Enamorada por casualidad.

|Capítulo 39|

Oh por todos los cielos, ¡me quedé dormida en sus brazos!

—Lo lamento muchísimo, has de estar entumido. —Dije mientras me quité de su agarre.

—Para nada, cielo, disfruté mimarte. —Besó mi mano. —Aunque despertaste en el momento adecuado para mirar las estrellas.

—¿¡Qué hora es?!

—Las 8pm, mi niña.

—Mi mamá. —Murmuré y revisé mi celular quien tenía más de 20 llamadas perdidas. —¿Me das un segundo? —Asintió sonriendo.

Decidí marcarle a mamá para avisarle que todo estaba bien y que llegaría tarde.

—Por fin respondes, ¡estaba preocupada!

—Lo siento.

—¿Estás bien, hija?

—Sí, sí, llegaré tarde, en casa te cuento todo.

—De acuerdo, cuídate mucho y enciende el volumen.

—Ok, te amo.

—Te amo, hija.

Colgué la llamada y volví avergonzada con Esteban.

—Aquí tienes, cielo. —Me dió más chocolate caliente, mientras mirábamos las estrellas.—Son hermosas, ¿cierto?

—Así es. —Sonreí.

—Aunque comparadas contigo no son nada. —Besó mi mejilla.

—Ha sido un día increíble.

—Esa era la intención. —Acarició mis nudillos.

Regresamos el auto, subimos al tren y después de horas me llevó a casa.

—Gracias por este día tan hermoso.

—Lamento haberme quedado dormida. —Dije ruborizada y él rio.

—No hay problema, cielo. —Besó mi mejilla.

—Buenas noches. —Besé su mejilla y salí corriendo a casa.

Entré cuidadosamente, mamá estaba esperándome, le conté lo que había pasado y ella estaba anonadada.

—¿Te gusta?

—¡No! —Gruñí.

—¿De verdad? —Preguntó juguetona.

—En serio. —Me ruboricé.

—Carlos estaría feliz si fuese así.

—No estoy tan segura de eso. —Sonreí de lado. —No se caían bien.

—Lo único que él quiere es que seas feliz, sin importar con quien. —Besó mi frente. —Por cierto, linda chamarra. —Rio. —Me da gusto que hayas encontrado a un chico que te quiera y procure tanto, no dejes que tu orgullo lo arruine.

—Te amo muchísimo, mamá. —Buenas noches, descansa. —Besé su mejilla.

—Dulces sueños, hija.

Subí a mi habitación, me quité la chamarra de Esteban, tomé mi pijama y tomé un suéter de Carlos «como noche tras noche desde que se fue de mi lado» y me dormí.

[...]

Estamos a unos días de Halloween y en mi ciudad es muy común festejar ese día pues los niños se divierten disfrazándose y pidiendo dulces, hoy iré con mamá a comprar algunos adornos "tenebrosos" y las típicas calabazas que no han faltado en mi casa desde que tengo memoria.

Me dí una ducha, bajé a desayunar y salí a la plaza con mamá.

—¿Te disfrazarás?

—No creo, este año no hay con quien salir.

—Puedes ir con Perla o con Esteban.

—Perla irá con Rodrigo y prefiero no decirle a Esteban.

—¿Por qué?

—Porque sé que aceptará y entre más tiempo paso con él, más me agrada.

—Eso no tiene nada de malo.

—Ni de bueno.

—Katy, no seas tan dura contigo misma.

—Lo intentaré, no te preocupes. —Sonreí.

Llegamos a la plaza, compramos muchas golosinas para repartir, compramos algodón para simular las telarañas, unos "esqueletos" para colocarlos en el patio y algunas otras decoraciones pequeñas.

Entramos al auto y mamá me dejó abrir la bolsa de golosinas para extraer mis favoritas «cuán niña pequeña».




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