Capítulo 21:
Peligro nocturno
09 de junio1728
Ya entrada la noche, Fabián nos encuentra en el mismo lugar donde lo conocí. Verlo de nuevo acentúa esa sensación de desconfianza en mi pecho, pero es algo que no se puede explicar con palabras. De verdad quiero sacar todo de mi mente, hacer como si nada pasará, pero es muy difícil.
—¿Cómo están, señoritas? —dice sonriente, sus ojos son solo para mirar a Mia. Me siento culpable de pensar mal de él, se ve que la quiere.
—Muy bien —respondo incómoda con mis pensamientos.
—Estuvimos viendo vestidos —le comunica Mia Tan contenta. Sus ojos violetas se iluminan con su basta presencia.
—¿Se decidió por alguno? —la pregunta de Fabián eta dirigida a mí.
—Pensé que no lo haría, pero sí, ya eligió el vestido.
—Perfecto. Ya es bastante tarde, ¿te acompañamos a casa?
Mia se levanta, ha llegado el momento de despedirnos.
—No es necesario, puedo irme sola —me apresuro a decir. La silla suena mientras la muevo para levantarme.
—¿Segura? —pregunta Mia.
—Sí, estaré bien. No se preocupen, además no es tan tarde.
Fabián entrelaza su mano con la de Mia.
—Como quieras —acepta Mia no muy convencida —, ¿nos veremos mañana?
—Trataré —es lo que puedo decir. Mis salidas de casa son decisiones de mi madre, hoy me ha dejado descansar de los entrenamientos ¿mañana?, podría ser una historia completamente diferente.
Así que solo los veo partir.
No hay nadie en la calle. Todos han comenzado a volver a casa, por lo que hago lo mismo. No es hora para estar sola en la ciudad. Además, mi madre debe estar preguntándose dónde me encuentro; hacerla enojar no es lo mejor en estos momentos.
El cielo se extiende sobre mí como un manto oscuro; ni una sola estrella alumbra el firmamento. Con solo la luna como única compañera, camino por las calles desiertas.
La visión me acecha, la obligo a volver a ese rinconcito oscuro y solitario de mi mente donde la había abandonado. No quiero pensar en el mañana, solo vivir el ahora. Y como Mia ha dicho, es más importante desenvolver la verdad que está detrás del apellido Riquelme.
Un problema a la vez, y aunque parece irreal pensar en mi madre como alguien malvado, ella es quien encabeza mis preocupaciones. De alguna manera la raíz de todos los problemas no solo de mi vida, sino de Enmerald. Por más que intentamos alejarnos, la oscuridad siempre nos alcanza y Sonia Riquelme es esa oscuridad.
La madre que se encuentra en mis recuerdos no se parece en nada a la que tengo desde hace escasos días, ella siempre fue tan amorosa, dedicada con toda la distancia que hubo por su excesiva dedicación al trabajo y ahora… no sé quién es. Mis pies vacilan hasta detenerse. ¿Henry dirá la verdad, o me miente? ¿Es mi madre realmente un oscuro?, en lo que quiero creer es que él miente, y mi madre solo… Es inútil hacerme la tonta. Solo estoy huyendo de la realidad como una vil cobarde.
Tengo tanto miedo, que siento que mi mundo se cae a pedazos con cada segundo que pasa. Mis piernas, inestables, impactan contra el suelo mientras las lágrimas alivianan mi alma. Si busco en mi memoria encuentro tantos vacíos que nunca vi, y que ahora son evidentes.
Si tan solo pudiera hacer algo… Tengo que descubrir la verdad. Quitar las telarañas de mis recuerdos y ver a la cara a mi madre. Enfrentarla y acabar con todo el daño que está causando.
Unos pasos se acercan. Me levanto, aun con las piernas débiles, y miro en todas direcciones con los ojos empañados. No hay nadie. Juraría que oí venir a alguien. No estoy muy lejos de casa, a unas escasas cuadras. Me apresuro; aunque mis ojos no han detectado a nadie en las calles oscuras y desoladas, no quiere decir que no haya nadie asechándome. Agilizo el paso sin dejar de mirar atrás, pero solo hay oscuridad a mis espaldas. Doblo en una esquina y me encuentro en un callejón sin salida. Doy unos pasos atrás sin girarme, y alguien me sujeta por la cintura y me cubre la boca. Por instinto, mi cuerpo se queda paralizado; mi corazón se desboca dentro del pecho envuelto en pánico. No sé qué hacer aun cuando mis manos están libres. Es como cuando Tanils se apodera de mi mente, solo que, en esta ocasión, quien domina mi cuerpo y mente es el miedo. Intento concentrarme en algo, pero los nervios me traicionan. ¿Quizá golpearlo y correr? No, no, no es una buena idea, si no era solo uno y hay más, con correr solo empeoraré las cosas.
Su voz me hace temblar y un escalofrío me recorre todo el cuerpo.
—Hola, Selt. Estás algo lejos de casa.
Reconozco esa voz. Solo con saber quién es me atemoriza. Recuerdo la forma como me miró aquella noche, con deseo y lujuria. Es Carmelo. La mano que tiene en mi cintura comienza a moverse vorazmente hacia mi pecho, recorriendo con sus dedos el borde del vestido y mi piel desnuda. Quiero gritar y pedir ayuda, pero la presión en mi boca se intensifica y mi respiración comienza a agitarse. Cada palabra que grita mi mente muere en la garganta. El miedo no me permite moverme; además, ¿quién va a escuchar mis gritos? A estas horas, la ciudad está completamente sola, como dormida.
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Editado: 16.06.2021