Tan pronto como apagué la camioneta Victoria quitó el seguro y se bajó sin decirme nada. Antes de que pudiera regañarla y siquiera decirle alguna cosa, ella ya cruzaba la calle y saludaba a sus amigos con una seña de su mano.
Me recosté contra el asiento, la mirada fija en su espalda, cuando tres golpes suaves a un lado de mi cabeza, en la ventanilla, me sobresaltaron. Alex me sonríe desde el otro lado.
Le sonreí y señalé que diera la vuelta para sentarse en el asiento del acompañante. Por primera vez en quién sabe cuánto tiempo, habiamos llegado un poco antes del horario de entrada al colegio, así que tenemos algunos minutos hasta que nos dejen ingresar. Sin embargo, Alex negó con la cabeza y dio un paso atrás, esperando a que me bajara para unirme a él en la vereda.
Bajé un poco el vidrio, sólo lo suficiente para hacerme oir. —¡Hace frío! Tengo la calefacción encendida, o entras a la camioneta o te quedas esperando solo ahí afuera. Todavía faltan veinte minutos para que nos dejen entrar.
Cerré la ventanilla antes de escuchar su respuesta, el viento frío ya habiéndome enfriado la nariz. Por algunos segundos me observó con frustración, pero luego buscó a mi hermana entre el pequeño grupo de personas aglomerados frente a la puerta del colegio y, al verla, finalmente rodeó el auto con una exasperante lentitud.
Abrí la puerta justo cuando él la alcanzó y tomé su brazo, instándolo a entrar antes de que el frío del exterior se instale dentro del automovil. Dejó la mochila sobre su regazo con brusquedad y se volteó a verme, visiblemente molesto.
Le sonreí de todos modos.—¡Bienvenido a mi camioneta! Es pequeña y vieja, pero acogedora.
No cambió su expresión, pero sí comenzó a mirar el tablero. Tiene algo de tierra, y está lleno de llaveros, papeles y algunos adornos, pero nada demasiado extraño. Antes de que pudiera volver a hablar, Alex lo hizo.
—Puedo sentir a tu hermana mirándome. Mi cabeza estaría en llamas ahora mismo si dependiera de ella. —la busqué con la mirada ante el comentario. Por algunos segundos, pude verla haciendo exactamente lo que Alex describió, pero volteó la cabeza al darse cuenta de que la estaba mirando. —Después de esto no querrá volver a subir a la camioneta.
Me encogí de hombros. —Lo superará...
—No lo hará. —rebatió.
Me volteé a verlo. —Sí, lo hará, a no ser que quiera ir y venir caminando por el resto del año escolar, lo superará.
Sonrió ante mis palabras, pero aún así negó con la cabeza. Antes de que pudiera replicar, metí la mano en mi bolsillo y saqué lo que había estado buscando todo el día anterior. Extendí el brazo y puse el objeto directamente sobre su regazo antes de que pudiera asimilar lo que era y lo rechazara.
—Lo usé hasta el año pasado, así que todavía funciona —le dije mientras él lo tomaba en sus manos. Volví a meter la mano en mi bolsillo y le entregué el cargador, que aceptó sin discutir. —. Tiene toda la batería, lo recargué toda la noche y también tiene algo de crédito, lo cargué esta mañana. Úsalo hasta que consigas uno...
Por algunos segundos, no dijo nada. Encendió el celular, que se iluminó mostrando una foto del perro de mi tía. Borré todas mis cosas del teléfono, pero dejé la fotografía por alguna razón. Alex sonrió al verlo.
—Gracias, Ti...
Le sonreí, y en un impulso levanté mi mano y la llevé hasta su rostro con la intención de pellizcar su mejilla, pero tan pronto como toqué su piel tanto yo como él nos alejamos del contacto.
—¡Alex!¡Tu piel está congelada! —me llevé la mano al pecho e intenté volver a calentarla.
Se siente como si hubiera tocado un cubo de hielo. Alex se cubrió la mejilla con la mano, como si mi toque le hubiera causado la misma sensación. Luego de algunos segundos, se relajó.
—Vine caminando y afuera está helando, supongo que todavía no entré en calor...
—No, de verdad no lo hiciste —negué, frotando la mano contra mi campera.
Le escuché reír a mi lado mientras devolvía su atención al teléfono que había dejado encendido en su regazo.
...
Cerré la puerta principal a mis espaldas. Victoria corrió adentro antes de que siquiera aparcara la camioneta frente a la casa, puedo escuchar sus pasos mientras se aleja por el pequeño pasillo hasta perderse en el salón, probablemente rumbo a las escaleras para encerrarse en su cuarto.
Me adentré al salón también no mucho después. A un lado de las escaleras, la puerta que da a la cocina está abierta y puedo ver a mamá de espaldas frente a las hornallas. Rodeé la mesa, dejando mi mochila sobre una de las sillas antes de acercarme.
—Llegamos... — anuncié. Mi única respuesta fue un suave murmuro que no llegué a comprender. — Volviste más temprano.
Ante eso, mi madre por fin se da la vuelta para verme por algunos segundos. Me sonrió, pero enseguida devolvió la mirada al frente. —Me dejaron salir antes, no había mucha gente hoy.
No parece que vaya a agregar nada más. Esperé unos segundos, de todos modos, pero enseguida me acerqué a la nevera para servirme un vaso de jugo. Mientras lo hacía, de espaldas a la encimera sobre la cual mi madre trabaja, la escuché maldecir en voz baja.