Navidad 2000
Amelie, la víspera de Navidad ha llegado de vuelta al Amsterdam. No sabes lo tanto que me agrada volver a escribirte está carta. Ya eres grandecita, con seis años eres toda una princesa y tus cuidadores no paran de halagarte. ¡Eres magnífica!
Nos han contado que tu risa es muy contagiosa, donde sea que estés dejas tu marca, tu buena vibra, todo lo bueno de ti. Hemos recibido imagines tuyas, te encanta llevar dos coletas, y te ves jodidamente adorable. No sé de dónde heredaste tal belleza, con Alexander nos lo preguntamos constantemente.
Matthew y Dylan tienen once años, van al escolar aún y han hecho el berrinche de sus vidas por que van a clases distintas. "Mamá si no está Dylan conmigo tendré que socializar" digno hijo de Alexander sin duda alguna. Se perdió el señor conejos y nadie lo encuentra desde mitad de año. Tengo la sospecha que Alexander lo tiró, dado que odia ese peluche. Si lo hizo, que considere dormir en el suelo.
Johana tuvo otra visión este año, donde aparecía Allen teniendo en su cabeza la corona de Alexander. El pobre casi se muere de un infarto cuando J nos contó. Fue cómico. Lamento todo lo que pasó con Allen, no puedo evitar pensar que todo es mi culpa. Pero creo en el destino ¿Sabes? Todo esto pasa y pasó por algo en especial.
Cuando los gemelos tengan quince años tendrán que empezar a retomar las obligaciones de sus puestos. Cada año volvemos a firmar el contrato de paz entre todas las razas, hasta hay un representante de los humanos que es un aburrido total. Con tu padre tenemos un poco de miedo dado que exigen que tú también firmes, Matthew se ha encargado de hacer todos tus deberes como princesa pero no puede firmar por ti. Lamentablemente en el contrato decía que todos los Mclaren Williams debian firmar. De lo contrario, no te abrumaria con eso nunca y te dejaría disfrutar de tu regreso en paz.
Te quiero Amelie, y espero que nadie nos separe. Eres fantástica. Las cosas se pondrán feas, pero cuando la tormenta llegué con todo llevándose por el camino, no nos alejes. Y si lo haces, espero que sepas defenderte. Por qué los enemigos siempre se hederan, y los peligros siempre pertenecen de pie. Sea quien sea, sea donde seas que estés, el peligro nunca te abandonará. ¿Por qué? Por qué ya nadie te encubrirá como estos quince años, ya nadie te protegerá.
Ahora es donde aprendes a conocer tu propio poder.
Te ama muchísimo, y te extraña demasiado, mamá.
(...)
Todo era puta tensión, nos mirábamos entre todos mientras que nos amenazamos con la mirada. Tan rápido como le quite las cadenas a Allen el desapareció, ni adiós, ni gracias, debería acostumbrarme a eso.
Quizá no, quizá debería cambiar aquello.
-¿Qué esperas? ¡Habla!-Grité alterada, los hombros de Dylan se tensan en su lugar ante mi grito teniendo la desesperada mirada puesta en el suelo. Matthew a diferencia me miraba fijamente con la el ceño fruncido, analizandome.
-Me enteré que no eras un Ángel cuando tenías seis años. Como ya te lo dije en una carta, tu padre no estaba, estaba en Rusia consiguiendo un regalo para la víspera de Navidad. Los gemelos eran aún niños, no podía decirles la realidad. Entonces, fuí a tu casa.-Confesaba mientras me miraba fijamente a los ojos-Tu madre no estaba por qué trabajaba, estabas con tu padre. Quién me negaba la entrada una y otra vez diciéndome que no entrara por qué tú me verías, y siendo una chica muy pendiente de las noticias te darías cuenta que soy la Reina. Fuí a buscarte, Amelie.
»Entré a tu habitación y te encontré dibujando flores en la pared con tus crayones. Me dijiste que no le diga a tu padre o si no se enojaría, me senté contigo y jugaste con mi pelo. Me hiciste una trenza que los nudos en mi cabello duraron dos días. Jugamos con tus muñecas y me contaste que te divertias demasiado jugando con tu "mamá" te pregunté que pasaría si ellos se irían y me dijiste que los buscarías. Supe en ese instante que eras una guerrera que nunca te iba a rendir, que amabas incondicionalmente a tus "padres" y también supe, que amabas y admirabas tu vida como humana... Te borré los recuerdos de aquél día y me retiré, no te ví desde ese entonces. Te quise regalar la infancia que mis hijos, nunca tuvieron.
Todos se quedan en absoluto silencio, conteniendo la respiración. Miré como Matthew se torna como una papel mientras suelta un suspiro ahogado, liberando la tensión de sus hombros mientras frunce las cejas confundido pero a la vez adolorido.
Siento mis ojos arder, no por que cambian de color si no que son las lágrimas llegando y queriendo ya salir.
<Tranquila, estoy aquí. No llores>
-Quizá deberías parar y comenzar a confesar.-Murmuro, mi voz sorprendentemente sale algo ronca y quebrada. La miró fingiendo indiferencia con la cabeza inclinada-¿Algo más que quieran agregar? Es día de confesiones. Aprovechen.