Encantus. Alas de hielo (libro 5)

Capítulo 22: Selvático

Capítulo 22:

Selvático

 

Gerald

—¿Estás seguro? ¿Ya lo habías visto? —inquiere Dar sin permitir seguir avanzando. Tiene dudas. Nunca hemos visto a ese hombre y jamás habíamos escuchado del padre de Yira, su vida más allá de Darah siempre fue un misterio.

—Nunca lo había visto —admite Shema sin darle importancia—. Pero, no puedes negar que tiene un parecido con Yira.

Kevin hace una mueca, por el disgusto de la mencionada, sin poder evitar observar al extraño en busca de las similitudes. El mismo cabello negro, el arco de las cejas… No hay dudas, es su padre, o algún otro pariente.

—Tiene razón, Dar —digo, alejo su mano y camino hasta el selvático. El olor a sangre hace que Carmín arrugue la nariz—. Necesita ayuda.

—Dime que hay un sanador entre ustedes —murmura Caleb en medio de un quejido. Me inclino un poco más y agarra su brazo. Alza la mirada y me impacta el verde tan oscuro y profundo, el bosque cobra vida en su mirada.

—Por supuesto —responde la sirena justo detrás de mí. El pez se mueve rápido—. Está aquí en contra de su voluntad y, aun así, hará un buen trabajo. ¿Cierto, Carmín? ¿Eres una buena sanadora?

La serpiente se irgue con autosuficiencia.

—Tráiganlo dentro —se dirige al interior llevando a Kevin del brazo y murmurando. Asumo que dándole instrucciones.

La sirena lo toma del otro brazo y lo ayudamos a levantarse. No veo al resto muy convencido de que lo llevemos a dentro, siguen teniendo sus reservas con el extraño. Por mi parte, es más fuerte la curiosidad, sí, él dice que vivía aquí y es el padre de Yira, como asegura Shema, entonces mi suposición con respecto a su verdadera madre podría ser cierta.

—¿Qué le ocurre? —la débil voz de Caleb me toma por sorpresa, no tengo idea de a quien se refiere, pero la dirección de su mirada me da la respuesta.

—Lo que sucede de este lado del mundo le afecta —resumo.

—Se pondrá peor en las próximas horas —musita con preocupación.

Surgen algunas preguntas ante su comentario, me las reservo Dada las circunstancias. Mi hermana mantiene la puerta abierta para que entremos.

Lo llevamos al interior de la cabaña. Es un lugar pequeño, para una pareja, nos las hemos apañado para vivir aquí en los últimos días. Lo dejamos en la cama del único cuarto, mi hermana hace una mueca ante la sangre y suciedad que será difícil de retirar de las sábanas.

—Muy bien —expresa la sirena con las manos en la cintura desde la entrada al cuarto—. Carmín, se requieren tus dotes de sanadora. Así que manos a la obra.

La mujer serpiente entra y hace que me haga a un lado. Comienza retirando la camisa ya destrozada de Caleb, hay demasiada sangre, es difícil ver qué tan grave se encuentra.

Shema viene con un botiquín de primeros auxilios, había uno en su casa.

—Tengo gasa, alcohol…

—Sí, sí. Dame la gasa —Carmín, casi que se la arrebata de las manos—. Consigue un poco de agua.

—Voy por ella —se ofrece Dar.

—Ninguno de ustedes es necesario aquí, así que salgan. Me haré cargo —una orden silbante emerge de los labios de la serpiente.

***

No puedo dejar de darle vueltas a las palabras de Caleb. Dijo que, en las próximas horas, no veo ningún cambio que indique un avance de la enfermedad sobre mi hermana. No es que ella se vea afectada directamente, como aquella hada que encontramos a orillas del río. Sin embargo, tiene una conexión con estas tierras y lo que les ocurre repercute en ella.

Intento desviar mis pensamientos, concentrarme en la candente discusión que llevan los otros con respecto al extraño y su lazo con la traidora, eso dice Kevin. Y no puedo, sigo regresando al hecho de que cada vez estamos más acorralados y al final iremos cayendo uno por uno.

—Te preocupa algo —dice Susej bajito.

—¿Dónde dejaste a Shema? —replico.

Luego de ser echados de la habitación por Carmín, salimos de nuevo. Me quedé en la entrada con el bullicio de preocupaciones, mientras ellos sacan teorías sobre Yira y su padre.

—No intentes evadir el tema. Estás distante, distraído y no es por el extraño en la habitación. O, ¿sí?

Tiro la vista al interior de la casa, esa puerta sigue cerrada. Carmín, permitió que Dar se quedará a ayudar y ninguno ha salido desde entonces.

—Me preocupa que muera. Tengo preguntas.

Susej sujeta mi rostro con ambas manos, evitando que desvíe la mirada. Sus ojos dispares siguen siendo raros, curiosos.

—No me convences.

Dejo escapar mi frustración en un suspiro.

—¿Cómo te has sentido?

Hace una mueca de disgusto. No me suelta.

—Se está expandiendo, muy rápido y se siente, distante. Quizás ya no me afecte…

—Lo distante es Encantus.

Sus manos abandonan mi rostro. Por un instante se pierde en sus propios pensamientos. El miedo se asoma en sus ojos, por un segundo, y luego la confianza vuelve a ella.




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