Encuentro a destiempo

25 de marzo: Capítulo 29

 

Desde la desastrosa salida a Carmen de Areco, Darío no había vuelto a hablar con Bianca. Todavía se sentía molesto, pero más que con ella con el mismo, por comedido, por meterse donde nadie lo había llamado. No entendía por qué insistía en involucrarse tanto en la vida de Bianca. Así como no comprendía tantas otras cosas que lo aquejaban con respecto a ella. ¿Por qué no podía dejar de hablarle y ya, como lo había hecho antes con tantas otras mujeres? ¿Sería que era eso estar enamorado? El flaco ya no sabía que creer. Sin embargo, de algo estaba seguro, necesitaba arreglar la situación con ella para bien o para mal.

Él sentía que algo le pasaba a Bianca, esto del baile había sido demasiado para ella. Por eso, copiándose de los impulsos de la flaca, decidió ser el quien se tragara el orgullo y le escribió para encontrarse a la salida de la facultad, porque a la academia ella no había querido ir más. Quizás él se preocupaba y ella simplemente ya no quería saber más nada de él. Pero sea cual sea la razón, el flaco necesitaba saberla.

Bianca aceptó verlo, y así Darío emprendió camino.

Ya en la puerta de la facultad, la ve salir cabizbaja, y con el pelo suelto apenas peinado suelto. El flaco se dio cuenta que le gustaba más cuando lo llevaba así.  Por otro lado, le sorprendió verla sola, sin sus amigas.

— ¡Bian! — la llamó.

— Hola Darío — lo saludó de lejos, solo de palabra.

Seguía distante, tenía los ojos brillosos y su cara pálida, pero se mantenía en su postura reacia.

— Vine a que hagamos las paces y a invitarte a tomar un helado — le propuso llenándose de valor, y señalándole el asiento de la moto.

Bianca suspiró negando con la cabeza. Sin decir palabra se sentó detrás de él. De repente, el flaco comprendió que quizás sus sospechas eran más ciertas de lo que pensaba. Y no le importó si ella no iba a contarle que le pasaba, él quería acompañarla.

— Pero no quiero ir a una heladería, quiero que me lleves a uno de tus lugares, una costanera, lejos de acá — le pidió.

Darío asintió sorprendido, dispuesto a cumplir el capricho de la chica que ocupaba su mente casi todo el día.

Minutos después estaban cerca del río como había propuesto Bianca. Era una costanera de una ciudad del norte de Buenos Aires, un poco más cercana que la de la última vez.

Bianca, luego del viaje, ya estaba más relajada. Después de los chistes de siempre, se tiraron al pasto. La flaca recostó su cabeza en el estómago de Darío, mientras revisaba la música del celular de este, en tanto sonaba una canción de los auténticos decadentes, una banda de rock argentina.

— Todo rock nacional — largó en tanto pasaba las canciones y el flaco se encogió de hombros.

— Capaz encontrás alguna de Lady Gago— bromeó, era la única cantante de pop que conocía porque ese verano sonaba por todas partes.

— Lady Gaga, con A — lo corrigió con una carcajada — Ojalá hubiera alguna, tenés que ampliar tus gustos. ¿O te crees cool por escuchar solo rock? — lo peleó y Darío puso los ojos en blanco — ¡Los enanitos verdes! — exclamó cambiando de tema — Esa banda me gusta, en realidad es un gusto heredado de mi …— calló en tanto empezó a reproducirse “Lamento boliviano”.

— ¿De tu mamá? — preguntó él y Bianca no le respondió nada — ¿tu papá? — volvió a indagar.

Bianca asintió. No podía hablar, tenía un nudo en la garganta, todo su esfuerzo estaba puesto en no angustiarse más y controlar el llanto.

— Bian — musitó y se incorporó Darío, haciendo que ella lo emite — ¿Qué pasa?

Luego de unos segundos, y un suspiro, Bianca tomó una bocanada de aire para hablar y animarse a confiar en Darío.

— Que todo en mi vida está mal — sentenció y por primera vez se estaba abriendo con él— Rendí mal todos los finales, me peleé con mis amigas — enumeró y volvió el mutismo en tanto las lágrimas comenzaron a salirse de sus ojos — Mis papás se van a divorciar — declaró al fin — Pero eso no es todo, mi papá tiene otra mujer y un hijo en provincia. Perdón si te trate mal estos días, pero no puedo ni conmigo misma — le confesó.

Darío no sabía que decirle, todo el descargo de Bianca lo había tomado desprevenido, pero ahora entendía muchas de sus actitudes. La flaca no era buena regulando sus sentimientos y frustraciones, y había tratado a Darío como su saco de box personal.  Pero el flaco estaba tan prendado de ella, que ya se lo había perdonado.

— No importa eso Bian. Yo voy a estar siempre que me necesites — le declaró mirándola a los ojos, y no recordaba haber diso tan sincero con una chica como lo estaba siendo en ese momento.

Bianca se apoyó contra su pecho, y Darío la abrazó para consolarla casi de forma instintiva.

***

Se había hecho de noche. Bianca no quería volver a su casa, quería seguir huyendo y Darío era su mejor escusa. Él la llevó al departamento que compartían con su hermana, aprovechando que esta salía a cenar con el pretendiente que ella insistía en llamar “amigo”.

En el sillón y con en la televisión una película que ninguno de los dos prestaba atención, comían pizza.

— Voy por la tercera porción. Hacía tanto que no comía tanta pizza — le reveló Bianca, recordando que antes por el baile debía seguir una dieta saludable.



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En el texto hay: amor, diferencias, desencuentro

Editado: 31.07.2020

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