Algunos hombres tras haber sido heridos profundamente por experiencias dolorosas con mujeres en el pasado, pueden desarrollar un comportamiento que aparenta frialdad, indiferencia o incluso crueldad. Lo que muchas veces no se percibe es que, detrás de esa fachada dura, se esconden emociones intensas y una vulnerabilidad que temen mostrar. Estos hombres han sufrido tanto que, en un intento desesperado por protegerse, construyen un escudo de maldad o distanciamiento emocional. Este escudo no es más que una barrera para evitar que alguien más se acerque lo suficiente como para causarles más dolor.
Cada gesto frío, cada palabra hiriente, no siempre es un reflejo de lo que realmente sienten en su interior. A menudo, es una manera de asegurarse de que no se exponen a una nueva traición o decepción. Su dolor no ha desaparecido, solo está enterrado bajo capas de desconfianza y miedo. En el fondo, desean ser amados y comprendidos, pero el miedo a ser lastimados otra vez es tan fuerte que prefieren proyectar esa imagen de dureza antes que arriesgarse a sufrir de nuevo.
Es triste ver cómo, en su intento de protegerse, se alejan de las personas que podrían ayudarles a sanar. La coraza que construyen les impide vivir el amor genuino y profundo que todos merecen. Sin embargo, detrás de cada acción hiriente o distante, sigue habiendo un ser humano que solo busca encontrar paz, aunque no siempre sepa cómo. Lo que muchos no ven es que bajo esa capa de maldad autoimpuesta, hay un corazón que late con la esperanza de que, algún día, alguien logre atravesar sus muros y les demuestre que no todos quieren hacerles daño.