Enamorado de un fantasma

Capítulo 8

"¿Quién eres?"

 

—¡Muévete, Ally! —le exijo cuando baja la velocidad de su trote.

Como día inicial de entrenamiento, le pedí al profesor Nelson que me autorizara el uso de la cancha luego de clases. Hoy no tenemos entrenamiento, por lo que el campo de fútbol es todo para nosotros.

A modo de calentamiento, mandé a Ally a dar dos vueltas a todo el lugar... pero su condición física es peor de lo que pensé. Apenas hubo recorrido la mitad, dejó de trotar y caminó, ganándose una amonestación de mi parte.

—¡Hago lo mejor... que puedo, Luís! —exclama con dificultad—. Sería más divertido... si trotaras conmigo.

—¡Eso, vaga, haz algo por tu vida! —grita Nathan desde la entrada de la cancha, está acompañado por Jedd y ambos se acercan hacia dónde estoy.

—¡Tú no te metas! —le responde ella, cruzando la última esquina, le restan unos metros para llegar hacia nosotros, y así habrá completado apenas la primera vuelta.

—Allison haciendo ejercicios es algo que no se ve todos los días —comenta Nathan con tono gozoso.

La susodicha pasa trotando frente a nosotros sin mirarnos. Su rostro tiene una expresión casi de constipada, lo que quiere decir que está sumamente concentrada en lo que está haciendo, y decidida a culminarlo.

—Pero... ¿por qué? —inquiere Jedd.

—Quiere mejorar su rendimiento en Educación Física —respondemos Nathan y yo al unísono.

—¡Por fin algo negativo de pasar todo el día con libros hasta el cuello! —continúa él, con tono de victoria.

—Sabes cómo es ella —me dirijo a Jedd—. Cuando quiere mejorar en algo, no deja de intentar hasta que lo logra. Me gusta eso de ella.

Nathan entorna los ojos, estudiándome con la mirada.

—¿Te gusta mi hermana?

—No dije eso —le lanzo una mirada desdeñosa.

—Pero es un avance —se jacta, haciendo una mueca orgullosa.

—Lo único que quieres es que me enamore de ella —vuelvo mi vista hacia Ally, que ya está rebasando la última mitad de la cancha.

—No le vendría mal a ninguno de los dos... —añade Jedd como quien no quiere la cosa, retrocediendo unos pasos para sentarse en la primera fila de las gradas.

—Cállate, ¿quieres? —espeto—. ¿De qué lado estás?

No sé hacia dónde quieren llegar con eso, pero lo cierto es que no estoy listo para una nueva relación, sin importar quién sea la chica... O eso creo.

—¡Llegué! —exclama Ally, esbozando una sonrisa llega de orgullo por haber terminado lo que le puse. Un segundo después, se inclina, apoyando las manos en sus rodillas mientras respira de forma entrecortada—. Esa cancha es... engañosa. Es más eterna... de lo que imaginé. Te deja sin aire.

—Habla por ti —digo para molestarla.

—Concuerdo con Louis —me apoya Nathan, ganándose una mirada asesina de parte de su hermana.

—Ustedes hacen deporte, no entrenan su cerebro.

—Las chicas no se fijan en lo que hay en nuestro cerebro —hace una mueca de suficiencia.

Ally eleva una ceja. —¿Dónde dejas a Madison?

Él se yergue de repente, como si la mención del nombre invocara a la dueña de éste. Camino, alejándome de ellos unos pasos para acomodar todo para el siguiente ejercicio, reprimiendo las ganas de reír y sin despegar la mirada de los mellizos para no perderme de nada. Nathan no sabe lo cómico que se ve.

Jedd finge tener toda su atención en el teléfono, ha apoyado la espalda en la grada de arriba y tiene una rodilla flexionada, con el pie apoyado en el mismo escalón que él. Pero no mueve sus dedos y de vez en cuando sube la mirada hacia los mellizos.

—Ella es diferente —murmura él.

—Sí, lo es —reafirma su hermana—. Ella busca un hombre con dos cabezas funcionando, no con una —le dedica una sonrisa cerrada, cínica y orgullosa, sabe que lleva las de ganar en esta ocasión—. Busco lo mismo que ella.

Giro la cabeza hacia lo que estoy haciendo cuando los ojos de Nathan se posan en mí, tomando doce pequeños conos naranja, como los conos de tráfico, pero versión miniatura. Finjo no haber estado viendo y escuchando todo lo que acaban de decir.

—Ya sabes, Louis —el castaño se acerca a mí, palmeando mi hombro varias veces—. Si quieres tener algo con mi hermana, haz lo que yo: mejora tu promedio.

Se aleja de mí justo antes de que logre darle un manotazo en la mano. Alejándose trotando hacia el otro lado de las gradas.

—¡Deja de decir disparates! —alzo la voz para que me escuche.

—¿Adónde vas? —el tono de Ally es notoriamente divertido. Nathan baja la velocidad y da media vuelta para mirarnos, trotando en retroceso.

«Que se caiga, que se caiga, que se caiga. Quiero reírme de él, por favor, haz que se caiga»

Su expresión facial demuestra que está pensando la respuesta más de lo que debería… alguna excusa debe estar inventando. Finalmente suspira vencido y se detiene por completo, arruinando mis sueños de una caída monumental de la cual me hubiese burlado.



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En el texto hay: juvenil, romance, paranormal

Editado: 24.08.2024

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