Abro los ojos y veo el rostro de James. Su cabello desprende gotas sobre mi rostro. ¿Está mojado? Se ve lindo. Me parece curioso pero en el cielo, hay muchos James. Cuento tres en total, pero se mueven de izquierda a derecha, a un ritmo incesante.
Detrás hay unas hermosas y esponjosas nubes blancas que se mueven sobre una pantalla azul.
Que extraño.
—¡Liz!—exclama en mi rostro—. Contéstame, por favor.
Mis comisuras tratan de alzarse en una sonrisa.
—¿Y-Ya me morí?—sale con dificultad de mi boca.
Me mira con preocupación.
—Déjame ayudarte—coloca una mano en mi espalda y contribuye a que pueda sentarme.
Ante mí se presenta el río en el que me caí y por consecuencia, me echo un vistazo a mi misma. Estoy mojada hasta la cabeza mientras descanso sobre la orilla, ¿Cómo llegué aquí? Mi mirada cae directamente en James que también se encuentra empapado.
Me pongo de pie.
—¿Qué tratabas de hacer?—Jadea él, arrodillado a mi lado.
No puedo ni siquiera contestarle, me encuentro tan confundida. Esto no se supone que debía pasar, ¿Él saltó a salvarme? ¡Igual que un superhéroe en las películas! ¡No, No, No! Esto tiene que ser una alucinación.
No se suponía que esto sucediera, ahora cómo voy a olvidarme de él si ahora resulta que me salvó la vida. Estoy furiosa, podría echar fuego por la boca. Mi plan era perfecto, hasta había trazado límites. Pronostiqué unos meses de duelo, luego me descargaría una de esas aplicaciones para citas.
Pateo una de las piedritas que están a la orilla del lago y la misma hace un recorrido sobre el agua hasta que se hunde.
—¡Ay!—gruño al aire.
—¿Qué te pasa?—indaga.
Me doy la vuelta y lo acuso con el dedo. Frunzo el ceño.
—Lo que me pasa, eres tú—escupo esas palabras a su cara—. tú me salvaste.
—¿Tú querías morir? ¿Quieres que hablemos de algo?—entorna los ojos sin comprender aún.
—¡No me quería morir! ¡Estaba tratando de tomar el collar de tu madre!—Se me nublan los ojos de impotencia.
—Pues no es una muy buena idea saltar al agua cuando no sabes nadar—apoya las manos en el suelo y se pone de pie. No parece irritado, más bien cansado—. Y me metí a intentar salvarte, lamento haber arruinado tu plan.
—¡No salté del barco, solo...
Pone los ojos en blanco.
—Solo te caíste, ¿No?—interrumpe sarcástico.
—¡Sí!—exclamo.
Alza una ceja, es un «No me digas» repleto de ironía. Acto seguido, se quita la camisa y comienza a escurrirla, el agua que extrae parece una cascada. Y mientras hace ese arduo trabajo, lo observo ensimismada con una ola de calor invadiendo mi cuerpo.
No, alto. Esto no está bien. Despierta.
Suelto un sonido de desesperación.
—¡Olvídalo! Me voy—paso por su lado, chocando su hombro con intención—. ¿Dónde están los demás?
Él observa en todas las direcciones.
—Cuando salté, los demás siguieron remando y los perdí.
Excelente no solo que James me acaba de salvar, sino que también estamos solos en el medio de la nada. ¿Por qué esto me debe llegar cuándo quiero alejarme de él? ¿Qué paso los diecinueve años antes dónde habría muerto por una oportunidad así? Bueno, lo paradojico es que tuve que casi morirme para esto.
—¡Perfecto!—grito con las manos alzadas—. ¡Gran trabajo!
Él alza ambas cejas, amenazante.
—Cuida tu tono.
No pienso contestarle, me doy la vuelta indignada y comienzo a caminar bosque adentro. Pienso que con un poco de suerte un oso me librará de la situación.
Al poco tiempo siento sus pasos detrás de mi espalda.
—¿Se puede saber a dónde vas?—pregunta.
Lo más lejos que pueda de ti.
—Estoy tratando de encontrar la salida—comento entre dientes.
No vuelve a hablar durante un buen rato, solo lo siento caminar detrás pero ningún otro sonido además del suelo crujiendo bajo él.
Me gustaría decir que sé lo que hago pero la realidad es que no tengo idea, solo estoy caminando en línea recta tratando de hallar una pista, alguna señal que me lleve de nuevo al hotel. Al cabo de unos minutos, pareciera que la técnica no brinda resultados.
De pronto, dejo de sentir las pisadas detrás y volteo. James está quieto junto a un árbol flacucho que me parece un tanto familiar.
—Ya hemos pasado por este árbol más de cuatro veces—señala con la mano que lleva su camisa negra. Se toma un segundo para mirarlo a detalle—. Sí, es el mismo que hace tres vueltas atrás.
—¿Cómo lo sabes?—me cruzo de brazos.
—Algún adolescente marco sus iniciales con una navaja en él—Pasa la mano sobre el sitio donde dice "R.H".
Estamos caminando en círculos, esto es sublime.
—Que bien—suelto un suspiro y llevo una mano a mi cabeza.
—Será mucho mejor que nos quedemos inmóviles y esperemos a que vengan a buscarnos.
Bufo.
—Si es que vienen—respondo.
—Estoy seguro que todos me vieron nadar hasta ti, solo que no saben a qué parte te lleve para darte respiración boca a boca.
No siento nada en mi pecho, es como si no hubiera órgano, es que mi corazón dejó de dar señales de vida ante su confesión. Él me besó, ¡Me besó! ¡Y yo estaba demasiado inconsciente para recordarlo!...igual, quiero decir, no importa.
Digo, estoy en mi etapa de superación. No es algo que me emocione ni me afecte en absoluto.
—¿Sabes? Quizás sea mejor volver a la orilla, para que puedan vernos.
—Bien—cedo, malhumorada.
Él comienza a ver en todas las direcciones y aplasta los labios.
Lo miro.
—¿Y?—indago.
Él alza ambas cejas.
—¿Y?—repite.
—¿Dónde es la orilla?—Lo aliento a continuar la conversación.
—La realidad es que no tengo ni idea.
Exhalo y con ello se va mi última pizca de paciencia.
—No debíamos movernos, ahora realmente estoy perdido—se excusa.
—¡¿Por qué no me lo dijiste antes?!
—¿Cuándo? ¿Cuándo comenzaste a correr bosque adentro?—comenta en ese tono irónico que me vuelve una desquiciada asesina.