Para la buena suerte de Amelia, alcanzó a tomar el último viaje del metro que salía hacia su destino. Llego a la peluquería faltando quinces minutos para las siete de la tarde, justo a tiempo para el último turno. Entró un poco temerosa pues fue una idea que tuvo de repente ni siquiera se había detenido a pensar que venía a hacerse, de lo único que estaba segura era que venía por un cambio radical de look, en uno de los libros de autoayuda que recibió de algún generoso invitado que la vio derrumbarse, leyó que cuando una relación se termina, tienes en ti más de la otra persona que de ti misma y definitivamente era cierto, luego de 5 años de noviazgo con Fabián ya no podía reconocer mucho de la Amelia que llego a los 18 años a Madrid llena de sueños y con ganas de conocer el mundo; además recomendaban probar un corte de cabello nuevo y para ella en ese momento era una buena forma de deshacerse de la esencia del dolor.
-Buenas tardes señorita, quiero tomar el último turno- dijo a la recepcionista dándole una fugaz mirada al lugar, totalmente desolado.
La recepcionista asintió con una amable sonrisa en su rostro y condujo a Amelia por un pasillo que ella conocía de memoria, hace tres semanas estuvo ahí arreglándose para su boda, trató de disipar esos pensamientos mientras la sentaban en una de esas típicas sillas de peluquería. Mientras esperaba que llegara la persona que la atendería, se miró detenidamente al espejo, pudo ver sus ojeras mucho más marcadas y se veía su rostro cansado, supo al instante que era hora de empezar su vida de nuevo.
Llevaba más de dos horas con Mercedes, la estilista que le había tocado, la entendió desde un principio y vio en sus ojos que haría un buen trabajo. Era hora de un cambio pero aun así quería mantenerse en lo seguro, cortaron su largo cabello hasta la altura de sus hombros y le hicieron una tintura rubia en su oscura cabellera. Cuando mercedes acabó con su trabajo ni siquiera Amelia pudo reconocerse, era el inicio a una nueva vida.
Al entrar al departamento, Vanessa y Andrea soltaron un grito de emoción, y quedaron en ir de compras al llegar el viernes ya que si había cambiado su look debía complementarlo con ropa nueva. Abrazó fuertemente a sus amigas, pidió disculpas por haberlas estado evitando estos días y les agradeció por todo lo que han hecho por ella.
Esa noche por fin pudo dormir en paz, sabía que había hecho lo correcto y que todo cambiaría para bien.
La semana transcurrió de manera normal, Amelia se estaba tomando el tiempo suficiente para asimilar su nueva vida, el lunes debía regresar al trabajo, su incapacidad por depresión ya estaba próxima a vencerse y debía ir a enfrentar a todas las chismosas de su oficina,por ahora no era más que una secretaria en un importantísimo buffet de abogados en Madrid, pronto esperaba ser más que eso. Había aplazado dos semestres de su carrera por dedicarse a planear su boda, ahora había perdido un año de su carrera y tampoco estaba casada. Esperaría ahora a que abrieran las inscripciones de la universidad para poder concluir con sus estudios, necesitaba obtener su título pronto para que la ascendieran en su oficina.
El fin de semana llegó rápido, Amelia y sus amigas se fueron de tarde de chicas al centro comercial, recorrieron muchas tiendas intentando descubrir el nuevo estilo de Amelia.
Luego de desempacar todas las bolsas que tenía, escogió lo que usaría el lunes en la oficina, el domingo lo usaría solo para descansar y poder llegar fresca a trabajar.
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Su lunes no empezó de la manera en que ella esperaba, despertó medio hora retrasada y solo un milagro lograría que ella no llegara tarde a la oficina; entre una ducha rápida y desayuno flash estuvo en el metro camino a su oficina alrededor de las 7 y 30 am; aun guardaba las esperanzas de llegar temprano.
Sabía que algunas cosas habían cambiado en mi ausencia, el abogado Mallorca se había retirado del buffet dejando a cargo a su hijo menor, Maximiliano, algunas del clan de las chismosas se habían casado o estaban embarazadas, nada relevante en realidad. Pero mientras el metro hacia sus respectivas paradas solo podía pensar en el hijo del jefe ¿qué tan guapo será? ¿Estará casado o por lo menos ennoviado? ¿se molestara por mi retraso? El señor Mallorca fue muy gentil al permitirme faltar un mes luego de lo ocurrido y aunque él mismo me menciono varias veces en las que llamo a preguntar por cómo seguía, que la oficina era un caos sin mí, me dio tiempo para aprender a seguir con la vida,el como invitado a mi boda fue testigo de mi derrota, y así encimada en mis pensamientos llegué finalmente a mi estación, faltaban 5 minutos para las 8:30, debía correr las dos cuadras que faltaban literalmente para llegar.
Editado: 06.04.2021