Encuentro a destiempo

2 de diciembre: Capitulo 7

Si buscamos en el diccionario la palabra curiosidad dice “es la intención de descubrir algo que uno no conoce”, lo cual está muy bien, pero si seguimos “Dicha voluntad suele enfocarse a cosas que a la persona no le atañen o que, supuestamente, no le tendrían que importar” y es acá donde me quiero detener. ¿Cuántas veces fuimos traicionados por nuestra propia curiosidad? Por querer saber un poquito más, por meternos donde nadie nos llamó. Siempre detrás de una curiosidad se encuentra algo que desconocemos, una verdad que no sabemos que existe, pero de todos modos vamos tras ella. ¿Qué pasa cuando descubrimos una verdad que no nos esperábamos? ¿Qué no estamos preparados para recibir?

Acomodándose su gorra, el flaco, bajó del 71 entre Corrientes y Callao, pleno barrio Once. Siguió derecho hasta chocarse con la calle Uriburu, donde estaba su destino el Instituto audiovisual de cine y televisión.

Subió hasta el primer piso y se sorprendió del poco trajín de gente con el que se encontró, pensaba que iba a encontrarse con una cola larga de estudiantes esperando a ser inscriptos. Sin embargo, el lugar estaba casi vacío.

Las ocho y cuarto de la mañana marcaba el reloj de la recepción. Claramente, Darío no era de los que madrugaban. Había salido la noche anterior, como todos los jueves, y “siguió de largo”. Por eso también llevaba anteojos de sol. Y, por ironía del destino, hoy estaba nubladísimo.

— ¿Necesitás algo?

Distraído por la necesidad de dormir y todo el alcohol que aún tenía en sangre, volvió en si al escuchar la pregunta de la recepcionista.

— Perdón. Buen día. — saludó. — Venía a inscribirme.

La rubia teñida enarcó sus cejas castañas que la delataban. Algo andaba mal, intuyó el flaco.

— Las inscripciones empiezan mañana. — le informó confundida.

El flaco no lo podía creer y se autoinsultó por dentro por ser tan idiota. No podía ser tan colgado.

— Están colgadas las fechas en la página web. — continuó ella. — Encima viniste re temprano. — agregó lamentándose por Darío.

— Tengo en la cabeza en cualquier parte. Perdón. — se disculpó. — Si querés te invitó un café mientras espero para mañana. — bromeó señalando la maquinita de café express, antes de marcharse, totalmente frustrado.

— Bueno. Puedo hacer una excepción. — le propuso.

Darío regresó la mirada a la rubia interesado por la que le iba a decir.

— Te puedo inscribir ahora ya que estás acá y sos vos solo, y paso los datos mañana. Aunque la idea del café no me desagrada, sería más llevadera mi mañana que suele ser por demás aburrida. — y habló demasiado para el gusto del flaco.

¿Se lo imaginaba? ¿O era lo que era? ¿O parecía? 

— ¿Te inscribo? — lo apuró.

El flaco asintió de forma automática, le entregó la carpeta amarilla con sus datos y documentos.

— Darío. — leyó. — Vanessa. —  se presentó mirándolo con una sonrisa.

Definitivamente “era lo que era”. Faltaban solo las luces de neón, intentaba seducirlo. Y Darío tampoco iba a negarse. Mirándola por segunda vez, le gustaba. 

— Comunicación Audiovisual. — deletreó la teñida mientras inspeccionaba la planilla. — Chico creativo, como la mayoría que viene acá. — determinó con complicidad.

Quién diría, el flaco teniendo levante un viernes a las ocho de la mañana, con anteojos negros y sin siquiera haberse recortado la barba. Viéndolo de ese modo, era casi gracioso. 

Ella le dio el pie perfecto para intercambiar números de teléfono, pero Darío prefirió no avanzar por el momento, aún tenía la ruptura con Valeria dándole vueltas en la cabeza. Ahora solo deseaba su cama, además de todos modos tenía que regresar para entregar las fotos carnet, así que ahí volvería a verla.

Bajó por ascensor, abrió la puerta de salida y una brisa fresca lo invadió, algo poco común para un siete de diciembre.

Sin destino fijo, y nada mejor que hacer se convenció de visitar las tiendas electrónicas por el camino, siempre encontraba algo en oferta que comprar, aunque de dudosa calidad. Adentrado por completo en una de las vidrieras, decidió entrar a un negocio musical. L atención era mala, así que el mismo de buscar lo que necesitaba. Se detuvo en una pila de CDs a muy bajo precio sobre el mostrador, no sabía que hacían allí y se dejó llevar por su curiosidad.

Se sorprendió ante algunos nombres como “The Verve”. Leyó la primera canción de compilado Bitter Sweet Symphony, su único éxito. No le llamaba este tipo de música, pero en aquel verano de 1997 sonaba en todos lados. ¿Qué será de la vida de estos flacos? Se preguntó.

Dejando este de lado, una contratapa le llamó la atención “Lamento boliviano”, “Tu cárcel”, “Luz de día” conocía perfecto esas canciones, era el CD grabado en vivo en un concierto del 2003 de los Enanitos verdes, una de sus bandas preferidas. Estaba a un precio único, lo tomó, este se iba con él.

Llamó a un empleado, y este se dispuso a cobrarle. Justo en el instante que debía pagarlo, mientras revisaba su bolsillo izquierdo en busca de su billetera, su celular vibro.

Pagó, y en tanto esperaba el vuelto, revisó en bendito celular.



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En el texto hay: amor, diferencias, desencuentro

Editado: 31.07.2020

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