Entre Ángeles Y Demonios - Las Sociedades Ocultas

La Casa Del Lago

        Álmiro estaba llegando a la lancha para regresar a su casa pero se detuvo frente a ésta comenzando a recordar todas las noches que había pasado viendo sombras del otro lado de la orilla del lago de la parte de la ciudad, por alguna extraña razón esas sombras no cruzaban el agua simplemente se quedaban rodeando toda la costa de Alborada o se esparcían por la ciudad; su corazón comenzó a acelerarse, sus músculos se tensaron y un cosquilleo se apoderó de su estómago. En eso vio pasar un patrullero en el que iba el sargento Rodríguez, el consentido del comisario Rojas, y una mujer policía. Dejando su mochila sobre la lancha hizo una media sonrisa y se dijo así mismo en voz alta:

        −Es verdad, mañana tendré dieciocho años y me van a poder detener en una celda, tal vez no me manden a la cárcel pero estoy seguro que el comisario Rojas estará ansioso de verme, aunque sea una noche, tras las rejas.

        Y como último goce de su minoría de edad salió corriendo pasando por delante del patrullero, y trepándose hábilmente por una medianera comenzó a deslizarse por los tejados de las casas mirando hacia atrás como burlándose de los oficiales.

        − ¡Álmiro Funes Del Río ya vi que eras tú! − Le grito el oficial que se había bajado del vehículo.

        El chico sonrió al escuchar su voz pero luego se decepcionó un poco oír que el sargento no lo iba a perseguir y eso reduciría su adrenalina.

        − ¡Disfruta de esto por ahora, porque a partir de mañana no vas a salirte tan fácil con la tuya chiquillo!

        No era raro que los policías se supieran la fecha de su cumpleaños, la verdad varios oficiales de la fuerza hacía tiempo que deseaban detenerlo.

        El muchacho saltaba y esquivaba objetos que había en las terrazas de algunas casas, siempre le había fascinado su ciudad por la curvatura de sus calles y las de las viviendas. Finalmente, y tras cuarenta y cinco minutos de desplazamiento por las Círculas cercanas al lago, decidió ir nuevamente a las Círculas Altas que se ubicaban en los Aros 28 y 29 de la ciudad, esos dos Aros eran considerados "el barrio de los ricos," y como la lógica numérica lo establece, eran precedidos por los Aros 30, 31 y 32 llamados "el barrio pobre" en donde las precarias casas se erguían una sobre la otra recordando el rustico paisaje de las Favelas en Brasil y generando un fuerte contraste con las despampanantes mansiones de la Círculas Altas. Cuando arribó al Aro 27, en la Círcula 187, vio desde el techo de una casa la gran reja de acero que rodeaba casi toda la Círculas Altas tratando hacerlas un barrio privado, pero las rejas cortaban su continuidad cada tanto ya que las calles de la ciudad las atravesaban para así crear las 7 círculas del Aro 28 y luego las del Aro 29; como las calles eran públicas y conectaban toda la ciudad, la gente adinerada no podía colocar las rejas allí para crear su tan anhelado "−Barrio exclusivo" como se solía escuchar decir a algunos que vivían allí.

        Álmiro estaba a punto de bajarse del techo de la casa para ir al Aro 28 cuando sintió vibrar su celular dentro de uno de sus bolsillos; antes de atenderlo, lo primero que vio fue el reloj que marcaba las 12:48, se había olvidado que le tomaba mucho tiempo llegar de una punta de la ciudad a la otra por lo que su madre lo estaba llamando porque aún no volvía de la misa dominical que a más tardar terminaba al mediodía.

        −Hola mamá... sí estoy bien, lo que pasa es que me quedé charlando un poco con unos compañeros del colegio... no, mamá no eran Sarah y los demás, ellos van a ir más tarde a casa... está bien, ahí voy para allá. Pero me voy a tardar un poco... no, porque acompañé a uno de mis compañeros hasta la casa y ahora estoy en el Aro 27... no mamá, no estaba haciendo parkour. − Álmiro revoleó los ojos y separo un poco el teléfono de su cara para respirar profundamente − Bueno mamá, te cuelgo porque estoy caminando de vuelta y faltaría que me choque un auto por hablar mientras camino. Chau.

        Guardando su celular en el bolsillo nuevamente, dio media vuelta y comenzó a correr por los techos en dirección al lago. Cuando llegó al final de la Círcula 5 dio un doble giro en el aire y termino en el mismo punto de donde había visto el patrullero, trotó hasta el muelle e ingresó a la lancha para retornar a su casa.

        Eran las tres y media de la tarde cuando la lancha regresó a la orilla de la ciudad al mismo muelle en donde estaba esperando una joven alta de cabello largo rojizo algo enrulado, de ojos verde intenso, una nariz recta que terminaba en punta y una figura digna de una futura modelo de pasarela, era Sarah la amiga de Álmiro; a su lado había un chico alto y de cabello castaño, fuertes brazos y escultural cuerpo producto del arduo entrenamiento en el rugby, ojos celestes y un lunar en su pómulo izquierdo, era Darío otro amigo del chico; y tomada de la mano del muchacho una joven de ojos marrones, cabello negro lacio hasta los omóplatos y de una figura normal ni flaca ni gorda, ella era Clara: novia de Darío y amiga de Álmiro. Las mujeres estaban saludando agitando sus manos en el aire a Álmiro que estaba llegando, junto a ellos había tres grandes bolsos ya que se quedarían a dormir en "−La Casa Del Lago", como le dicen ellos, puesto que al otro día el ómnibus que los llevaría al lugar del campamento pasaría por allí a buscarlos.



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En el texto hay: angeles, demonios, cazadores

Editado: 04.11.2018

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