Ensoñación

Una carrera de distancia

Elián

Mi relación con Catraoine al principio se sintió como cuando un viento fuerte comienza a soplar en tu vida. Hoy era el día de la maratón donde el ganador recibía para el hospital escogido una fuerte cantidad de millones de dólares para financiar equipos y personal. Y aunque hoy me entere que la empresa de mi familia a cargo de mi madre enfrentaba desafíos financieros debía tomar decisiones difíciles. Y se que voy a ganar esa competencia a como de lugar, en otras circunstancias me dejaría manipular de mi madre para invertir nuevamente en la empresa que ella llevo a pique. Como esta mañana

- Tienes que invertir en la empresa te lo ruego –dice irrumpiendo en mi oficina, Rodrigo viene detrás haciéndome señas como de que fue imposible detenerla mientras busco paciencia para no mandarla a la mierda- Sé que falle y malverse algunos fondos, pero fue necesario por favor hijo tienes que ayudarme.

- Ahora si soy tu hijo –digo en un tono de voz amargo y frio al igual que mi mirada mientras la miro- no voy a invertí en nada, no es mi problema que estés todo el tiempo apostando y bebiendo, que cuando no haces eso te la pasas de compras millonarias –enarco una ceja mirándola, efectivamente todo en ella gritaba elegancia, con su ropa, zapatos y bolsos de marca- hay personas que merecen ese dinero mucho más que tú, y aunque a mí me sobre –sonrió altivo mirándola- jamás te lo daré a ti – Rodrigo se lleva las manos al rostro para ocultar la risa pero la frustración de lo que se avecina-

- Eres un insolente y caprichoso –tira lo que hay en mi escritorio- sabes la mierda que me dolió parirte y desfigurar mi cuerpo por traerte a este mundo para que me pagues de esta maldita manera –golpea la mesa encarándome- me tuve que gastar mi dinero haciéndome cirugías para recuperar mi cuerpo, deje mi vida por criarte a ti y jugar a la maldita estúpida que se queda en casa a poner la cara del hogar mientras tu padre se revolcaba con otras. Así que dame mi maldito dinero que invertí en alimentarte y cuidarte toda tu jodida vida.

- -ante esto me pongo en pie, ya me está arruinando la mañana- fue tu maldita decisión parirme, todo porque tendrías un heredero a que tu padre le daría todo lo que a ti nunca te dio, porque sería el gran heredero de dos familias y podrías quedarte con todo. Pero nada de eso te pertenece –siento como mis músculos se tensan, mi garganta arde y mi respiración aumenta en un evidente enojo- al final nada de eso te pertenece ni nunca te pertenecerá. Jamás te ganaste ni siquiera un maldito te amo de mi parte mala madre, abusadora y violenta. Solo por la simple razón de que no sé dónde mierda saque buenos valores es que aún recuerdo ese maldito título que me une a ti y me recuerda que lastimosamente Salí de ahí –señalo su vientre- al parecer no te dolió lo suficiente porque lo único que me diste fue golpes y malos tratos, no amor. Así que lárgate de mi oficina porque ya van dos veces en el mismo mes que te veo y me estoy comenzando a cansar.

- Eres un maldito desagradecido –dice colérica, sus ojos arden en ira y sus manos se encuentran empuñadas, sé que quiere golpearme, pero sabe bien que ya no soy un niño y nada de eso le conviene- bien no me des nada. Pero sabrás pronto de mi hijo –recalca con un gesto de desprecio esa última palabra y se marcha empujando a Rodrigo a su paso-

- Bien eso estuvo intenso –suspira mi amigo acercándose a mí para frotarme los hombros- no te estreses que hoy es un buen día para ganar, tienes un gran motivo para hacerlo así que no nos desenfoquemos de la meta, vamos a cambiarnos.

El sol se alzaba en el horizonte, tiñendo el cielo de tonos dorados mientras nos dirigíamos hacia el lugar de la maratón. Rodrigo, con determinación en su mirada, se preparaba para enfrentar el desafío que tenía por delante. Había entrenado arduamente para este momento, y su espíritu competitivo se reflejaba en cada movimiento que hacía. Me da alegría saber que está aquí por mí, y por quien amo, que a pesar que esto no sea su pasatiempo favorito se preparó para dar lo mejor de sí.

El rugido de la multitud se intensificaba a medida que la carrera quería dar inicio. Decido tomar posición junto a otros corredores, mi mirada fija en la línea de partida. El aumento de las voces y flash de la prensa me indicaban que daría comienzo. El disparo de salida resonó en el aire, y me lanzó adelante con determinación.

A lo largo de la maratón, cada paso que daba era un reflejo de su rostro, de lo que quería, de rabia por recordar cosas que no debía, sentía como después de algunos kilómetros mis pulmones pedían a gritos aire, mi cuerpo sudaba y mis músculos se tensionaban, con dedicación y esfuerzo seguía adelante sin rendirme, sin mirar atrás, adelante no tenía a nada más que mi meta planteada en mi cabeza. La ruta serpenteaba a través de calles y avenidas, y el aliento de la multitud me impulsaba hacia adelante. Allí podía ver reflejada a quien es dueña de mis pensamientos, cada kilómetro recorrido era un recordatorio de su fortaleza interior y de su deseo de alcanzar sus metas. Mientras avanzaba, sentía mi corazón latir en sintonía con cada zancada que daba. Mis ojos se encontraron con los de ella, fue como un destello reafirmando esa conexión que siempre estuvo ahí.

La última etapa de la carrera se acercaba, y el cansancio se reflejaba en el rostro de los corredores. Pero me mantenía firme, mi mirada fija en la línea de meta. Cuando finalmente cruce esa línea, una ola de emoción recorrió la multitud. Y mi cuerpo, sonríe por ella, sonreí por todos aquellos que iba lograr ayudar, había ganado la maldita maratón.

Los periodistas se acercaron rápidamente a tomar fotos y querer entrevistarme, mientras recibía la medalla de campeón. La multitud aplaudía y vitoreaba, reconociendo el increíble logro. Mi respiración aún era agitada, pero tenía un espíritu triunfante. Los periodistas se acercan a mí con sus micrófonos mientras me lanzaban múltiples preguntas.




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