Cuando entré al salón al día siguiente, y a horario esta vez, Alex ya estaba sentado en el mismo lugar del día anterior. En cuanto traspasé la puerta, él se volteó en mi dirección y me sonrió.
Me relajé visiblemente y le agradecí el gesto en silencio. Aunque ayer estuvimos prácticamente todo el día charlando entre clases y todo parecía bien, en cuanto estuve en la soledad de mi habitación en la tarde no pude evitar ponerme nerviosa y preguntarme si sería igual al día siguiente.
No pude dejar de pensar en ello en todo el día, ni siquiera sé cómo logré dormirme. Las pocas veces en las cuales intenté hacer amigos o alguien se acercó a hablarme, siempre alcancé un punto en el cual la otra persona esperaba a que yo me acercara, o hiciera un esfuerzo. Nunca lo hice, claramente, y por eso tengo una relación neutral con mis compañeros.
Me levanté esta mañana dispuesta a intentar hacer las cosas de forma diferente con Alex, pero la verdad es que decir y hacer algo son cosas diferentes y el hecho de que él mismo dé el primer paso hoy me hace sentir mejor. Quizá me sea más fácil hacerlo mañana yo misma...
Me acerqué con rapidez hacia el asiento vacío a su lado, y en cuanto estuve a punto de sentarme me sorprendí al ver su mochila sobre el asiento, señal de que realmente estaba aguardando a que llegara e intentó evitar que alguien ocupara el lugar. La levantó en un segundo y tiró la silla hacia atrás para que pudiera ocuparla.
—Gracias... — murmuré.
Tardé unos segundos en sentarme.
—¿Qué clase tenemos ahora? Me dieron un horario ayer cuando llegué pero no lo encuentro.
Comencé a rebuscar en mi mochila por mis cosas. —Eh... Matemáticas, puedo hacerte una copia del horario si querés.
Levanté la cabeza, cuaderno de matemáticas en mano, y me volteé en su dirección dispuesta a mostrarle el último tema que habíamos visto en clase cuando noté su vestimenta.
Alex tiene puesta una camisa ligera, con ambas mangas arremangadas.
En cuanto vio que no dije nada y me quedé observándolo, él también bajó la vista y estudió su vestimenta con atención.
—¿Qué?¿Qué tengo? — preguntó con el ceño fruncido.
—Alex... — dejé el cuaderno sobre el pupitre y levanté la vista hacia su rostro confundido. —Es invierno, afuera hay neblina, ¿No tenés frío?¿Cómo es que no estás congelado? Ni siquiera encendieron la calefacción aún.
De inmediato miré al respaldo de su silla, en busca de una campera, pero no encontré nada.
—¿No trajiste una campera?¿Nada?
Él tomó el cuello de su camisa a cuadros, como si eso respondiera a mi pregunta. Lo señalé.
— Eso es una camisa, no una campera. ¿¡Viniste sólo con eso como abrigo?!
—Bueno... Es que... — clavó la mirada en el pupitre y se llevó la mano a la nuca mientras guardaba silencio.
—¿Es que no tenés una campera? — pregunté, intentando recordar si el día anterior había traido una consigo.
Creo que ayer tampoco llevaba una campera, pero sí llevaba un buzo, así que no me extrañé.
—Creo... ¿Que no? — respondió dudoso, volviendo a mirarme. —Compraré una esta tarde, pero de verdad, no tenía frío esta mañana y ahora tampoco, estoy bien...
Levanté una ceja, no convencida.
—De verdad... — levantó sus manos, como si eso fuera prueba suficiente. —No estoy temblando, ¿Ves? Y mi piel no está azul...
Quise responder, pero un ruido fuerte me interrumpió.
El profesor de matemáticas entró al salón en silencio luego de volver a cerrar la puerta sonoramente. Caminó directamente hacia su escritorio y, como siempre, lo primero que hizo fue dirigirse a la pizarra para escribir el título del tema de hoy.
Le señalé a Alex que guardara silencio, señalé la pizarra y lo insté a sacar su cuaderno.
...
—¿Ese profesor es siempre tan... Malhumorado?
Cerré la puerta de la biblioteca a sus espaldas mientras él continuó hacia el fondo, al mismo lugar del día anterior, el sofá bajo el ventanal.
—Sí, y es mejor que te acostumbres, tiende a agarrárselas con los que hablan en clase.
Me dirigí directamente hacia la fila de estanterías a la derecha en silencio entonces, él continuó de largo pero volvió hacia atrás y me siguió en cuanto se dio cuenta de que no lo había seguido hacia el mismo lugar de ayer.
Tomé el libro y lo abrí, asegurándome de que el marcador que había dejado hacía tres semanas estuviera en su lugar, y me dirigí hacia la bibliotecaria justo en el momento en cual Alex se había detenido a mi lado e intentaba ver qué hacía.
En silencio, la bibliotecaria me extendió mi ficha y yo firmé antes de volver a tomar el libro y guardarlo en uno de los grandes bolsillos de mi campera.
Tuve mucho tiempo para pensar ayer en la noche, y decidí que terminaría de leer el libro en mis ratos libres en casa. Originalmente había planeado leerlo aquí mismo entre recesos, para mantenerme ocupada por el resto del año, pero cambié de idea.