hacia el colegio. Vamos tarde, nos van a regañar, yo nunca llegó tarde.
Estoy casi corriendo para llegar puntual, mi amiga me sigue el paso pero siento que caerá en cualquier momento.
—Para Lía –habla cansada —Me voy a desmayar.
—Quien te manda a no comer.
—Se me fue el tiempo.
—Toda la vida se te va el tiempo –digo sin parar la caminata.
—Para sí, que tengo que decirte algo y así no puedo –me sujeta del hombro para voltearme.
—¡¿Qué?! –le grito.
Ella sabe que me molesta llegar tarde.
—Quería decirte si no quieres acompañarme a los Muelles.
Y para eso me hace parar.
—Tu lo has dicho, no quiero –respondo mientras vuelvo a caminar.
Cuando llegamos la reja está cerrada y el conserje no está por ningún lado. Esperamos quince minutos hasta que aparece. Un señor de mayor edad con la cabeza blanca por las canas, camina despacio como si el cuerpo le pesará.
Nos abre y nos dice que la directora nos está esperando. Ya sabemos para que es.
—Tomen asiento –nos pide la directora.
Se le ve tranquila, espero no recibir ningún castigo.
Nos sentamos frente a ella, teniendo una mesa de por medio.
—¿Quiero saber porque llegaron veinte minutos tarde? –nos pregunta a las dos.
—En realidad fueron cinco –dice Cami —Los otros quince los pasamos esperando a don Jorge.
Es el conserje.
La directora la ve con mala cara.
—Por hoy se los pasaré, solo por ser la primera vez, espero no se vuelva a repetir –dice —Pueden ir a su aula –se levanta dándonos a entender que podemos irnos.
En la clase todos nos ven como bichos raros, odio que hagan eso.
La mitad de la mañana se pasa rápido y mi estómago ya está rugiendo de hambre.
Tocan el timbre y todos guardan sus cosas para ir a la cafetería a comer.
Buscamos una mesa desocupada y nos encaminamos a ella. Cuando estoy por darle la mordida a mi sandwich Camila me interrumpe con sus boberías.
—Retomando el tema de lo de los Muelles –se limpia los labios —Hoy es día de carreras –me dice entusiasmada.
Cómo si me importará.
La ignoró
Entonces sigue —Quiero ir porque hay un chico guapo que ví la última vez que fui –sigue contándome —Nos presentaron y quedé en que iría pronto para poder hablar.
—¿Por qué no te busca él? –pregunto —Si estuviera interesado en ti, te buscará. ¿No crees?.
—Lo a echo –dice defendiendolo —Ahora me toca a mi ir a buscarlo, Lía ya no tienes que esperar a que los chicos vengan a ti, puedes buscarlos también y no pasa nada.
No lo sé... A mí no me parece bien.
—Pues entonces que te vaya bien –le doy un mordisco a mi manzana.
—Acompañame –pide —No quiero ir sola.
—Sabes que no me darán permiso –eso es cierto
—Convence a tu papá, él siempre dice que si.
Eso también es cierto, él es mi aliado a mis salidas, que casi no tengo por supuesto.
—¡No! No quiero ir, quiero dormir –Soy muy perezosa.
—Una... –junta sus manos en forma de súplica —Una sola vez. ¡Por favor!.
Tengo dieciséis, casi diecisiete y nunca les he desobedecido a mis papás, no es que sea aburrida o quizá si, es solo que yo prefiero estar en casa y no en la calle, pero siempre hay una primera vez para todo.
—Hablaré con papá, pero no aseguro nada –bebo de mi botella de agua.
Cami no se lo cree ya que siempre que me pide salir le digo que no.
—Me estás tomando el pelo –dice sonriendo
—No, no te lo estoy tomando. Estoy diciendo que no aseguro nada, no es un si en si.
—No me importa, para mí si es un si, sí.
Se levanta para abrazarme.
Mi amiga y yo somos muy diferentes, ella es muy extrovertida y yo lo contrario claro. Es muy linda tiene el cabello negro largo, sus ojos negros como la noche, su nariz es pequeña al igual que sus labios, tiene la piel morena y es muy delgada y no es porque haga ejercicio, simplemente la vida la premio con el cuerpazo. A diferencia de mi, ella es más alta que yo también. Pero yo siempre la he querido aunque los chicos que me gustan, terminan por coquetearle a ella en mis narices. Eso me da igual.
Las clases llegan a su fin y mientras todos salen corriendo o huyendo de aquí, yo me tomo mi tiempo. Camila es de las que quiere salir despavorida de aquí, así que me espera impaciente en la puerta del aula.