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19: Rojo

— ¿Recuérdame por qué estamos acá? Arreglamos esta mañana que iríamos a la cafetería, no dijiste nada sobre ir a la librería. 

La campanilla sobre la puerta se escuchó en cuanto la abrí y puse un pie dentro del local, saludé a la usual mujer detrás del mostrador con una sonrisa mientras tiro de la mano de Alex, que entra detrás de mí casi arrastrando los pies. 

—Salió hace unos días un libro nuevo de mi autor favorito y no me enteré hasta hace un rato, quiero ver si lo tienen… —le respondí distraídamente arrastrándolo a un pasillo conocido, en el otro extremo del local. 

Usualmente me dirijo directamente a la esquina llena de libros viejos y usados, siempre prefiero rebuscar entre ellos, pero lo que vine a buscar hoy no se encontrará allí. Pasé de largo varias estanterías coloridas, los libros románticos llenan casi cada pequeño espacio disponible de a varios pares, y Alex se detiene abruptamente para revisar algunos mientras continúo leyendo los títulos.

—¿Te gusta leer romance? 

Miré de pasada la portada del libro que tiene en sus manos, de color rojo y con letras simples pero muy conocido, lo suficiente como para que sepa de qué se trata y su final aunque no lo haya leído. 

Alex sonrió sin levantar la vista del libro. —¿A vos no? Quizás no te haría mal, un poco de romance no hiere a nadie. 

Me encogí de hombros. —No necesito romance, así estoy bien, gracias. 

—¿Por qué tan negativa? 

Retiré un libro de la estantería, la tapa es azul y llamó mi atención. —No soy negativa, sólo digo la verdad… No me interesa demasiado o en particular leer romance, y tampoco vivirlo, no es tan raro. 

Alex dejó el libro en su mano en su lugar y se volteó a verme, la sonrisa borrada de su rostro. —¿Por qué no? 

Me reí. —Alex, ¿Enserio? Simplemente no tengo interés, no es el fin del mundo. 

Me volteé a verlo entonces, sonriendo y con el libro en la mano, pero él me observa seriamente. Bajo mi mirada, se cruzó de brazos y se recargó en la estantería. Me volteé otra vez hacia los libros y continué caminando. 

—No te estaba cuestionando, sólo me da curiosidad por qué te sentís así, es todo. 

—¿Acaso importa? 

—Me importa a mí. 

Volví a mirarlo por encima del hombro. —¿Y por qué? 

—¿Por qué no habría de importarme? — su expresión se suavizó. —El romance es algo bonito, el enamorarte de alguien puede ser algo muy hermoso, ¿Por qué no me importaría saber por qué alguien piensa que no es importante o no le interesa?

—Ah, no sabía que tenía entre manos un defensor del romance. —Me reí, pero sólo causé que suspirara. 

—No evadas la pregunta. 

Bufé. —¡No es tan importante! Nunca me enamoré de nadie, nunca me gustó nadie, nunca tuve siquiera tiempo para eso, mi cabeza estuvo siempre en otro lado, y lo sabes — lo señalé. — sólo no me interesa, no creo que sea tan especial ni tan importante. 

Volví a guardar el libro que tenía en la mano y continué mirando las estanterías, revisando los tomos y leyendo los títulos, ni siquiera sé cómo se ve la portada; sólo leí el título en internet. La sección de romance parece por fin haber terminado, algunos libros de fantasía llaman mi atención. Alex permanece parado detrás de mí en el mismo lugar. 

—Yo sí creo que sea algo especial. —su voz me toma desprevenida. —¿De verdad nunca te enamoraste?

No le respondí enseguida, ni siquiera iba a voltearme a verlo, pero me fue difícil sabiendo que sus ojos están fijos en mi espalda mientras recorro los tomos de libros con los dedos. No hay atisbo de sonrisa en su rostro, no en este preciso momento, pero me es demasiado fácil recordar cómo se vería si lo hiciera, sus ojos marrones se fijan en los míos con atención, su cabello cae a un lado de su rostro desordenado. 

Mis ojos se detienen en su pecho antes de volver a voltearme. —No, nunca. 

—Me cuesta trabajo creerlo. 

Suspiré. —Bueno, créelo, porque es cierto. Alguna vez me habrá parecido lindo alguien, pero nunca me enamoré, en todo el sentido de la palabra. ¿Cómo podría? Si nunca siquiera tuve amigos reales, no hasta que te conocí, al menos, y lo sabes… Quizás ni siquiera sea capaz de sentirme así, mucha gente no lo es.

Ciò non sarebbe molto bene per me, però

Fruncí el ceño y me volteé. —¿Qué dijiste? Estoy segura de que eso era italiano. 

—Lo era. —Rió. —No importa. 

—De verdad, ¿Qué tantos idiomas hablas? Esto es frustrante, primero sólo hablas español y sueco, luego saltas diciendo algo en francés, y ahora italiano, maldito mentiroso. 

La sonrisa le volvió al rostro mientras se ríe de mí y mis frustraciones, tomé un libro y fingí estar a punto de tirárselo como represalia, pero eso sólo lo hizo reír más. 

—¡No viene al tema! —se defendió. —¿No vas a preguntarme a mí? 

—¿Preguntarte qué? 

—Si no me enamoré alguna vez.

Le sonreí. —¿Y por qué querría saber eso? —imité su pose y me crucé de brazos mientras me recuesto contra el estante.




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