Así estuvimos por una semana, hasta que un día le dijo a María que ya podía salir, pero aun así no quise. Al tercer día de esa misma semana le dijo a María que quería cenar conmigo, pero le envié decir que no. Yo esperaba que el fuera a mi habitación así que subí al balcón, pero él también subió hasta allí.
- Quiero que bajes al comedor. Me dijo
- No tengo apetito. Le dije dándole la espalda
- Así no lo tengas bajarás. Replicó
- No. Contesté
- Esta es mi casa y aquí se hace lo que yo digo.
- Entonces no quiero vivir en esta casa. Le dije girándome hacia él.
- ¿Quieres volver a Colombia?
- Sí. Contesté
¿Y qué es lo que hay de bueno allí para ti?
- Mi país.
- No, tú quieres volver por algo más, o por alguien más.
- Eso a usted no le interesa.
- Entonces si hay alguien.
Me quedé en silencio, ya no quería más discusiones, solo quería que todo estuviera bien, pero él mal interpretó mi silencio
- El que calla otorga. Dijo
Le di la espalada, pero él me sujetó con fuerza de un brazo y me giró para que le viera el rostro
- Dímelo Ana, ¿tienes a alguien que te espera en Colombia? Me lo dijo con cólera
Estaba ofuscada y quería verlo sufrir, pero mi Jesucristo me enseñó que la venganza nunca es buena, antes empeora las cosas.
- No, no tengo a nadie; contesté con deseos de llorar - Y si lo tuviera jamás hubiera vuelto a este país.
La mano por la que él me tomó comenzó a dolerme, así que traté de soltarme, pero él me sujetó con más fuerza y comenzó arrastrarme por el pasillo. Cuando íbamos por las escaleras me sostuve de la manija, él se volvió.
- Suéltala. Me dijo
- No, usted ya no hará lo que quiera conmigo.
Me tomó ambas manos y cuando estábamos forcejeando dio un mal paso y resbaló por la escalera, todo fue muy rápido, cuando mire él estaba en el suelo inconsciente, me asusté y pedí ayuda, Selene y los guardias lo llevaron a su habitación mientras yo llamaba al médico.
Mientras el médico lo revisaba yo estaba afuera de la habitación esperando que me dijeran algo. Después de media hora el médico salió
- Solo fue un golpe en la cabeza, no es nada grave, pero la próxima vez discutan en un lugar menos peligroso; me dijo.
Después me pidió que le mostrara mi mano, se la mostré y tenía las marcas de la mano del señor Francisco.
- ¿Quién le dijo lo de mi mano? Le pregunté.
- El señor Francisco me pidió que le revisara; respondió.
El médico me dio un ungüento para las marcas; pasadas unas horas le pregunté a Selene si lo podía ver
- No, él no quiere ver a nadie; me respondió.
Entonces fui a mi habitación, me recosté, pero no lograba conciliar el sueño, así que leí por unos minutos, después bajé al jardín y comencé a caminar, las estrellas brillaban con una luna inmensa, cuando iba a dar la vuelta el señor Francisco apareció de tras de mí en su bata de cama.
- ¿No puedes dormir? Me preguntó con tono suave.
- Sí, igual que usted. Le dije
- Seguro que no puedes dormir porque intentaste matarme por segunda vez. Me dijo en un tono de broma
- No, sabe que no es así, pero la pregunta aquí es ¿por qué usted no puede dormir?
- Creo que es por el dolor de cabeza que tú me ocasionaste. Respondió
- Ya dejé de estar echándome la culpa por algo que usted se buscó; si no me hubiera forzado no tendría nada, usted ya no puede obligarme a nada.
- ¿Esta segura? Preguntó cómo retándome
- Pues inténtelo haber sino termina con un hueco en la cabeza.
- ¿Cómo está tu mano? Me preguntó un poco más serio
Entonces me acerqué.
- No creo que le preocupe lo que a mí me suceda, y menos los daños que usted me ocasiona.
Me sujetó de una mano con suavidad y me acercó a él, sus ojos tenían el mismo brillo de antes, y fue allí cuando me sentí mejor al ver que sus ojos penetraban los míos y que mi corazón latía al compás del suyo. Ambos nos quedamos en silencio por unos segundos hasta que me preguntó
- ¿Por qué te demoraste tanto en volver?
- Eso señor, no le interesa a usted.
Entonces me haló mi mano acercándome más a él, y yo ya no lo soporté, entonces lo besé y él me correspondió, me abrazó con fuerza mientras me besaba.
- Ya estoy cansada de esto, ¿por qué no podemos ser personas normales? Le dije cuando dejamos de besarnos.
- Sé que ambos nos hicimos daño, pero se puede reparar. Me dijo posando su frente en la mía
Me abrazó de nuevo, como tratando de protegerme, pero a la vez de no perderme.
- Perdón por haberme demorado tanto. Le dije
- No, perdóname tu por haberte tratado así; cuando escuché tu voz quería abrirte la puerta, pero mi orgullo no me lo permitió, y cuando entré en tu habitación solo lo hice para confirmar que no era un sueño. Cuantas noches miré tu habitación vacía, sin ti, y al verte en ella no lo creía. Y todo lo que te dije en el comedor y en el tercer piso, solo lo hice porque aún no se había curado la amargura que había dejado tu ausencia; el día que te dejé ir no lo soporté y a los diez minutos salí a buscarte por la ciudad, y cuando te encontré sabía que no podía dejarte ir.