Capítulo 18:
Familia Olmos
08 de junio 1728
Selt Riquelme
Del incidente en el sótano parezco ser la única que lo recuerda. A decir verdad, la sombra me lo advirtió, mi hermana no recordaría nada aparte de que estuvo convocándolo, y así ha sido.
Nariel ha estado muy ocupada con lo de su cumpleaños, una celebración que busca acabar con las habladurías que se han desatado después de todo el espectáculo que causé con el matrimonio.
Dios quiera y las cosas salgan bien esta vez.
Pase una buena noche, sin pesadillas ni sueños, sin ningún tipo de perturbación, sin embargo, la necesidad de conocer la historia de mi madre es un reto que debo superar.
Mi hermana Tanils y su esposo estuvieron ausentes durante la cena, por lo que mi madre no pudo hablar sobre la tortura que ejerce en mí. Para mi dicha también lo han estado en lo que va de mañana, aunque me resulta extraño. De hecho, desde que salió el sol las cosas están más que extrañas, mi madre no ha mencionado nada sobre mi entrenamiento, se ha encerrado en el sótano y allí ya lleva un par de horas sin salir.
Algo no debe andar bien con los oscuros. No puede ser, ya hasta lo estoy asumiendo, y me llena de temor dar certeza a cada una de las palabras que ha dicho Henry, las suposiciones, qué más da todo eso, lo peor de todo es que soy yo quien ha descubierto cosas que antes eran insignificantes y que ahora me parecen fuera de lugar. Así, Henry no hubiera sembrado la semilla de la duda, el resultado sería el mismo. Esa sombra encontraría la manera de llegar a mí para que lo ayude a ser libre. Me gustaría saber cómo, si la pesadilla sucedió tal cual como se ha presentado en mi subconsciente, él es una víctima en todo este asunto, aunque eso no le resta culpa por las muertes que ha causado. Lo que se traduce, a todas las muertes que han causado los oscuros para alimentar a un demonio, mi hermana no estaba tan chiflada la pasada noche, se trata de él.
No hay mucho que pueda hacer mientras mi madre se encuentra en el sótano, dudo que le moleste mi ausencia en las próximas horas. Salgo y tomo rumbo a la casa De la rosa, Mia de seguro que ha encontrado algo de información, lo que me caería de maravilla. Voy por el sendero del bosque, no he escuchado que haya habido otro ataque o algo por el estilo, sin embargo, no dejo de mirar sobre mi espalda por si alguna sorpresita. Recojo un poco la tela del vestido y decido que trotar hará la distancia más corta. Mejor no tentar mi buena suerte.
Después de unos minutos me siento agotada, dejo caer la tela de mi vestido y camino con pasos cortos y lentos, admiro la belleza de la naturaleza olvidando por completo los peligros que puedan estar al acecho. Ahora más que nunca tengo que encontrar algo que le dé un poco de sentido a todo el revoltijo de secretos que de la noche a la mañana han aparecido en la familia Riquelme.
Ya no soporto las dudas, las faltas de piezas, hasta la llegada de mis habilidades es una extrañeza a la que de momento no me he permitido pensar. Así como mis memorias fueron borradas, quizás mis habilidades estuvieron bloqueadas. Eso tiene sentido.
— ¿No estás muy lejos de casa? —me detengo con el corazón en la garganta. No puede ser, de todas las personas que se pueden cruzar en mi camino ¿tiene que ser él? Doy vuelta, Carmelo Acosta cubierto por una túnica negra camina en mi dirección.
—Es evidente —giro para continuar caminando, sus pasos se vuelven un trote y me toma del brazo impidiéndome avanzar. Detesto su cercanía, pero la vida, el destino o lo que se encarga de colocarlo a muy pocos centímetros de mí.
—Lo mejor es que regreses, me voy a asegurar de que llegues bien. Las bestias están enloqueciendo y las brujas desaparecen —eso último lo dice en medio de la risa, el padre de Mia cree que él es un oscuro lo que lo hace ser peligroso.
—Puedo cuidarme sola —me deshago de su agarre, y retrocedo unos dos pasos, no son suficiente para tranquilizarme, pero es mejor que respirar su mismo aliento—. Ocupa tu tiempo en cuidar a tu esposa.
Recojo un poco la falda para agilizar mis pasos, pero él aparece frente a mí de inmediato. Lo olvidé, es un saltus ¿ahora cómo me deshago de él?
—Pensándolo mejor, tú y yo daremos un paseo —me invita a tomar su brazo.
—No iré contigo a ninguna parte—intento pasar a su lado, todo un fracaso, me sostiene por la mejilla y vuelve a estar tan cerca que su aliento golpea mi rostro. El miedo cercena mi piel con lentitud.
—Entonces, aprovecharemos el tiempo para conocernos mejor —un aro rojizo cubre su pupila, lo mismo que vi en el hombre lobo del callejón. Quizás las sospechas del canciller sean ciertas.
El mundo desaparece debajo de mis pies, por un momento me mareo y luego siento el golpe contra mi espalda que me devuelve a la realidad. Acorralada contra un árbol, fuera del sendero no muy lejos entre la arbolada puedo ver el claro camino en el que estábamos hace escasos segundos.
—No te acerques más —le causo diversión—, se lo diré a mi madre a ella no le hará gracia, y Tanils mucho menos.
Mi amenaza lo hace reír a carcajadas, tanto que afloja el agarre de mis mejillas para respirar. Mis piernas parecen no querer sostenerme por mucho más tiempo, los nervios juegan con el equilibrio de mi cuerpo.
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Editado: 16.06.2021