La noche de mi escape comencé a empacar en una bolsa lo que llevaría, solo ropa, no tenía dinero ni nada valioso. A media noche el guardia que vigilaba la puerta de mi habitación fue al baño, aproveché y subí al tercer piso, no encendí luces sino que me guíe entre las sombras con el recuerdo de la vez pasada; entré a la última habitación donde estaban los retratos, abrí la ventana, no tenía cerrojo; y me quedé allí esperando que fuera cambio de guardia, después de eso solo tenía 10 minutos para llegar al muro y saltar.
A las dos de la mañana se hizo el cambio de guardia, así que aproveché y comencé a bajar por la pared, sosteniéndome del muro de la ventana; cuando llegué al muro que daba a la calle, los perros no ladraron porque sabían que era yo, solo me quedaba saltar, era bastante alto, pero aun así salté y caí en cuclillas, corrí hacia a la carretera tan rápido como pude, puesto que uno de mis pies me dolía por el salto.
Cuando llegué a la carretera me sentí libre, por primera vez en aquel mes de mis labios brotó una sonrisa y le di gracias a Dios; la noche estaba clara y la carretera muy sola, no sabía hacía donde caminar entonces me dirigí al norte; media hora después encontré una casa y pregunté al celador por la ciudad más cercana, me respondió que a media hora, le pregunté si pasaba algún carro que pudiera llevarme sin costo, entonces me respondió: – en unos minutos pasa una camioneta que lleva frutas a la ciudad, él le hace el favor de llevarla; esperé un momento, cuando vi el carro que se aproximaba entonces le extendí la mano y se detuvo de inmediato, me abrieron un espacio en la parte de atrás.
Cuando llegué a la cuidad no había amanecido, pensé en ir a la policía, pero recordé lo que me dijo María acerca de los policías que el señor Francisco tenía comprados, así que bajé en una esquina y comencé a caminar, parecía una turista. Ya eran más o menos la seis de la mañana y le pedía a Dios que me encontrará con alguien que fuera cristiano o que pudiera ayudarme. Seguí caminando, ya estaba cansada y tenía hambre, me encontré con alguien que repartía volantes a los indigentes, recibí uno y decía algo acerca de un servicio comunitario, gracias a Dios que estaba en un país donde el idioma era español. Pregunté donde quedaba esa dirección, me dijeron que a dos calles de allí, entonces seguí caminando, y cuando llegué al lugar había una fila de hombres y mujeres de la calle; después de un largo lapso de estar esperando entré, era una sala muy grande con muchas mesas y sillas plásticas, seguí la fila hasta una barra donde nos daban la comida, les agradecí y me senté en una mesa, no recuerdo que era la comida solo le di las gracias a Dios y comencé a comer, tenía tanta hambre que no dejé nada; al terminar dejé la charola en un recipiente grande y salí a la calle; de nuevo estaba sin rumbo.
Después de varios minutos llegué a una calle que yo le llamaría los barrios bajos, había prostitutas y vendedores de drogas, allí vi a dos de los guardaespaldas del señor Francisco, al parecer me estaban buscando, creí que se iban a demorar un poco más en descubrir que había huido; solo corrí alejándome de aquella calle, recuerdo que llegué a un parque, estaba en una parte de la cuidad donde había mucho comercio, había enormes edificios y mucha gente, caminé por las aceras cuando vi un letrero que decía algo acerca de donar sangre y un símbolo, era obvio que eran contrabandistas de sangre; entré por un sótano y bajé por unas escaleras, había una mujer en una recepción y me entregó un ficho, me preguntó mi tipo de sangre y le dije A-, ella se asombró
– es la más escasa; me dijo, y puso una cinta plegable en mi brazo con el tipo de mi sangre, después de unos minutos llamaron el ficho que yo tenía; entré a una habitación que parecía de hospital, habían varios implementos de laboratorio; un médico me mandó a sentar y me dijo que extendiera el brazo, me pinchó y tomó una muestra de mi sangre, y la examinó
- Está muy sana, por una bolsa te doy 293 Euros; me dijo, asi que pensé y calculé, en pesos colombianos son casi 800.000, le respondí que sí; entonces me dijo que me acostara en la camilla, me puso una bolsa y me pinchó de nuevo.
- En unos minutos regreso; dijo el hombre mientras la bolsa comenzaba a llenarse con mi sangre.
Al poco tiempo volvió el médico.
- ¿Es primer vez que vende sangre? Me preguntó, y le respondí que sí.
– Tal vez se sienta algo mareada, pero es muy normal; dijo.
Pronto la bolsa se llenó, me retiró la aguja y me puso un venda plegable, me levanté y me sentí mareada, me dio un recibo y me dijo - allá afuera le dan el dinero; la mujer que me dio el ficho me entregó el dinero, le pregunté por un motel económico, ella me dio una dirección y me indicó como llegar.
Salí de nuevo a la calle y tomé un autobús que me llevó hasta una esquina, después caminé como me indicaron, y a todo mi frente estaba un motel; cuando entré había una mujer en la recepción, el precio de una habitación ers de 36.64 euros por noche, no podía quedarme mucho tiempo allí. Me entregó las llaves de la habitación, me pidió mi nombre y el dinero; luego me condujo hasta el segundo piso, cruzamos un pasillo y me señaló la cuarta habitación, entonces entré, había una cama con una sábana y una almohada, tenía una mesa, una silla y un espejo, el baño estaba en el pasillo, todos lo compartíamos; me senté en el borde de la cama y las ganas de llorar me invadieron, lo que me dieron por mi sangre no era mucho, solo me alcanzaría para dos o tres días; no podía buscar trabajo, no me lo darían sin documentos, estaba de ilegal en ese país, solo podía seguir vendiendo mi sangre aunque fuera ilegal.