Enmerald. Guardianes 1

Capítulo 14: Voces del pasado

Capítulo 14:
Voces del pasado 


04 de junio 1728 
Sonia Riquelme 

—No vuelvas a intentar liberarlo —digo furiosa.

No acabo de comprender por qué Nariel tanta simpatía por él, si nunca ha visto su rostro, si es solo una sombra en el olvido.

—Solo tengo curiosidad de saber quién es, madre —replica mi hija. De las tres, ella es una réplica de mí en todos los sentidos, no es nada más en apariencia, sino también la ambición de poder. Pero es muy joven, y se deja seducir por lo desconocido sin comprender los riesgos.

Respiro, ella ha sido la mejor de las tres. Su magia está tan cerca de la mía. Pero hay cosas que no necesita saber, por ahora. Mucho menos quien es él. Ese es un secreto que prefiero llevarme a la tumba.

—Pues, te conformarás con saber que es nuestro generador de poder —aseguro la trampilla, y adicional, permito que lo más oscuro de mi magia encante el candado y cada bisagra que lo mantienen apresado—. Me preocupa tu excesivo interés en un ser que no puedes tocar, que no puedes sentir… ¿Acaso sientes lástima por él?

Muevo la alfombra y tapo la trampilla. Solo nosotras dos sabemos que hay algo debajo del suelo del sótano, pero me estoy arrepintiendo de haber compartido esa información con Nariel.

—No, madre ya te dije es solo curiosidad. Me siento lista para conocer a quien tanto alimentamos —hay un poco de temor en voz, eso es bueno. Que me tema, porque no acepto errores menos de mis hijas—. Discúlpame, no lo voy a intentar de nuevo.

—Eso espero Nariel, porque, así como te he hecho mi mano derecha puedo convertirte en nada más que un alimento —no es una amenaza y ella lo sabe, es un hecho próximo si da un paso en falso.

—Me ha quedado claro, madre.

Su cuerpo tiembla debajo de la tela del vestido, aunque lo disimula muy bien. Con todas las cosas en las que tengo que pensar, y Nariel agarre el peor momento para de alguna manera desafiarme. Intentar liberarlo me destruiría, y eso jamás lo permitiré. Estoy tan cerca de lograrlo.

Tres golpes en la puerta la hacen hacerse a un lado. Tanils entra con una mirada atemorizada, y la respiración agitada.

—¿Qué ocurre? —le pregunto.

—Hay que realizar el ritual ahora, la estúpida se apuñaló el vientre para matar a la cría —dice apresurada.

No puede ser, solo faltan unas semanas para el parto. ¿Cómo consiguió apuñalarse, si debería estar atada en su cama? Me hierve la sangre, cada uno de los rituales que hemos realizado ha fracasado y ahora que estaba tan cerca de tener un resultado, esa bestia se ataca a sí misma.

—Madre, tus ojos —me advierte Nariel.

No puedo contener la ira que ha crecido como una ola dentro de mí, la oscuridad ha llegado a mis ojos y hacerla retroceder en este momento no me es posible.

—Iré a ver que se puedo salvar, ustedes dos vayan a terminar los preparativos de la boda —ordeno.

—Yo podría acompañarte madre —sugiere Nariel, pero no me tiene muy contenta.

—No, irás con tu hermana —mi respuesta la hace retroceder hasta el pasillo, malhumorada.

Tanils sale sin opinar, y voy tras ella. Cierro la puerta y el rostro me sonríe con complicidad. Me apresuro a subir las escaleras, en la sala todo está en su lugar. El desastre que hizo Selt solo es un recuerdo en memoria. No hay rastros de ella, mejor así. No puedo explicar mi aspecto, y mientras ella menos sepa mejor.

—¿Y Selt? —pregunta Tanils.

—Seguramente está en su habitación —digo, agarro la túnica negra bordada de rojo del perchero y la paso sobre mis hombros—, vamos.

—¿Está segura de dejar a Selt sola? —Pregunta Nariel mirando a la escalera—, ella podría ir a casa de los De la rosa.

—Y decir, ¿qué? —pregunto con la puerta abierta—. Selt no está segura de nada de lo que sucede a su alrededor, no tiene los conocimientos como para sacar sus propias conjeturas. Ella no es un peligro en este momento. Además, si va a visitar a su amiga nos beneficia. No la han visto en día y, eso sí es extraño.

—Madre tiene razón —me secunda Tanils.

Me sorprende ver a Carmelo justo en la puerta cuando estoy por salir, es bastante útil que esté aquí. No puedo seguir perdiendo tiempo, su habilidad de saltar de un lugar a otro en segundos es de provecho en este preciso instante.

—Me he enterado de lo que sucedió —dice.

Él es una de nuestras entradas al concejo de guardianes, una pieza fundamental en los eslabones de mi fortaleza.

—Llévame —le tiendo el brazo, él lo toma con delicadeza—. Ustedes dos hagan lo que les he pedido y no molesten a su hermana.

En el momento en que la última palabra abandona mis labios la oscuridad nos traga y la luz proveniente de las antorchas a cada lado de la pared de piedra nos ilumina el camino. Avanzo con excesiva prisa hacia la ranura entre la pared, la única entrada.

El interior es una pequeña caverna apenas iluminada por alguna antorcha, la mujer que habíamos seleccionado está tendida en el suelo apenas con una respiración tan lenta. La sangre cubre su abultado estómago, no puedo ver donde se encuentra la herida.




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