Ashley Wood
Nunca fui una chica mala, ni siquiera ahora, pero tampoco era buena, simplemente no era nada. En mi niñez jamás recibí unas felicitaciones por mis buenas notas, pero si muchas tormentas cuando desaprobaba, tenía temor de una mala calificación, sin embargo tampoco me la pasaba horas estudiando, estaba demasiado cansada para hacerlo, mi mente y cuerpo no daban.
No estoy segura si alguna vez Giuliana se preocupo por mi, si alguna vez se decepciono o alegro por algo que hice. Las fechas como el día de la madre o del padre, eran difíciles, tremendamente doloroso. Mis compañeros estaban con sus familiares sonriendo a una cámara, recitando, bailando, haciendo de todo por gusto y no obligación, era algo que me causaba sufrimiento de ver, pero aún así asistía a todas las actividades porque era un recordatorio de que hay mucho más del infierno que vivía, de que existe la luz y que algún día podría ser como ellos.
Por supuesto, solo era una niña llena de fantasías y cuando enfrentó la realidad fue como si la muerte misma hubiera pasado por su cuerpo para después volver a la vida y seguir su camino.
Gracias a Dios pude encontrar a Luke, confío en que hubiera podido sola, pero él acelero el proceso de una manera increíble. Estuvo para mi, supo comprenderme, un ángel caído del cielo.
El sonido de la puerta abriéndose me saca de mis pensamientos, mis ojos se dirigen a la dirección y entonces la veo, Giuliana Wood, la persona que me engendro.
Se adentra a mi habitación, cerrando la puerta detrás suyo. Estoy sentada al borde de mi cama y no me tomo la molestia de levantarme ya que ella misma se coloca a mi costado, por el rabillo de mi ojo observo como mira al frente con seriedad, pero juguetea nerviosamente con sus dedos. Sonrío con gracia, su gesto de nervios solo es prueba de que sabe que no tiene la autoridad moral de reclamarme nada.
Muchas personas dicen que a una madre no se le debe juzgar, no importa lo que hagan, lo que digan, no interesa nada. Por el echo de traerte al mundo debes respetarlas, amarlas, cuidarlas en su vejez, pero ¿Eso lo dicen porque tuvieron una madre de verdad y no una como Giuliana? No lo sé, pero si sé que estoy en desacuerdo con todas esas personas. El respeto se forja, el amor se gana, no estoy obligada a nada, si lo fuerzo no es real, por más capas de mentiras que pongas encima de la fruta podrida, el fondo siempre estará inservible y ese veneno llegará a la superficie tarde o temprano.
—¿Qué te está pasando? —suelta sin un ápice de tono, puras capas
—Nada —respondo de igual forma.
—Sabes que puedes contarme cualquier cosa ¿Verdad?
Cómo podría ¿Quién le cuenta su intimidad a un extraño? Podrá ser mi madre, podrá haber estado siempre en casa, pero su ausencia se compara a como si hubiera sido criada por el internado de huérfanos.
—Te informe de la fiesta —digo, cambiando radicalmente de tema.
—Fue un mensaje de texto y estaba trabajando.
—Siempre trabajas, lo comprendo. Pero también sabes que siempre realizo una reunión después de cada partido, es una tradición, lo tenías presente. Además es la primera vez que sucede, estaba feliz con la victoria que se me hizo más fácil enviarte un mensaje de texto que llamarte.
—Mi celular se quedó sin batería, se me paso la fecha de tu partido, no estaba enterada, debiste avisarme con anticipación.
—Es la misma rutina por años. —insisto— No entiendo tu enfado. Tengo presente de que nada de aquí me pertenece y no lo digo de mala forma, la verdad es que no siento ningún apego por nada, de cierta forma te lo agradezco. Sin embargo no se me hace justo que te molestes por algo que tienes conocimiento y que jamás has dicho nada. La intención de decirte estaban, ya te lo aclare y si aún así te hubiera llamado, jamás te hubieras enterado porque tú celular estaba apagado.
No vivo para molestarla, no busco provocarla de ninguna forma, entre menos interacción tenga con ella mejor.
Giuliana se queda en silencio y levanta su mirada al techo, parece serena, pero aprieta sus manos contra el colchón. Siempre hay algo en ella que la delata.
—Estoy cansada así que preferiría dormir —digo, añorando terminar con esto de una vez por todas.
Suelta un suspiro, fuerte y lento. Parece como si estuviera luchando con algo, con esas misma palabras que lleva guardando por años.
—Pero si estuvieras en la fiesta no te importaría. —eleva su voz, se levanta de golpe de la cama y se soba sus manos con algo de dureza— La verdad es que estaba pensando ignorar esto, pero creo que es necesario cortar esto de raíz.
Mi corazón se acelera un poco, imaginando la única cosa que no hemos hablado en años y por instinto me levanto, con el ceño fruncido y labios repentinamente secos.
—No pienso hablar de...
—Subes tus calificaciones en matemáticas o te tendré que sacar del equipo de voleibol. —Un alivio y escalofrío me recorren al oírla. Pero inmediatamente las preguntas empezando a martillad mi mente ¿Cómo se enteró? Se supone que tenía la situación bajo control— Price, tu profesor, me ha llamado e informado de todo. —dice respondiéndome mi pregunta— No lo pude creerlo, pensé que al menos en eso estabas bien, estable.
—¿Estable? —repito curiosa.
—Estas fuera de control, Ashley.
La incredulidad palpa mi rostro.
—No puedes estar hablando en serio ¿Todo porque no te avise de la fiesta? Siempre lo hago, siempre, pero está vez.. —ni siquiera me tomo la molestia en decir lo mismo de antes.
—Tu calificación...
—¡Siempre he sido ejemplar! —respiro hondo— Jamás he desaprobado un curso, me destaco, simplemente estoy tenido un momento malo, es normal. —llevo mis manos al rostro, buscando equilibrio con mis sentimientos.
Podría quitarme lo que quisiera, incluso echarme de la casa si desea, pero tenía que tocar esa vibra sensible; el voleibol lo es todo, ella lo sabe, tiene muy en claro el trasfondo de todo.