Sentirse vacío es como llevar una carga invisible que nadie más puede ver. Es mirar al mundo que sigue girando mientras uno se siente estancado en un espacio sin emoción, sin propósito. Cada día se convierte en un desafío para encontrar sentido en las actividades diarias, donde las sonrisas se vuelven forzadas y las palabras, vacías. Es como si una parte vital de ti estuviera perdida, dejando un hueco que nada parece poder llenar.
Este vacío no es solo una ausencia de alegría, sino una sensación profunda de desconexión y falta de pertenencia. Es despertarse cada mañana con una sensación de inutilidad, como si todas las acciones fueran en vano. El mundo exterior sigue su curso, lleno de colores y vida, mientras que por dentro, todo se siente gris y desolado.
Encontrar las palabras para expresar este vacío puede ser difícil, porque es una experiencia que va más allá de lo físico, es una herida en el alma. A veces, simplemente queremos que alguien entienda, que alguien vea más allá de las apariencias y reconozca el dolor que estamos atravesando. Sin embargo, a menudo, nos encontramos navegando esta soledad en silencio, esperando encontrar una chispa que pueda encender de nuevo nuestra pasión por la vida.