Nota: Todos los hechos son narrados por Lis Lewis (madre de Nadia Prins)en sus años de juventud, recomiendo primero la lectura de “Diario de una Suicida” para complementar y entender la historia de mejor manera.
La música sonaba bastante alto, eran las 4 o 3 de la tarde tenía 6 años en esa época y la mayoría de cosas no las entendía, parecían pelear, pero solo deje de escuchar las voces de mis padres, salí corriendo de la casa, esa casa hermosa y pequeña que tenía todo para ser la casa de una hada.
La brisa acaricio mis mejillas que estaban empapadas de lágrimas, sentía que si me alejaba lo suficiente los problemas dejarían de perseguirme, tan solo tenía 6 años. Soñaba demasiado
- ¡Ay! - un grito fuerte y con tono de dolor hizo eco por el bosque mientras lentamente caía moviendo los brazos intentado aferrarme a algo, inútil intento, finalmente me golpeé la espalda de lleno contra una cama de hojas acumuladas por los años e inviernos, la respiración se cortó por instantes asustándome- ¡Mamá! - apenas y pude gritar ya que el aire no volvía del todo tenía el cuerpo entumecido hasta que una silueta apareció opacando mi vista a las ramas de los arboles- ¿Mamá?- no tenía ni un matiz de ser mi madre.
-¿Estas bien?- cabello castaño y ojos verdes brillaban mucho y eran risueños
-No- me eché a llorar, me dolía mucho toda la espalda y estaba aún tirada en ese agujero
-Te ayudo- aparentaba mi edad, era difícil entender que éramos dos niños en medio del bosque, uno salvando al otro
-Me duele mucho- estiro su mano pidiendo la mía, yo seguía llorando
-Vaya pesas- tiro de mí y logro sacarme del agujero enorme a mi parecer que no llegaba ni a mis pequeñas rodillas
- ¡Mamá! - mis sollozos se escuchaban alrededor de todo el gran bosque
-Se nota que eres una niña- me miro mal
-Cállate- deje de llorar- llévame a mi casa
-No sé dónde vives, no te conozco
-Y que haces aquí vete, eres un inútil
-Más inútil tú, que caíste en mi trampa para osos- abrí los ojos asustada
- ¡Osos! - mire alrededor
-Si osos- dijo tranquilo- ¡Mira viene uno! - el grito que hecho me erizo la piel acto seguido lo tome de la mano y lo arrastre conmigo mientras corría sin rumbo aparente.
Coincidimos en varias reuniones y años después olvide esa tarde en la que nos conocimos y esos ojos verdes llenos de inocencia y vida.
Tiempo después…
-Lis Lewis- levante mi mano suavemente y con una velocidad decente
-Presente- mi voz tembló al igual que mis piernas, las miradas de todos aquellos curiosos se posaron de inmediato en mí, sentía que mi corazón se aceleraba y junto a él mi respiración- ¿se les ha perdido algo? - esa voz temblorosa al parecer solo provoco que derribaran la barrera de respeto
-Baya se quiere hacer la dura- se rieron en coro
-Basta o quieren un castigo- la voz de nuestra anciana maestra atrajo de nuevo a todos al orden.
Era una mañana fría, los cristales seguían empañados y no dejaban mirar nada, traíamos grandes abrigos junto con guantes y orejeras, las clases ya las habían empezado hace más o menos un mes fue una suerte que me aceptaran, bueno el dinero lo hizo todo para ser más realista.
-Hola- mire de reojo al dueño de esa voz tan suave- oye- toco mi hombro suavemente intentando llamar mi atención
-Basta nos regañaran- no lo mire del todo solo note el azul precioso de sus ojos obviamente no era del pueblo
-Luego hablaremos entonces- ¿era una afirmación? bueno no pregunte simplemente continúe tomándole atención a la dulce anciana que teníamos de maestra, que estaba a punto de terminar de pasar la lista.
La campana sonó y todos corrieron sin hacer caso a los gritos de la mujer, parecían niños de 10 y la mayoría ya tenían 17 años- pueden salir- quedábamos pocas personas en esa aula fría y llena de historia, metí todas las cosas que en la mañana había sacado de mi mochila.
-Hola- tenía mi cabeza agachada hasta que una mano obstruyó mi visibilidad a mis cosas
- ¿Qué? - nuestras miradas se quedaron fijas parecía que haríamos una competencia de quien no pestañeara por mayor tiempo- hola- no deje de mirarlo sus ojos no eran un disgusto visual, muy al contrario, era el deleité que necesitaba
-Nos pasaremos el recreo así- sonrió de manera picara, él tenía una estatura muy superior a mi acompañado de un cuerpo delgado sin pasar la línea de ser delgado, lo más llamativo eran sus ojos azules y piel blanca
-Supongo que es algo que no queremos- sonreí, sonreí y fue relajante- Soy Lis Lewis- extendí mi mano, él la miro y termino por aprisionarla con sus dos grandes manos, mis manos eran muy pequeñas y delicadas comparadas a sus manos
-Me llamo Neitan soy nuevo en la ciudad- giré mi cabeza a la ventana que daba al patio, vi la silueta conocida de alguien
-Es notorio que no eres del pueblo- termine de guardar todo- bueno fue un placer- lo rodee y no deje que terminara de hablar
Eran aproximadamente las 10:30 am aun hacia frio, pero había sol, recuerdo muy bien las risas y gritos de conversaciones fuera de esa aula, camine por la escuela mientras pensaba en mi vida, cosas como que estudiar, donde vivir, mis pasiones, mis deseos y otras cosas que me distraían de la soledad que me abrumaba. Quería un futuro brillante y lejos de ese pueblo que guardaba demasiados resentimientos y condenas.
Era un colegio bastante popular entre la alta sociedad, ya que aquí estudiaba Lauden Prins y fue su abuelo quien lo fundó, hace tiempo que no había visto a ese chico que tenía la mirada más triste y rencorosa que conocí.
-Es otra del pueblo ¿por qué parece una novedad ahora? - no me había dado cuenta que me quedé parada en la puerta del baño, estaba tan concentrada en mis vagos pensamientos que me distraje por completo
-Es una Lewis, tu sabes lo que dicen de ellos, guardan muchos secretos y maquillan ilegalidades, en pocas son los perros falderos de la familia Prins