Enigma

SOLEDAD

En la quietud de la noche, la soledad se convierte en un acompañante ineludible. Sentado en la penumbra de mi habitación, siento el peso del silencio, como si las paredes mismas susurraran historias de aislamiento. Cada segundo se alarga en la oscuridad, trayendo consigo recuerdos de momentos pasados, de risas compartidas que ahora parecen ecos distantes.

La soledad no es solo la ausencia de compañía, sino una presencia tangible que se aferra al alma. Es esa sensación de estar rodeado de una multitud, y aun así sentirse invisible, como una sombra en un mundo de luz. Los días pasan, pero el vacío interior permanece, una constante recordatoria de lo que falta, de los espacios vacíos que una vez estuvieron llenos de amor y calidez.

Mirar por la ventana y ver la vida continuando afuera, ajena a mi dolor, solo acentúa este sentimiento de desconexión. Es en estos momentos cuando la mente divaga, preguntándose si alguien más siente lo mismo, si en algún rincón del mundo hay otra alma que comparta este silencio atronador.

La soledad es un estado de ser, una tristeza que se instala en lo más profundo del corazón, haciendo que cada latido sea un recordatorio de la falta de compañía, del deseo no satisfecho de conexión humana.




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