Ashley Wood
Observo sus ojos con incredulidad, incluso con cierta abertura de labios por el asombro que me ha generado. Sin embargo, mi primer instinto es darle el beneficio de la duda, echarme la culpa por tener una mala audición, pero no, Adrián Irman se mantiene fijo en su posición, incluso se acerca y toma posición de mi barbilla, elevando mi quijada y logrando que la ira recorra en mis venas.
Jamás lo había tenido tan cerca y tampoco es que sea la gran cosa, pero hay algo en su mirada que no me permite explotar por completo y en caso contrario, me paraliza.
No es miedo.
No estoy embelesada.
Hace más presión en mi barbilla.
—¿Te comio la lengua el gato, Ashley? —se burla con una ligera risa ronca al final.
Rápidamente coloco mis manos en su pecho y lo empujo con brusquedad, este pierde el equilibrio, pero se recupera con facilidad.
Su cabeza está agacha, viendo las suelas de sus zapatos, sin embargo ladea su cabeza a un costado y levanta su mentón, apareciendo una sonrisa radiante en su rostro.
Imbécil.
—¿Esto es una especie de broma? —ladro.
Lejos de recapacitar, Adrián vuelve acercarse, con la única diferencia que su intención ya no es mirarme, sino llegar al área sensible de mi oído.
—No —suelta el aire contenido, logrando que este choque contra mi oreja. Una corriente me atraviesa—, si quieres pasar matemáticas debes acostarte conmigo.
Me alejo, poniendo espacio entre nosotros, estoy segura de que mi expresión de sorpresa es notorio ¿Entonces qué demonios esta sucediendo? No lo conozco lo admito, pero en definitiva no tiene las vibras de ser un completo estúpido.
Admito que tenia una perspectiva errónea de su personalidad, creía que era ingenuo, poco social, pero esto es algo que jamás llegué a pensar.
—¿Te caiste de la cama de bebé? —jacto.
—No, pero tal vez tu sí, que no entiendas algo tan básico como sumar y restar es un signo de alarma ¿Segura de que no tienes algún problema neurológico? —sus ojos vuelven a resplanceder— Puedes ser sincera conmigo, Ashley.
Mi boca forma una perfecta "O"
—Eres...
—Demasiado inteligente para este instituto, lo sé.
—Arrogante diría yo.
—Es un rasgo común en personas eruditas. —se encoge de hombros— De igual forma ¿En qué estábamos? ¿En mi propuesta o seguimos en la humillación de tu poco intelecto?
Me cruzo de brazos, sabiendo perfectamente que cualquier palabra puede ser fatal.
Aún así...
—Estas completamente desquiciado si crees que alguna vez me acostaré contigo.
Sus cabello rubio se mueve con la brisa del viento y antes de que cubra su frente, Adrián echa toda su melena para atrás, haciendo que por unos segundos mire la vena marcada de su cuello.
—Tampoco es que te vaya a rogar, Ashley, así que, ya que no tenemos nada de que hablar, me retiro. —me guiña un ojo— Suerte con tu examen —su ironía me hierve la sangre.
Antes, de que se de vuelta y se valla, lo detengo por el codo, atrapándolo entre mis uñas. Sus ojos se quedan fijos en la zona donde está mi mano mientras voy retirando la presión despacio.
Extrañamente su piel se sintió como si estuviera ardiendo.
—¿Eso es? —tenso mi mandíbula— ¿Quieres que te ruegue?
—Yo no...
Sin dejarlo terminar, me acerco a su anatomía y fijo mis ojos en sus cafés.
—Por favor, —suplico— ayúdame, necesito de ti.
—Ya te dije mi condición, es mucho para ti, lo comprendo, no te forzaré.
—Te estás aprovechando de mi desesperación.
—Tus ojos prácticamente me lloran, Ashley. —susurra— Sin embargo, puedes ir con otro estudiante a pedirle el favor, no soy el único inteligente en el instituto, pero me quieres a mí y yo, para tu desgracia, solo te deseo a ti.
—¿Esto es una especie de confesión?
Se ríe.
—Para nada, si me gustaras o en caso extremo, te amará, ni siquiera te dirigiría la palabra. —admite— Con respecto al deseo, eres hermosa, pero no tanto como para estar desesperado. Eres alguien común.
—¿Entonces solo eres un imbécil?
Una idea fugaz se cruza por mi mente y sonrío al verificar que no es tan mala como la que me propuso.
—O solo te lo estoy diciendo para me dejes en paz ya que nadie en su sano juicio acepta...
—Te ofrezco un beso.
—¿Qué? —responde aturdido.
Tiene razón, nadie en su sano juicio aceptaría o ofrecería algo como esto, pero no es precisamente que sea una persona estable.
—Que te parece ¿Un beso? —frunce su ceño, ensanchando ligeramente sus fosas nasales— Si desapruebo el exámen me acuesto contigo, pero si lo paso me enseñarás sin ninguna restricción hasta terminar el año —pongo todas las cartas sobre la mesa— ¿Aceptas?
Adrián está estático al igual que una roca, aún así sus ojos expresan demasiado como pasar desapercibido.
Fuego. Molestia. Indignación.
—¿Acostarte conmigo es un castigo para ti? —expresa sin ningún apice de tonalidad.
—Al menos no eres repudiable visualmente, en personalidad puedo diferir.
—¿Te atraigo? —chasquea sus dientes— ¿Ahora quien se le está confesando a quién?
Volteo los ojos.
—No te ilusiones, Irman, me atraen muchas personas.
—¿Y a cuántos se los dices en la cara? —susurra, provocando que mis vellos se erizen.
—Aceptas ¿Sí o no?
Di que sí.
En primera instancia, atrapa su labio inferior, mordiendolo y mirando hacia arriba. Opta una posición pensante. Cuando acaba, baja la mirada conectándola con la mía y luego eleva sus comisuras formando una sonrisa contagiosa.
—Creo que tenemos un trato. —extiende su mano— Ya veremos si tienes el valor para cumplirlo.
—Oh sí, tremendo sacrificio que haré —exagero.
Al juntar nuestras manos noto que las suyas son suaves como una caricia. Movemos nuestra conexión de arriba a abajo, sellando el pacto.
—¿Cuándo empezamos? —pregunta con un ligero apuro.
Alzo mi ceja.