Encontrando...amor?

Capitulo 37

—¡¿Cómo carajos- ok, ok, no entres en pánico —aquí me ven, calmándome a mí misma porque no sé cómo demonios llegue a la cama en el apartamento de mi marido.

—mmmh… —algo similar a un gruñido vino a mi espalda ¿Cómo no se despertó con mi tono de voz? Este hombre debe tener el sueño mucho más profundo de lo que pensé.

Solo me giro para encontrarme el torso desnudo de Walter mientras abraza con esos grandes brazos una almohada en su dónde descansa su cabeza, tiene todo ese cabello castaño revuelto y solo puedo contemplar su paz, hasta que noto pequeñas líneas cicatrizadas en zonas de su espalda que son similares a aruños.

—mier-- —no puedo terminar la oración porque ya recordé (o eso creo) parte de lo sucedido.

¿Cuánto llevo dormida? Esa es mi duda.

Miro bajo las sabanas viendo que estoy en las mismas condiciones, estoy desnuda pero no pegajosa, ni adolorida. ¿lo tendrá pequeño? O por lo menos tamaño promedio, no pienso mucho en ello hasta que intento levantarme, cuando apenas pongo una pierna fuera de la cama e intento impulsarme con ella para levantarme, mi rodilla falla y caigo al suelo haciendo un sonido sordo mientras en un vago intento de sujetarme de la sabana (algo muy inteligente en los primeros dos segundos), la jalo conmigo e intento quedarme quieta.

¿¡Qué demonios me paso!?

Toco mis muslos pellizcándolos e incluso los dedos de mis pies y allí están, puedo sentirlos incluso moverlos, pero no puedo decir lo mismo de mis rodillas, parece que no obedecen mis órdenes. Me levanto como puedo agarrándome del colchón viendo que Walter ni se inmuto, siguió allí tan calmado que hasta creo que está muerto, pero un suave ronquido respondió mi pregunta.

Solté un suspiro fuerte y comencé a gatear hasta llegar al baño con la sabana que al parecer es mía y no la que tenía Walter que aún le taba de la cintura para arriba, apenas dejando a la imaginación su muslo grande que por un momento dan ganas de morderlo.

Cuando llegue al baño con apenas el mínimo de movilidad en las rodillas vuelvo a intentar ponerme de pie sujetándome de la gran mesa donde está el lavamanos con una mano y con la otra aferrando la sabana a mi cuerpo, esta vez mis rodillas si me hacen caso y me pongo de pie viendo con horror mi cabello.

Parece que todos los cuervos del reino se dieron una pelea campal allí, esta echo un desastre; tomo el cepillo intentando acomodarlo y un leve dolor en mi cuello justo en mi hombro derecho me hace bajar el brazo con rapidez. Quema un poco como si me hubiera lastimado un tendón por algún golpe que lleva días sanado. Se sobre esta clase de dolor por culpa de las sombrillitas; mientras estuve en la academia fue un horror los entrenamientos que soporte solo para esperar a cinco y el fin del mundo.

Con horror levanto mi cabello dándome un poco la vuelta frente al espejo, encontrando con horror no solo una gran marca de dientes en mi hombro dejo caer la sabana de mi cuerpo mirando el camino de marcas rojas en toda la espalda. Un escalofrió me recorrió por completo.

¿Qué demonios hicimos?

Bueno, es más que obvio, pero ¿Por qué no lo recuerdo? Apenas flashes de lo que sucedió la noche anterior vienen a mí y cuando mis dedos tocan con cuidado la piel lastimada, los gemidos largos y profundos de Walter en mi oreja volvieron de nuevo a debilitarme las rodillas, pero esta vez sí tuve más control al poner mis manos sobre la mesa mirando mis ojos verdes volverse mortalmente brillantes.

—voy a matarlo… —gruñí que incluso el sonido vibro en mi pecho y re reflejo en los cristales, pensé que se romperían, pero cuando me calmé, estos tambien se calmaron.

—¿Evie? —me gire tan rápido que el dolor en mi hombro regreso como un latigazo recorriendo hasta mi cerebro. No me importo que me viera desnuda.

Walter se acercó abrazándome cuando vio que mis manos fueron rápidamente a mi hombro derecho intentando amortiguar el dolor, sus manos estaban rápidamente en mi espalda baja.

—debiste quedarte en cama —es un regaño, pero su voz ronca es tan suave que no sé cómo todas esas ganas de golpearlo y morderlo para que entienda que no debe morder a las personas se esfumo tan rápido como sus manos me tocaron.

—idiota… esto es tu culpa —su cuerpo ahora está a una temperatura tibia mientras mi cara esta directo en su pecho.

Su piel suave incluso sus bellos en su pecho me relajan, mis manos lo toquetean descubriendo que las cicatrices que antes estaban allí ya no están, me alejo un poco descubriendo que sus ojos me miran con curiosidad.

—¿no lo recuerdas? —niego varias veces a su pregunta buscando la evidencia que sé que estaba allí antes. —¿Qué buscas? —su tono sonó un poco relajado.

—tus… tus cicatrices —dije incrédula, su piel se veía perfecta, esas marcas de antes ya no están, ninguna.

—¿no lo recuerdas? ¿en serio? —su voz incrédula me hizo seguir inspeccionando y luego bajo la mirada a su bóxer, lo que tiene allí no parece nada pequeño, ni modesto. ¿tan traumático fue el sexo con el que mi mente lo bloqueo?

—¿Qué tengo que recordar? —mi mirada sigue perdida y fija en esa “v” que baja por sus caderas hasta esa cosa que se nota que no está ni dura ¿Cuánto le mide?

—han pasado más de cuarenta y dos horas —levando la cabeza arrepintiéndome enseguida y quejándome, Walter me cargo con cuidado, pero tan preciso que me sorprendió estar sentados en la cama en segundos conmigo en su regazo.




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