Durante mucho tiempo, fuimos torturados de distintas maneras con siempre una misma frase final: “¿Se arrepienten de vuestros pecados? ¿Os unís al pueblo de Dios?”
y nuestra respuesta siempre fue la misma: “NO, NOSOTROS NO VEMOS SOMBRAS, SOLO LA REALIDAD. ¡PENSAR NO ES UN PECADO!”
Nos quemaron los brazos, nos cortaron partes de los dedos, nos azotaron la espalda, pero eso no iba a encadenar nuestro pensamiento, no podíamos dejar de pensar como el señor Nohek nos había enseñado… él nos había liberado…
un beneficio y una maldición…
Un día, vino un viejo a la celda. Según él, era el padre superior del templo. Este se sentó frente a nosotros y dijo:
- Esta es vuestra última oportunidad. Si no os arrepentís de vuestros pecados, seréis purificados en las llamas mañana.
- Nunca… No seremos encadenados en nuestro pensamiento… No nos creeremos esos versos suyos…
- Pues así será, mañana en la mañana seréis purificados por su herejía y entregados a las manos de Dios para que os acepte en su reino. Realmente, me sorprende su perseverancia. ¿Me pueden explicar porque no comprenden la gloria y gracia del señor? Se me hace muy extraño...
- Nosotros crecimos como esclavos. Lo “NORMAL” sería que fuéramos mal cuidados o tratados como basura. En cambio, nuestro dueño nos trató como si fuéramos sus hijos. Él nos demostró y nos enseñó que las cosas siempre podrían haber sido diferentes. Nos enseñó que “lo normal” no existe, ya que algo normal para mí, no es lo mismo que lo normal para usted. Nos enseñó que nos implantan lo que necesitan que pensemos. Nos enseñó que creemos en sombras, en vez de ver la realidad. Él nos liberó de las cadenas que se les ponen a los niños cuando les dicen que es lo normal y que no. Él nos enseñó a hacer lo más importante: pensar.
- Aunque le digas eso al mismo rey, te mandarían igual a la hoguera. Sigue siendo herejía y eso se condena con fuego.
-Eso ya no nos importa. Preferimos envolvernos en las llamas, donde nuestras cadenas físicas serán derretidas, transformándose en hierro fundido, dejándonos libres de la aberración de este mundo, donde estamos encadenados de mente desde nuestro crecimiento y en ocasiones, físicamente también.
Las cadenas derretidas… Nuestra liberación…
El supremo no dijo palabra, se paró y se acercó a la puerta. Entonces dijo:
- Que dios te ampare en el cielo, alma confusa…
Y salió.
Al día siguiente, unos guardias, recogieron a Kabil y a mí de la celda y nos llevaron a unos campos. Kabil me abrazó por última vez. Él intentó darme un beso fraternal, pero el guardia lo sacó y seguimos nuestro camino.
Allí, nos ataron a cada uno a un poste, repleto de paja y lo encendieron, haciendo que la montaña de ramas y pasto seco arda.
Aquí estoy, atado, envuelto en las llamas, sin miedo, ya que mis cadenas se están derritiendo y, por fin seré libre…
Libre física y mentalmente…
Libre de este nefasto mundo…
Libre de la normalidad…
Libre por fin…
Libre...