Es casi de noche cuando aparco la camioneta en la vereda frente a mi casa. Las calles están vacías, pero las luces exteriores y la del salón comedor están encendidas.
Alex otra vez insistió en que lo alcanzara hasta la misma calle en la cual lo recogí hoy, se negó a que lo llevara directamente a su casa incluso aunque insistí durante todo el camino juntos. Se despidió con un abrazo rápido, de esos que para cuando procesé lo que hacía, él ya se habían terminado y estaba bajando de la camioneta.
Lo único que me dijo fue que le enviara un mensaje cuando llegara a mi casa.
Abrí la puerta de entrada de forma distraída y me sobresalté al escuchar risas provenientes del salón. Me acerqué con rapidez y descubrí a mi hermana sentada en el sofá, las piernas cruzadas sobre los almohadones y a un lado de nuestro padre, que se voltea a verme en el momento en el que cruzo el umbral. Lleva puesto su típico atuendo de trabajo; camisa blanca y pantalón negro de vestir, así que debe de haber llegado hace más bien poco. Victoria lleva su pijama.
—¡Tati, por qué tardaste tanto?! — me reprochó Victoria con el ceño fruncido.
Dejé mi mochila sobre el sofá individual que enfrenta su posición y me senté. —Te dije ayer que iba a salir hoy, hasta dejé una nota en la cocina...
—Sí, pero te fuiste en la mañana...
Iba a contestar, pero para mi sorpresa no pude hacerlo. La voz de mi padre me sorprendió tanto que inmediatamente escogí escucharlo.
Se volteó a verme, su brazo rodeando los hombros de Victoria. —¿A dónde fuiste?
Su pregunta me toma desprevenida. Le miré con confusión, tratando de adivinar si la pregunta es seria o no.
A dónde vaya o deje de ir a él nunca le importó, a nadie en realidad le interesa lo que haga en mi tiempo libre. Generalmente le dejo notas a Victoria si no puedo decirle directamente, pero incluso ella tiende a ignorarlas. ¿Por qué de repente parece querer saberlo?
Me puse de pie y volví a tomar la mochila. —Salí con un amigo. — ofrecí sin más.
Di un paso en dirección a las escaleras, pero papá no me dejó continuar. —¿A dónde fueron?
Suspiré. —Le enseñé el claro al que nos llevaba mi tía cuando éramos pequeñas, nada más.
—¿Fuiste sin mí? — Victoria reprochó.
Me volteé a verla. — Siempre voy sin vos, Vi. Voy todo el tiempo, y te lo digo, te invito, pero vos nunca querés venir.
Mi hermana ladeó la cabeza, como cuestionando mis palabras, pero no dijo nada más. Creí que por fin podría huir, pero papá volvió a hablar.
—¿Con qué amigo fuiste?¿Lo conozco?
—¿Por qué de repente te importa? — ataqué de repente.
Papá me observó por varios minutos. Su expresión se endureció, entrelazó ambas manos y apoyó los codos sobre las rodillas.
—¿Cómo se llama? — ignoró mi anterior pregunta.
—Alex.
—¿Hace cuánto lo conoces?
—Un mes.
—¿Conoces a sus padres?
Me crucé de brazos y miré a Victoria, que repentinamente se sentó erguida en su lugar y evadió mi mirada. —¿Qué le dijiste?
Ella se encogió de hombros con desdén. —Nada.
—Victoria...
Papá salió en su defensa, para sorpresa de nadie. —Le pregunté cómo le ha ido en el colegio en estas tres semanas que no estuve, le pregunté por vos también, ya que no estabas. Tu hermana me contó sobre este nuevo amigo tuyo y cómo se siente sobre él, solo me aseguro de que mis hijas estén a salvo...
—¿Desde cuándo te interesa? — murmuré, y añadí antes de que pudiera decir algo más, señalando a mi hermana. —Está siendo dramática. Alex es un chico que se mudó hace poco e ingresó a mi salón, nos hicimos amigos, es todo. Victoria está siendo ridícula, él nunca hizo nada extraño, nada que la hiciera sentir incómoda o insegura.
—¡No son estupideces! — levantó su voz cuando escuchó mis palabras. —Te digo que ese tipo me da escalofríos, me da miedo, por eso le conté a papá. Además, ¿Cómo explicas el que me evada siempre ahora? Sabe que yo no me creo que sea tan inocente...
—Ay, por Dios, ¡Te evita precisamente porque le tenés miedo!¡Sabe que te pone incómoda, así que te evita para ahorrarte el maldito disgusto! Esto es honestamente ridículo, le dije varias veces que no mereces el esfuerzo, pero él es mejor persona que vos, parece...
—¡Basta! — papá levantó la voz y se puso de pie, exasperado. Miró a Victoria un segundo antes de devolver su mirada a mí y señalarme. — Tu hermana le tiene miedo a este chico, y vos decís que está exagerando... Voy a juzgar por mí mismo, mañana las llevo al colegio y las voy a buscar.
—No podés, — rebatí. — Entras a trabajar a la misma hora que nosotras entramos en el colegio, y cuando salimos todavía estás trabajando...
—No va a pasar nada porque entre un poco tarde al trabajo un día, y puedo perderme el almuerzo para poder traerlas a casa. — señaló las escaleras y nos miró a ambas. — A su habitación, las dos.
Me alejé con rapidez sin pensar, pero puedo escuchar a Victoria quejándose e intentando hacerlo cambiar de opinión mientras me alejo.