Habían pasado tres semanas desde su llegada a La Granja y desde que se habían integrado a la Caverna de Acero. Sarah y Clara, gracias a las clases de Naldo y a las extras impartidas por Ignacio, habían dejado ser las chicas indefensas y frágiles que parecían ser cuando llegaron. Las clases de Ataques Defensivos que daba el profesor Jaime habían logrado cambiar varios conceptos y prejuicios que ellas habían llevado. Las clases de Rian las había hecho enfrentarse con la cruda realidad de varias personas al grado de conmoverlas a niveles insospechados por ellas mismas; Sarah incluso no logró contener sus lágrimas al ver el maltrato constante que una chica con sobrepeso recibía en su colegio y su llanto explotó al ver como ésta se había suicidado cortándose las venas e ingiriendo una gran cantidad de pastillas.
Jesica también se vio cambiada, su carácter se fortaleció y poco a poco perdió esa timidez que la hacía parecer algo más joven de lo que era, comenzó a hablar más con los demás y acercarse aún más a Emaniuel. La relación con su hermano Alejandro se había agrietado más profundamente cuando éste se enteró que no solo no había sido apta para Las Ordalías, sino que además ella había optado por ser una Vagante (apodo que se les daba a los que rechazaban ser de alguna hermandad). Cierto día él se había aparecido en su cuarto y tras sacarla de éste se habían puesto a discutir al respecto delante de su grupo de amigos; las negativas de su hermana y la presión de la fuerte mirada de Yuri hicieron que Alejandro perdiera un poco el control y terminara abofeteando a Jésica, ésta más allá de enojarse o decirle algo, simplemente lo había mirado con ira y una única lágrima se le había caído por su mejilla izquierda; conteniendo su ira había dado media vuelta e ingresado a su cuarto.
Eshia seguía siendo la misma aunque ahora trataba de controlar un poco sus espontáneos ataques de mal carácter. Los chicos también se vieron cambiados: Álmiro se volvió más paciente y tratando de controlar sus pensamientos antes de contestar de mala forma a Céfiro; Darío no cambio demasiado aunque él afirmaba que si lo había hecho; Leandro se había vuelto más tolerante y podía entablar conversaciones largas con Álmiro sin insultarlo; Ignacio logró abrirse un poco más sentimentalmente contando lo que le pasaba, pero solo lo hacía con su novia; había logrado dirigirle algunas cuantas palabras a Álmiro sin criticarlo o buscar algún tipo de conflicto.
Emaniuel fue el que más cambió, juntarse con un grupo de chicos y chicas que por primera vez no lo criticaban o se le burlaban había afianzado más su confianza en sí mismo y endurecido más su carácter, no temía hablar delante de varias personas y cuando alguien se le burlaba él los enfrentaba o simplemente los ignoraba, era el cuarto mejor en la clase de combate cuerpo a cuerpo y eso lo había hecho medianamente popular, al menos durante esas horas.
El cambio de Ariel había pasado más por su aspecto físico ya que se había rapado el cabello y había empezado a ir al gimnasio para fortalecer sus brazos flacuchos.
Lo que a todos más le había sorprendido de sus cambios fue durante la última clase oficial de Concentración en donde de la nada lograron levantar a un metro y medio del suelo una roca de trecientos kilos y habían logrado, por unos pocos segundos, ver lo que se movía a su alrededor en cámara lenta. Lo que tenían que aprender de la Concentración ya estaba hecho, ahora dependía de ellos entrenarse aún más.
En la clase de Ataque Defensivo los varones se habían vuelto más sensibles para poder atacar a determinados demonios mientras que las mujeres se debieron volver más agresivas y frías a la hora de actuar; el que más destacó en esas clases fue Álmiro que lograba hacer todo lo que Jaime le pedía con una gran facilidad:
−Hoy va a ser un día muy epecial, − había dicho el profesor Jaime en la anteúltima clase, − poque hoy veremos cómo Ámiro se enfenta cara a cara con el Taumante.
−Disculpe profesor, no es por llevarle la contra ni nada por el estilo pero... ¿es necesario? − Había preguntado Álmiro algo inseguro.
−Po supuesto, po supuesto, eso no está en discusión. Tus gandes avances en esta materia te hacen el ejempo pefeto para todos. Es más, incusive mandé a llamar al gupo de las mujeres para que te vean atuar.
En ese momento habían llegado las mujeres y el profesor Jaime junto con Rian, que presenciaba las clases, los condujeron nuevamente hasta la pared que dejó paso a la pared de cristal. Tras presionar el botón, Álmiro había ingresado a la habitación y se había puesto cerca de la pared en donde había muchas armas, aunque él sabía que no las iba a usar. El cadáver había comenzado a moverse y había centrado su mirada en el chico pero su cabeza tambaleante no le ayudaba mucho; el grado de descomposición del cuerpo era tal que solo unos gajos de piel sostenían los huesos unidos. La sombra del cadáver se había extendido hasta el extremo de la habitación cubriendo el cuerpo de Álmiro. El chico luchaba contra los susurros que esa sombra le decía en sus oídos. En un momento, el cadáver se había puesto de pie por completo y la escasa piel que rodeaba la muñeca del brazo derecho se le había rasgado produciendo que la esquelética mano se cayera al piso; tras ponerse cara a cara con Álmiro el demonio emitió una simple frase: "Eres... tú." Y había abandonado el cadáver en forma de humo negro, pero como no podía salir de la habitación hermética, volaba de un lado a otro hasta que Rian, moviendo una palanca, provoco una grieta en el techo que conducía hacia el exterior. Cuando el demonio abandonó la Caverna de Acero dejando solo un montículo de piel y huesos todos vitorearon a Álmiro por haberlo derrotado pero ninguno había notado esa frase que a él le generó más dudas que certezas acerca de su triunfo contra el Traumante.