Las dos receptoras miraron con gran incredulidad al muchacho, sus preguntas solo aumentaban. Se cruzaban las miradas entre las dos, para saber quién sería la primera en responder e hiciera publicas todas las dudas. Justo entre una inhalación de Lili para empezar el interrogatorio, se escuchó un rugido proveniente del chico; Akira apenado se disculpó por su ruidoso estómago, no era su culpa, él no había comido nada desde mucho antes del suceso. Ellas lo detallaron bien, quizá midiera 1.67 metros, su tez era pálida y amarillenta, descalzo, no veían una camisa bajo su gabardina y tenía la cara bastante sucia. Supieron de inmediato que él pasó la noche en la calle, expuesto a la lluvia de la noche y sin comer.
Las dos sintieron un poco de compasión por él, después de todo las había salvado a ambas y por un hecho de crianza y sentido de humanidad querían agradecerle con algún bocado.
—Si quieres podemos hablar de esto en un lugar más tranquilo con algo de comida.
—Me parece una estupenda idea, hay un arroyo con un gran árbol a unos minutos de aquí ¿podríamos ir? —sugirió Akira mientras señalaba en dirección al este.
—Pensábamos algo así... como un restaurante. —aclaró Ika señalando en dirección contraria.
—No puedo ir a un restaurante en esta condición, parezco un vagabundo. Yo no les voy hacer daño. Solo quiero un lugar discreto —El pelirrojo señalaba su aspecto y acercándose a las niñas para susurrarles—: además la ropa es robada, hasta —Dudó un momento—. Los calzones.
Ambas se alejaron un poco, querían mantener su distancia y era entendible. Lo pensaron un momento e hicieron una asentada de cabeza coordinada, a pesar de su apariencia destilaba confianza.
—Iremos por algo de comer.
—Tú vete adelantando, sabemos dónde es ese lugar, ya te alcanzaremos. —Recalcó Lili dándose vuelta con su amiga para ir a una pastelería cercana, mientras el chico dejó salir una pequeña sonrisa e hizo caso a las órdenes de la joven.
El corazón del chico latía a mil.
No pasó más de media hora cuando los tres estuvieran reunidos en el arroyo alejado. Durante el tiempo de mercado. Un pequeño riachuelo el cual atravesaba una pradera alejada a un par de kilómetros de la urbanización, rebosante de hierba verde clara que mantenía podada y siempre acompañada por el relajante sonido ejercido por el agua cristalina del arroyo, un lugar donde el sol en esa hora de la mañana se sentía rico y nutritivo para cualquier ser vivo, sobre todo para un árbol joven con el tamaño suficiente para ofrecer una sombra fresca.
El trio se sentó bajo la protección del follaje del árbol, Akira se desvió unos metros a la fuente de agua para asearse un poco la cara, sus brazos y pies. Las niñas aprovechando el corto baño de él, apartaron un poco las ramas e improvisaron un mantel con las servilletas para poner cinco pasteles exquisitos junto con tres grandes vasos de refresco.
Reinó un silencio bastante incómodo, al sonido ambiental se sumaba el chapoteo de Akira enjuagándose brazos, piernas y cara.
Los tres estaban asustados: Ika, no podía pensar en otra cosa que no fuera el estado de su amiga, recordar eso le aterraba; Lili quería saber qué pasó durante su laguna mental, pero la constante preocupación de tener que confrontar a su hermana, a su tutora, por todo esto terminaba de apagar el brillo de su rostro; Akira por otra parte, estaba demasiado nervioso de confrontar a Lili, le parecía más fácil pelear a muerte con demonios que intercambiar palabras con su amor platónico.
—Muy bien, al parecer ustedes no quieren preguntar. Empezare recordándoles un poco —El muchacho llegaba a la sombra, escurriendo agua, con la mirada fija en las dos chicas. Las palabras salían sin pasar por su cerebro, quería sonar como alguien genial y frío—. El demonio que las atacó era un asesino de muy alta clase; desquiciado y efectivo. Un solo rasguño en su víctima era suficiente para inyectar una cantidad ridícula de un veneno muy mortal.
Las dos miraron aterrorizadas por el cruel recordatorio, temían por la vida de Lili, tartamudeaban entre jadeos, hasta alcanzaron a soltar unas cuantas lágrimas.
—No, ¡¡tranquila, no morirás!! —Akira agitaba ambas manos en el aire en forma de negación, salpicando todo—. Te lo digo porque yo te salve la vida.
— ¡¿Cómo?, ¿qué hiciste?! —interrogó Lili con gran esfuerzo, sus ojos estaban tan abiertos que hasta se estaban poniendo rojos, no podía cerrar la boca.
—Darte mi alma.
Ambas quedaron en shock por la confesión de aquel desatalajado, Lili no entendía nada, Ika con una cara de desconfianza sospechaba sobre qué pudo haber hecho él con el cuerpo de su amiga. Tal vez ella no lo recordaba, ni siquiera se veía como si se sintiera rara; pero Ika no olvidaba la horrible transformación de Lili, le había costado tanto conciliar el sueño esa noche.
—¿Eso tiene qué ver con el cambió de Lili, esa cosa en la que se transformó? —Manifestó la de lentes con una gran seriedad, en un tono de valentía por preguntar. Lili intercambiaba miradas de extrañeza entre su amiga y el desconocido.
—Déjenme les explico —Akira se sentó de rodillas para estar al mismo nivel visual de las señoritas—. El veneno de ese demonio en realidad es un suero que contiene un virus que destruye los glóbulos rojos, matando al objetivo de una anemia. No hay cura como tal; pero, improvisé un tratamiento muy efectivo de hecho. Al darte una parte de mi alma, esta, crearía "cebos" de forma constante para el virus y aparte de eso estimular la producción de más glóbulos y más resistentes y tal vez con el tiempo pudieras crear defensas contra el virus, esa era la idea, no debía de haber efectos secundarios.
—¡¡Pero los hubo, convertiste a mi amiga en un demonio como tú!! —gritó Ika con gran enojo, no podía aceptar que ese monstruo frente a ella hubiera transformado a Lili, sus ojos miel se apagaron y sus rosados labios formaban una mueca de tristeza.